FUTBOLERO SOY YO

Los árbitros tienen potestad para evitar más "casos Vinicius"

Vinicius, en un momento de su partido en Zorrilla, donde fue objeto de insultos racistas. /AFP
Vinicius, en un momento de su partido en Zorrilla, donde fue objeto de insultos racistas. AFP

Cada vez son más las ocasiones en las que el día a día me incita a pensar aquello de que "cuando sea mayor me gustaría parecerme a Carlo Ancelotti". Y ha llegado el momento de no solo pensarlo, sino también escribirlo. No es hombre de pisar mucho charcos, todo lo contrario. Pero cuando la ocasión lo requiere, Carletto deja su sello. Y el asunto en cuestión es lo suficientemente trascendente como para afrontarlo con una ceja en su bloque bajo y la otra en bloque alto. "Lo de Vinicius no es un problema del jugador, ni de LaLiga, es un problema general y cultural de la sociedad, que no tiene la educación que tiene que tener. El problema del racismo y la xenofobia es muy importante y por mi parte solo puede existir una tolerancia cero".

Suscitada, el viernes en el Nuevo Zorrilla, por enésima vez la situación de insultos racistas a un futbolista y como a estas alturas del partido ya hemos demostrado que no somos capaces a nivel global de abortar los casos que se repiten de manera periódica, ni tampoco somos capaces de educar a una sociedad a la que todos pertenecemos y que no es competente ni para señalar con el dedo de la culpabilidad al vecino que arremete contra los derechos del prójimo, lo que al menos deberíamos intentar es evitar, cada uno desde nuestras posibilidades, que determinadas situaciones muy concretas vayan a mayores.

Hasta ahora hemos avanzado tan poco con las leyes, con las denuncias, con las sanciones de la Comisión Estatal contra la Violencia, con las condenas verbales mayoritarias, como la del Congreso de los Diputados de hace unos meses, que podríamos intentar minimizar los casos y los riesgos desde su raíz. A lo peor no resulta y los insultos aislados de cinco energúmenos se viralizan a todo el estadio, pero al menos se podría probar con un mucho de tacto y un poco de mano izquierda.

Para ello necesitamos a los árbitros. Sí, a los primeros jueces del partido, a los que aplican las leyes del fútbol. Desde hace un par de años, para evitar o reducir la posible pérdida de tiempo por parte de los jugadores cuando son sustituidos, la Internacional Board añadió en su regla tercera, la que regula todo lo relacionado con los jugadores, que "el jugador que va a ser sustituido recibirá el permiso del árbitro para salir del terreno de juego y lo abandonará por el punto más cercano de la línea delimitadora del campo, salvo que el árbitro le indique directamente que salga por la medular o por otro punto por razones de SEGURIDAD o lesión".

Por centrarnos en el último caso, Vinicius fue insultado en su largo recorrido desde el punto donde el árbitro le mandó salir del campo hasta llegar al vestuario. Cuantos más metros recorra en soledad el futbolista por la banda del circo romano, más posibilidades existen de que las fieras de la grada identifiquen su pieza. ¿Se evitarían situaciones como la del Nuevo Zorrilla si libráramos a los sustituidos de esos paseíllos en los que ellos mismos, a cada paso que dan, se van calentando, al escuchar los insultos y recibir el impacto de objetos lanzados desde la grada que se quitan de encima a patadones repletos de impotencia?

Vinicius se queja al árbitro en un momento del partido ante el Valladolid.  REUTERS
Vinicius se queja al árbitro en un momento del partido ante el Valladolid. REUTERS

Con el reglamento en la mano, el árbitro tiene potestad para evitar la vuelta al ruedo. Por SEGURIDAD y sentido común puede ordenar al jugador que cruce el campo por dentro de sus límites reglamentarios, como se ha hecho toda la vida. Y, si en su otro paseíllo el futbolista en cuestión va a paso de tortuga, las Reglas del Juego también conceden potestad a ese mismo juez para mostrar la tarjeta amarilla o la roja, incluso, si al interfecto se le ocurriera dar cuatro pasos para adelante y ocho marcha atrás.

Entendamos bien la situación, sobre todo la del futbolista forastero. Para evitar que pierda tiempo, los inventores de las Reglas de Juego, han decidido exponerle a quedarse mano a mano con una afición contraria que puede estar 'quemada', como era el caso de la de Pucela, porque su equipo va perdiendo y le han pitado en contra un penalti por una mano 'bailaora', que a lo peor en el siguiente partido ya no es penalti para otro colegiado.

No será más fácil utilizar el reglamento ya existente y mostrar una tarjeta al jugador que pierda tiempo al atravesar el campo y de quién además sabemos que, cuando ha visto su dorsal en la pantallita del cuarto árbitro, se ha ido lo más lejos posible de la zona de los cambios. Y si eres un árbitro con tanto control de la situación que prefieres no amonestar porque se trata de un jugador local y no quieres levantar a las fieras de las gradas, pues añades los minutos que consideres oportuno, porque también el reglamento te lo permite.

Así de fácil. Es cuestión de tacto, de saber aplicar la justicia y utilizar las propias leyes futbolísticas para intentar evitar que el Vinicius de turno se pegue la media vuelta al coliseo perseguido por la ira de esa sociedad que, como dice Ancelotti, no hemos sabido educar. Perdón, educarnos a nosotros mismos.