Algún día se debería saber qué pasó para que este gran Griezmann no triunfara plenamente en el Barça

El partido del unocerismo, 11 llevaba el Barça y siete el Atlético, tenía que acabar 1-0. Y eso que los dos equipos pusieron todo de su parte para que no fuera así, sobre todo en una segunda mitad pletórica de idas y vueltas sin corsés tácticos de ningún tipo. Las tendencias son las tendencias y los de Xavi ganarán partido como van a ganar el título, subidos a lomos de las paradas de un gran Ter Stegen y también de su mínima puntería en la portería contraria. Escasa para cerrar los partidos, pero suficiente como para campeonar con muchos puntos de diferencia sobre sus perseguidores.
Ter Stegen al margen, ¡qué bueno eres condenado!, el Barça-Atlético tuvo un protagonista descarado: Antoine Griezmann. Una vez más, el francés demostró tener un talento descomunal para jugar al fútbol. Su único hándicap es que en su actual equipo acumula demasiadas responsabilidades. En este Atleti de Simeone, Griezman tiene que defender, crear y rematar. O lo que es lo mismo, su sentido del deber le acerca a la zona de iniciación para rescatar balones inverosímiles, cuando realmente, por sus condiciones, nunca tendría que bajar de la zona de creación y realmente, lo más recomendable, es que siempre se moviera por la zona de finalización. Sin tanto desgaste aún estaría más fresco para el remate.
Por muy bueno que sea, que lo es, Antoine no puede sacar el balón de su área, jugarlo en el mediocampo y rematarlo arriba. Ni él, ni nadie, es capaz de mantener un esfuerzo tan continuado. Especialmente motivado por sus dos años de azulgrana y su extraño regreso al Atlético, se veía en este partido que tenía especiales ganas de reivindicarse en ese estadio donde no terminó de triunfar como tenía que haber triunfado. Suyas fueron las tres únicas ocasiones rojiblancas. Un larguero y dos paradones del alemán. Tres remates al primer toque. Geniales. Además, por sus pies pasaron las mejores circulaciones de su equipo. Una vez más el Atlético se iluminó cuando el balón pasó por sus pies y por su privilegiada cabeza.
Viéndole otra vez a su mejor nivel, este firmante se pregunta por qué no sacó todo lo que lleva dentro en sus dos temporadas en el Barça. Griezmann tenía etiqueta Barça. Era un jugador para poner de pie al Camp Nou. ¿Fue culpa suya o de los que le rodeaban? Se escribió y habló mucho sobre cómo le recibieron en el vestuario del Camp Nou; sobre los recelos que creó su presencia en el matrimonio Messi-Luis Suárez y también de su falta de aclimatación a su nuevo entorno. Sea como fuere, la interrogante nunca tuvo una respuesta medio sensata y creíble.
Aún así, habrá que recordar que el Griezmann azulgrana (2019-21) jugó 102 partidos, marcó 35 tantos y dio 17 pases de gol. El primer año al lado de Messi y Luis Suárez y el segundo junto al argentino y el recién llegado Dembelé. No levantó pasiones, pero tampoco fracasó y siempre quedará la duda de qué hubiera pasado de tener más continuidad y, sobre todo, cuál hubiera sido su papel en un Barça sin Messi. Situación que en su momento parecía imposible que pudiera darse, pero que, finalmente, se dio. De lo que no tengo la menor duda es que este Griezmann omnipresente vestido de rojiblanco podría ser el jefe de un Barça que, en espera a Pedri, se agarra a Busquets para no quedarse huérfano de líderes sobre el terreno de juego.