Los años más duros entre LaLiga y la RFEF ya son historia: "La guerra Tebas-Rubiales fue una locura; hubo mucho soldado de Dios"
Tras el alto al fuego con Rocha, la victoria de Louzán ha supuesto un giro radical en la convivencia institucional. Nadie en la calle Torrelaguna y Las Rozas quiere repetir lo vivido entre 2018 y 2023.

La prudencia impera en estos días de vino y rosas alrededor de la Federación y de LaLiga. Aunque las caras de los directivos dejan entrever el alivio y la esperanza. Rafael Louzán sólo lleva 62 días como presidente en Las Rozas y, por eso, nadie quiere lanzar las campanas al vuelo pese a que Javier Tebas ha sido nombrado vicepresidente de la RFEF, los líderes de ambas instituciones posan juntos como si formaran parte de un banquete y se emiten comunicados oficiales de la mano en un periquete sin las trabas de antaño. Saben que la precipitación en los análisis siempre es mala consejera. La historia más reciente pesa mucho.
La victoria de Luis Rubiales en mayo de 2018 que tumbó a Juan Luis Larrea y le elevó como sustituto de Villar también trajo consigo un periodo de concordia entre los jefes de la RFEF y de la patronal como podría palparse ahora, aunque haya notables diferencias. Y, sin embargo, en sólo dos meses aquella paz se esfumó para siempre y dio paso a una guerra que duró cinco largos años y que acabó con todos los puentes hechos trizas con un coste incalculable que se intenta reconstruir ahora.
Precisamente por la comparación entre aquel lustro más duro en las relaciones y la actual entente, hay quien se abraza a este nuevo tiempo con el deseo de no volver a repetir los errores del pasado. Por eso, a la hora de rascar entre los protagonistas algunas anécdotas de entonces, para dibujar bien aquel escenario de batalla, a más de uno se le escapa una risa floja. "Fue una auténtica locura", es la frase más repetida con o sin exclamaciones. Aun así, tanta fue la incomodidad en mitad de la rutina que todavía queda el pudor a hablar de esa reciente y poco edificante contienda. Si se hace, sólo es desde la clandestinidad. Porque hay heridas aún sin cicatrizar y, sobre todo, debido a que todavía se mantienen en primera línea de ambos bandos guerreros a los que hoy se les resalta como corderos pero que en algún momento, empujados por la competitividad de sus superiores, se comportaron como auténticos lobos.
"La guerra Tebas-Rubiales fue algo de locos que afectó a todo y a todos. Había muchísimos profesionales en los diferentes departamentos de LaLiga y la Federación que estaban por encima de esas peleas y trabajaban para que todo funcionara con rigor, pero también había mucho soldado de Dios que sacó el colmillo de mala manera". Valga este resumen de un extrabajador de LaLiga que vivió aquellos Clásicos institucionales desde la profundidad del barro —refrendado también por dos federativos en activo— que podría servir, por consenso, como el manifiesto de una mayoría de curritos que sufrieron cómo silbaban las balas en los dos barrios: por la Calle Torrelaguna, sede de LaLiga, y por la Ciudad del Fútbol donde se halla la Federación.

Una pelea que venía de lejos
Como en todo conflicto, los antecedentes para entenderlo son determinantes. La relación de Tebas, presidente de LaLiga desde 2013, ya había sido bastante tensa cuando Luis Rubiales dirigía AFE (2010-2017) y se acentuó cuando el sindicalista amenazó con abocar al fútbol español a una peligrosa huelga. Aquel incendio, sofocado en parte por un acuerdo en el que tuvieron que intervenir el mismísimo Gobierno y los jueces, jamás se apagó del todo. Y con aquellos rescoldos latentes volvió a prender la mecha. Los gestos por acercar posturas fueron mínimos desde que Rubiales llegó a la RFEF y, para muchos, no eran más que un momentáneo postureo por ambas partes para que la familia del fútbol español no les acusase de no haber intentado un arreglo.
