Toni Kroos se va como un pase a Vinicius en Múnich

La vida se nos va y lo notamos en todo. Ayer, sin ir más lejos, salí de casa pensando en si el yogurt de la nevera me sobreviviría. En ese punto cardinal del pesimismo estoy. No puedo, por tanto, sino admirar la manera que ha afrontado Toni Kroos su despedida. Del Real Madrid y del fútbol. Un servidor afronta el adiós como puede; el alemán, cómo y cuándo quiere. A lo largo de sus 34 años, el alemán siempre se ha manejado por sus propios códigos, esos que han articulado cada decisión consciente de que esto son cuatro días y que tres sólo vale la pena usarlos para el amor, la familia y para estar con alguien que sólo te llama Toni.
Kroos ha llegado al crepúsculo en plena forma y es ahí cuando se conoce el destino y se puede valorar sin arrastrarse ni críticas que te acaben arrastrando. Se siente bien y ahora disfruta. La pregunta es: ¿se puede gozar cuando comienzas a mirar la decadencia a los ojos? Dijo Juan Villoro que el último cigarro de un condenado a muerte representa una dicha triste, pero cierta. Sin embargo, es más complejo exprimir la alegría cuando acecha la incertidumbre. Él ha dispuesto marcharse del deporte que venera casi en el pináculo, a un paso de ganar la Decimoquinta Copa de Europa y diciendo adiós al verde en Alemania, esa casa de la que tanto ha carecido y la que quiere ahora estrujar hasta la última gota.
Kroos siempre ha sabido manejar el cómo con una seguridad aplastante. "Es alemán", dijo el otro día de él en una descripción tan obvia como necesaria para entenderle. Se marchó del Bayern pese al berrinche de Guardiola porque no se sintió valorado por quienes antes jugaban al fútbol y ahora visten corbata. Ni el clamor de la afición ni los ruegos de su entrenador le hicieron cambiar de idea. Aterrizó en el Real Madrid y se va tras haber dejado su nombre en el imaginario histórico del club. Durante diez años inolvidables, muchas veces con Casemiro y siempre junto a Modric, se ha consagrado con un fútbol preciso, aseado, certero. Como en ese post de Instagram que anuncia su adiós, nunca ha necesitado ningún tipo de arabesco para doblar el timón de un partido hasta hacerlo suyo, dominarlo y conducirlo a buen puerto.
No se puede decir que el anuncio de Kroos fuera esperado. Tampoco inesperado. Como ese pase al hueco a Vinicius ante el Bayern, hay quien lo suponía pero nadie lo concibe. Pero todo hay que mirarlo desde el equilibrio. En la cabeza de Kroos sólo había una reflexión: irse gallardo, con el pelo perfectamente acondicionado, con un físico que le permita hacer lo que quiera. Y lo que quiere es marcharse en caravana con su familia, recorrer un mundo que antes ya le ha recorrido a él, dar continuidad fuera del campo a una felicidad que ha tocado dentro. Una solidez en la argumentación similar a sus dardos hacia Arabia y los regímenes que están en contra de los derechos humanos.
La pregunta ahora es cómo va a reaccionar el Madrid ante esta 'desaparición' en la media y en el vestuario. No por ausencia de efectivos, pues el club ha trabajado con fichajes preventivos poniéndose en este escenario [Camavinga, Valverde, Güler, ¿Ceballos?], sino por ascendencia. La casi segura continuidad de Modric aplacará la nostalgia. Ver el único vértice del Triángulo de las Bermudas tendrá un punto de consuelo. Igual que con muchos de sus gestos, no supimos leer bien al alemán cuando dijo que Luka y él pensaban diferente del futuro. Mientras el croata sueña con seguir persiguiendo el balón, Kroos desea perseguir la vida.