FUTBOLERO SOY YO

'Caso Joao Félix', el Atlético juega, pero con el Atlético no se juega

Joao Félix, con Savic y Simeone de fondo, en un entrenamiento del Atlético. /EFE
Joao Félix, con Savic y Simeone de fondo, en un entrenamiento del Atlético. EFE

El caso Joao Félix comienza a enredarse de mala manera y sus aristas pueden ser más cortantes de lo que se podría prever. A simple vista, no es una situación nueva, todo lo contrario, es tan vetusta como el balón. Simple: entrenador y futbolista que no congenian, principalmente, por su distinta manera de entender el juego y por su diferente forma de comprender las reglas no escritas del fútbol. El jugador que se quiere marchar para jugar más no importa donde y le dice a su representante que le busque equipo. Hasta ahí, todo imperfecto, pero asumible.

Como diría ahora Simeone, muy preocupado con las patas del club, la tercera, la propia entidad, por medio de su CEO, Miguel Ángel Gil Marín, vio venir de frente la jugada y, en pleno Mundial, él, que nunca habla, hizo pública la insostenible relación entre el jefe y el empleado. A todos nos extrañó ese reconocimiento de divorcio. Su intención no era otra que advertir a todos los interesados en la materia que el Atlético también quería jugar ese partido. No iba a convertirse en un mero observador que acabara siendo la víctima propiciatoria de la batalla de intereses de todos los demás. El Atlético juega, con el Atlético no se juega. Ese era el aviso.

A Miguel Ángel no le crecieron los dientes en el trapecio del fútbol, pero ha aprendido tanto y tan deprisa en las dos últimas décadas que echarle un pulso se antoja complicado. Está abierto a todas las posibilidades ¿Traspaso? Sí, pero yo pongo un precio digno y regateo cláusulas. ¿Cesión? Sí, pero es innegociable que su importe sea equiparable a la amortización anual de la ficha del jugador, más la parte correspondiente de su salario. Una pinza entre 15 y 20 millones. Es decir, que porque Simeone no quiera a Joao y Joao ansíe marcharse para no ver la cara a Simeone, el principal damnificado no va a ser el club que tiene contrato en vigor con ambos.

La entrada en escena de la afición enmaraña aún más el presente. División de opiniones. Unos se postulan a favor del argentino y otros, que piensan en un futuro cercano sin el Cholo en el banquillo, se colocan del lado del portugués, a quien siguen reconociendo su talento, a pesar de las docenas de oportunidades perdidas. Lo peor que le podía pasar al equipo.

El técnico no quiere perder una batalla que podría afectar directamente a su omnipresente poder y cada vez que puede suelta una andanada pública contra el futbolista. Más indirectas que directas, pero entendibles para los que escuchen con atención sus apariciones ante la Prensa. Joao, por su parte, vive en unas permanentes molestias y unas preocupantes indisposiciones. No sabe si darlo todo cuando le pongan y mejorar su valor de mercado, o aparecer lo menos posible mientras dure la situación y así evitar lesionarse de verdad y marchitar de golpe el posible traspaso a cesión.

La partida está en marcha. Las ofertas de un traspaso digno no llegan. Las ventanas de la cesión se hacen esperar. Y acrecienta el riesgo de que la operación se alargue hasta los últimos días de mercado. Esta es, sin duda, la peor solución para el equipo como tal. El entrenador y el jugador mantendrían su pulso -hoy te pongo, hoy tengo molestias-. La afición intensificaría su división dependiendo del día y de los resultados. Y la pata del club tendría que mostrarse más firme que nunca para sostener a las otras tres y conseguir que el único que no salga perjudicado de la guerra sea el ATLÉTICO.