Así, Rubiales tendió la mano e invitó a Tebas a Las Rozas el 29 de mayo de 2018, dos semanas después de su llegada al poder. El objetivo era fotografiarse juntos, charlar distendidamente y hacer ver que no había de qué preocuparse. Pero a la salida, ya se lanzaron los primeros recados: "Él ve el fútbol más como un negocio", recalcó Rubiales. Después, Tebas aplaudió el plan de resucitar la Supercopa de España sacándola extramuros, donde se puso en marcha el VAR con todo el personal emocionado y de acuerdo, e incluso acudió en julio al sorteo del primer calendario asimétrico en la RFEF el día en el que Rubiales dijo la famosa frase de que las futbolistas habían asistido al evento "medio en paños menores". Pero poco más. Desde ese momento, todo fueron dardos e incomunicación. Un continuo y feo careo que ya se había iniciado con la crisis de Julen Lopetegui en el Mundial de Rusia, que se calentó con el Caso Arquitecta, que cogió vuelo con la fecha de la final de Copa tras aprobarse las eliminatorias a partido único y que explotó con el Plan Miami por el que LaLiga quería disputar el Girona-Barça en el extranjero ("lo firmado es inútil sin el visto bueno de la RFEF"). Rubi contaba con Florentino como líder de la oposición.

Después del verano, con esa tregua a la que obliga el mar, se acabó por completo la camaradería y salió a flote toda la munición de la despensa. España quedó dividida en dos bandos. LaLiga, el CSD, ProLiga, Futbolistas ON y todo aquel que alguna vez elogiara a Tebas por reducir la deuda y disparar los ingresos —periodistas incluidos— estaba a un lado de la historia sin posibilidad, a ojos del rival, de ser neutral. "Ibas con uno o con el otro sin remedio", recuerdan en las redacciones. Mientras, la RFEF gozaba del apoyo de FIFA, UEFA, el COE y AFE, aunque los organismos internacionales y el sindicato mayoritario acabarían dándose después la vuelta. Así se inició la Guerra Fría y se levantó un muro que nada tenía que envidiar al de Berlín.
La Federación, después de la inacción y comodidad de Villar en algunos asuntos a lo largo de sus 28 años de mandato, decidió plantarse con los horarios (los lunes, los viernes y la poca consideración con las franjas y el calor), el naming y el balón con el que se disputaba la competición doméstica. Sobre todo en la competición femenina, donde se peleó el convenio femenino y el contrato de televisión que le impulsaría. Ahí arrancó un serial de declaraciones subidas de tono que dejaban "los cortijos de Villar" que siempre enfatizaba Tebas en simples anécdotas. En octubre de 2018, sólo cinco meses después del triunfo electoral de Rubiales, el mandamás de LaLiga lanzó un titular con carácter retroactivo: "Sigo pensando que Rubiales no está capacitado para liderar la Federación". Y otro más revelador para marcar el paso: "Estoy cómodo con la Federación; otra cosa es con las personas que la dirigen...".
Rubiales, que había tragado mucho desde la posición de debilidad que soportó con AFE, contestó con contundencia desde su nueva atalaya. Primero, el día en el que Miguel Cardenal, expresidente del CSD bajo el que se firmó la venta centralizada de los derechos televisivos, fichó por Mediapro: "El Real Decreto otorgó un tremendo poder a La Liga, dejando a un lado a la RFEF. La Liga comercializa los derechos internacionales a través de Mediapro, que ingresa cientos de millones y ahora contrata a Cardenal tras expirar su incompatibilidad. Es un escándalo". Y después, presentándose en la Asamblea de LaLiga en noviembre de 2018 para explicarse y reflexionar sobre por qué no había que llevar partidos a EEUU. Una cita en la que tuvo que recordar previamente que debía ser invitado, ya que a la anterior Asamblea no pudo acudir porque LaLiga —acostumbrada a que Villar ni les respondía— no le había preguntado.
La cosa se fue calentando
En esa cita protocolaria, donde Tebas y Rubiales se dieron la mano y el motrileño (de origen canario) se dirigió a los clubes, saltaron ya las chispas más serias. Marisa González, actual directora de gabinete de Louzán, y Pablo García Cuervo, que entonces era director de comunicación y llegó a ser años antes observador de la patronal en el paso previo al proyecto de directores de partidos de 2015, acompañaron al presidente de la RFEF. También iba algún abogado. Y pese a que se les habilitó una sala para trabajar, se vivieron gestos de tensión con el equipo de trabajo de LaLiga pese a los años de relación, e incluso amistad, entre las partes. "Ser demasiado cordiales no estaba muy bien visto delante de los jefes y ni unos ni otros nos dejábamos ver en 'saraos' organizados por el enemigo", recuerdan en ambas casas.

