OPINIÓN

Todos estos años de trabajo me han hecho entender que el PC Fútbol no existe en la realidad

Rafa Mir en el duelo copero ante el Racing de Ferrol./EFE
Rafa Mir en el duelo copero ante el Racing de Ferrol. EFE

Tantos meses de precariedad deportiva en el Sevilla ha ofrecido la posibilidad de hacer un análisis profundo sobre las causas de esta deriva y criticar al club del primero al último de sus estamentos. Las malas decisiones tomadas en las dos últimas temporadas, tanto en la dirección deportiva como en el consejo de administración, han diluido a un club campeón, que sacó la cabeza en Budapest, como ese boxeador de película al que aún le quedaba un combate por ganar antes de rendirse a la evidencia de su cuerpo y existencia. En estos 18 años de profesión, siempre he tenido la sensación de que los futbolistas se apoderan de los focos mediáticos en los momentos de éxitos, cuando hay que salir en la foto buena, pero cuando aparecen los malos días, los de dar la cara y no la sencillez de la espalda, las críticas le suelen rozar de pasada. Como si esta película no fuera con ellos. Como si cambiar de entrenador cada tres meses fuese sólo por el mal trabajo de quien lo ficha o quien entrena. Nunca de ellos. Pobrecitos míos.

En el Sevilla esta situación se hace incluso más fácil. No hay ni siquiera que esquivar las balas porque nunca van dirigidas hacia ti. Las peleas internas por acaparar el poder, la eterna lucha en los juzgados por parte de los accionistas más importantes, la salida de Monchi… Hay tantos frentes abiertos por los que criticar, que los sevillistas no tienen tiempo ni para mirar a los que juegan y pierden. Lo hacen durante 90 minutos. Si Nianzou falla ante Savinho: culpa de Quique; si Dmitrovic encaja tres goles sin oler la pelota: culpa de Quique; si los fichajes son jóvenes e inexpertos: culpa del director deportivo; si no quedan fichas libres en la primera plantilla: culpa del mismo Víctor Orta.

Los grandes jugadores reúnen muchas cualidades: calidad, físico, mentalidad y amor propio. Este último factor es tan fundamental como cualquiera de los otros y en esta plantilla actual, parece que en muchos casos, brilla por su ausencia. Porque tan verdad es que nadie obligó a los sevillanos a hacer contratos faraónicos con remuneraciones elevadas como que cuesta pensar que uno quiera estar allí donde no lo quieren. Como ya hemos escrito en este medio, sobre los que rigen el destino del Sevilla en estos momentos hay numerosos argumentos para que sus aficionados, los que sienten y padecen su club, critiquen duramente su gestión. Pero hay una, que se ha dado en las últimas semanas de mercado, con la que no estoy de acuerdo.

¿Cómo se echa de tu plantilla a un futbolista al que le queda tres años de contrato a razón de 5,2 millones de euros brutos? ¿Cómo se le quita la ficha a aquel que a pesar de tener seis ofertas encima de la mesa, algunas de clubes importantes, dice que no se mueve? Todos estos años de trabajo me han hecho ser más mesurado y entender que el PC Fútbol no existe en el mundo profesional. Puedes presionar. Convencer. Suplicar. Pero jamás obligar. Es un trabajador con contrato en vigor. No haberlo firmado. Tú o tu antecesor. Aunque dentro de ese convencimiento, siempre los hay con mayor capacidad. El director deportivo es quien hace las plantillas. Con entradas y salidas. Todo forma parte de su trabajo. Empeño debe poner en ambas. Y en el Sevilla, incluso algo más.

En Sevilla estamos viviendo las dos formas de ver ese amor propio por querer disfrutar de tu presión. Borja Iglesias está a punto de salir del Betis. En verano rechazó alguna propuesta de Arabia. Entendible. Su manera de ver la vida, acertada o no para muchos, imposibilitaba esta opción. Ahora en enero, la llamada del Leverkusen lo ha cambiado todo. El Panda que, a pesar de sus irregularidades, ha sido pieza fundamental en la mejor temporada de la era Pellegrini (ya es decir), quiere ser importante y sabe que lo puede conseguir en un buen escaparate como es el de uno de los equipos de moda.

Ese mismo club goloso, preguntó hace unos días por Rafa Mir. Antes ya lo hicieron el Wolfsburgo, Lille, Sporting de Braga, Mainz, Augsburgo y Rennes. Veremos la del Torino. Todos fueron rechazados, a pesar de que el delantero sabe lo que piensan en la entidad. Si mantienes tu salario, eres joven y no juegas, ¿no será mejor buscar aceptar un destino atractivo para seguir progresando y volver a ese nivel que te trajo a Sevilla? Un caso similar es el de Gattoni. Desde su llegada, todos los cuerpos técnicos han demostrado que no cuentan con él. En verano, apostó por abandonar su país y dar el salto siempre difícil a Europa. Si no pierdes en lo económico, ¿no será mejor aceptar salir cedido al Almería o Rayo Vallecano, para crecer y demostrar que tienes un sitio el próximo año en el Sevilla? Nada, también se ha rechazado. En este mundo del fútbol hay cosas difíciles de explicar y, quizás como ocurre en la sociedad, se ha perdido el amor propio. Se dice que los jugadores juegan donde quieren cuando aprietan a un club para salir. En el Sevilla quieren estar pero no competir. Se ha perdido el amor propio.