Todo se recrudeció. No había debate. Sólo pelea. Unos se echaban las culpas a los otros. Desde LaLiga, el triunvirato Rubiales-Camps-Cueto sacaba de quicio a más de uno. Sobre todo cuando comenzaron a judicializarse muchos casos y los abogados de la RFEF ganaban una y otra vez batallas a los de LaLiga a cuenta de la independencia que reclamaba. Y desde la Federación, por su parte, siempre cargaban contra la supuesta maquinaria jurídica existente contra Rubiales, que se hacía visible desde mil frentes diferentes, en la que veían como ideólogo principal a Tebas.
La tensión se palpaba más que nada en las pequeñas cosas. Había denominadores comunes preguntes al lado de la trinchera que preguntes. "Fueron años súper convulsos en los que había que estar muy pendientes de cada intervención y cada declaración para poder reportar internamente qué se decía. Intentábamos no darnos bola los unos a los otros. Era curioso: si se hacía algún evento con leyendas como Iniesta o Casillas, dependiendo de quién lo organizara, el tiro de cámara se centraba en LaLiga o en la marca de la RFEF", resaltan en ambas casas. En Las Rozas, por ejemplo, también molestaba mucho que en los partidos de Copa del Rey los clubes utilizarán su propia UTV con la idea de lucir todo el encuentro alrededor del campo la publicidad con el nombre de LaLiga. El panorama se convirtió en un manicomio.
Ni una ni otra institución se nombraban en redes sociales, se evitaba sacar el logo del enemigo ni de sus patrocinadores, se le ponía la marca de agua a absolutamente todas las imágenes, no se citaban a ciertos clubes que apoyaban al adversario y no había coincidencia de directivos en eventos ante el estrés de la gente de protocolo por no fallar o despistarse. "Cuando coincidían los equipos de trabajo, la clase obrera, hasta bromeábamos sobre la situación, ya que había mucha profesionalidad. Pero otros, pocos, se radicalizaron. Había cosas que se hacían con maldad y había poca predisposición para colaborar. Alguno, con tal de agradar, se excedía para ser más agresivo incluso de lo que le exigían sus superiores", resaltan en la RFEF.
Lo peor fue la redacción de comunicados conjuntos: "Con algunos, los más delicados que había que pactar, llegábamos a pasárnoslos de un lado para otro hasta 10 o 12 veces", destacan extrabajadores de LaLiga desde la alegría de que todo aquello haya quedado atrás. En los departamentos de redes sociales se vivían auténticas paranoias. En la patronal se llegó al punto de no sacar la copa de campeón de Liga (de la RFEF) y, si se hacía, se ocultaba el logo que aparecía por debajo de la peana. Y hasta llegó a entregar su propio título oficioso al Atlético en un acto en el centro de Madrid. En cuanto a la Selección, nada de nada, ni tampoco de las competiciones RFEF que antes se tuiteaban con normalidad. La RFEF era invisible. Desde la Ciudad del Fútbol, se ejecutaba el mismo modus operandi con las cosas de LaLiga.
Casi nadie puso freno
Había palos con los sorteos del calendario y a la hora de cambiar horarios sobre la marcha. Pero fue con el Pacto de Viana, en pleno coronavirus y con la competición paralizada con la sostenibilidad del negocio en el aire, cuando se vivió la situación más surrealista. La presidenta del CSD en ese momento, Irene Lozano, organizó una reunión en territorio neutral con Tebas y Rubiales para acordar de qué manera volver a activar el fútbol. Y lo que ocurrió entonces, dado el clima bélico, fue una verdadera historia policíaca que igual alguien se atreve a novelar pronto. Ambos dirigentes recibieron el 19 de abril de 2020 un mensaje con instrucciones desde el Gobierno para que al día siguiente, a las 9:45, se presentaran en una dirección concreta de la capital. Ninguno podía desvelar nada, así que incluso se le dieron unas coordenadas diferentes a cada uno, cerca de donde se celebraría la cumbre, para comprobar quién había filtrado. Al llegar a su destino en el día de autos recibieron otro mensaje que rezaba: "A las 10:00 en la residencia del Ministro de Exteriores".
Este misterioso comportamiento anti-fugas no fue lo más raro. Al llegar al Palacio de Viana, que acabaría dando nombre a un acuerdo histórico por el que LaLiga aportó 200 millones de euros más a repartir entre todo el deporte español, a Tebas y a Rubiales les requisaron los móviles. La misión era que ninguno boicoteara un encuentro en el que sólo había cinco dirigentes presentes. La propuesta era tan férrea que cundió la preocupación, ya que los fieles de ambos presidentes iban escribiendo a sus capos para saber con pelos y señales lo que sucedía a través de Whatsapp y Telegram y de pronto... se hizo el silencio. Alguno temió que hubiera algún problema de salud porque la reunión se alargó, sin noticias, hasta las 19:00 con avituallamiento incluido.
La conclusión de aquello fue una sensación de encerrona y derrota para LaLiga, por mucho que se reiniciara de inmediato el fútbol y se salvaran los contratos televisivos. Mientras, Rubiales, al que Irene Lozano llegó a echar un día de su despacho por sus malas formas, se jactó de haber ganado la pelea en aquel pacto que ya de por sí dispararía más un presupuesto de la RFEF que elevó de 160 millones a 400. Llegó a venirse tan arriba que, antes de despedirse, exigió que LaLiga retirara todas las demandas contra él, por lo que aquello acabó en barullo, el pique fue a más y pasó a ser a tumba abierta. El número de comunicados posterior de ese Pacto de Viana, con un cruce agrio de ataques y versiones, entró de lleno en el Libro de los Récords Guinness.
Desde ese 20 de abril de 2020 hasta el 20 de agosto de 2023 en el que Rubiales se inmoló en Sídney con sus tocamientos al lado de la Reina y su "piquito" a Jenni Hermoso —con varios asuntos judiciales entre medias que dieron munición a Tebas—, la pugna vivió capítulos bochornosos. En la hemeroteca encontraran un serial interminable. Más allá de los ataques verbales por todo tipo de temas (test Covid de LaLiga, Caso Fuenlabrada con Tebas señalado, Supercopa Files y tratos con el imputado Piqué, fiesta de Salobreña, gestión del Caso Negreira, negativa fundamentada de la Federación a profesionalizar el fútbol femenino, purga de Rubiales y fichajes de amigos...), empezaron a aparecer espías, agentes dobles, grabaciones no consentidas, audios sonrojantes y traiciones. No es ficción. Es la pura realidad.
Un escenario opuesto al de hoy. "Ahora hay mucha agilidad, flexibilidad y facilidad entre las instituciones a la hora de la gestión de los partidos aplazados, por ejemplo, que eran una tortura en aquella época y en la actualidad es todo es más fácil. Hay una comunicación fluida entre las partes y podemos ponernos de acuerdo de manera más normal, intentando hacerlo sencillo. Y es muy evidente, a ojos de todos, la diferencia cuando los dirigentes coinciden en el espacio público. Además de que se comparten muchos más eventos que antes. Ya no hay incomodidad", reconocen trabajadores de las áreas de comunicación, protocolo y marketing a ambas orillas de un río que ha dejado de estar revuelto. Hasta las denuncias sobre violencia verbal de LaLiga ya son repasadas con más esmero para su estudio en la RFEF, tras años de ni abrir los correos, y hasta se tienen en cuenta propuestas para la mejora del colectivo arbitral.

Louzán, tras su absolución, y Tebas han logrado entenderse, apoyados en una relación estrecha de hace muchos años en los que pelearon en un frente común contra Villar. Una interesada forma de consenso que ni el trasvase de talento logró en estos tiempos: Alfredo Lorenzo, Miguel García Caba y Fernando Sanz fueron algunos de los pesos pesados de LaLiga que pasaron a trabajar después en la Federación sin lograr acercar posturas y, en algunos casos, más bien alejándolas. Un comportamiento que, sin embargo, convivió con perfiles más conciliadores, según varios testimonios, como el de Carlos del Campo (director adjunto en LaLiga) o Enrique Yunta (subdirector en Comunicación entonces y ahora máximo responsable del departamento deportivo). "Con ellos se podía dialogar y, junto a otros personajes menos conocidos, se veía una mayor predisposición a la hora de coordinarse", destacan desde otras instituciones como el CSD al que la batalla siempre pillaba en medio.
Pero de todos ellos, hay uno que conoció bien a Rubiales en la etapa en la que trabajaron codo con codo en AFE, y que luego lo hizo con lealtad al lado de Tebas en LaLiga. Ése fue Luis Gil. Sus reuniones con Alfredo Olivares a cuenta del Convenio de Coordinación, cuentan los que mejor le conocieron, fueron siempre con la mayor de las asertividades pero también con el máximo respeto. Una pena que el joven exfutbolista no pueda disfrutar en vida de estos días en los que se evidencia que aquella valentía, profesionalidad y determinación ha servido y mereció mucho la pena.