OPINIÓN

El Barça se queda a vivir en la frase que esconde al genio de Lamine

Brais, Pedri y el colegiado. /EFE
Brais, Pedri y el colegiado. EFE

Todos tenemos manías. Lo mejor es abrazarlas y exponerlas a modo de presentación de tal forma que en cada primera cita la otra persona ya vislumbre todo aquello que normalmente escondemos. Confieso que la mía se ha despertado recientemente y tiene que ver con Pedri. Me obsesiona pensar que en cualquier pase puede echarse al suelo, manos al muslo, mirada perdida. Ya no disfruto de sus pases ni de sus controles, sino solo de los minutos en los que parece esquivar una recaída. Como cuando de pequeño te obsesionaban los rayos y llegabas a casa pensando que quizás otro día, pero que esta vez no te había caído uno encima. Placeres extraños.

A cada mañana habrá que repetirse, con tono cada vez más grave, que Lamine Yamal tiene 16 años. 16. La edad en la que uno da sus primeros pasos en el amor, en el que te cuelas, con rubor y miedo, en alguna discoteca cochambrosa con un DNI falsificado, esa en la que te obligan a elegir bachillerato con la coletilla de quien ya es adulto y no tiene que pensar más: "elige tu futuro." Lamine juega de forma desacomplejada porque en su vocabulario no existe la palabra excepcional. Para lo que el resto sería una proeza, algo titánico, Lamine lo traduce con la normalidad de quien entiende su talento no como una rareza, sino como algo banal. "La tuve que empujar", contó con una sonrisa sobre su gol. Esta frase explica un genio que no entiende de genialidad, sino de normalidad extraordinaria.

Como club, el Barça haría bien en abrazar la naturalidad de los talentos que emergen por detrás. No hay nada forzado en la garra de Gavi, el temple de Cubarsí, la sabiduría de Pedri o el talento de Lamine Yamal. No es algo impostado, sino que nace y se desenvuelve por su propia naturaleza. A nivel colectivo, el reto es trasladar unas virtudes individuales en algo mayor, integrando aquello que es esencialmente individual dentro de un organismo vivo.

Si yo fuese su padre, le cortaría todo contacto con la realidad exterior a Pau Cubarsí. Que no leyese nada hasta tener 29 años y un palmarés acorde a su potencial. Al canterano se le juzgan ya no sus fallos, sino también aquellos que tienen lugar cuando la jugada ya no vale. Ante el Nápoles hubo un revuelo por un penalti que cometió... que no se pitó. Ha vuelto a suceder lo mismo en un fuera de juego que inhabilitaba la carrera de Becker, pero qué más da. La táctica sigue siempre el mismo recorrido, que consiste en minimizar las virtudes y exagerar los defectos, analizando sin tener en cuenta la edad y la experiencia, como si ambas cosas fueran poco relevantes. Así, buenos partidos como el de hoy pasan a ser objetos de escarnio público.

Lo mejor es que solo quedan tres jornadas para que acabe la temporada para el Barça. Asisto a los partidos como cuando en el cole empezaba el mes de junio. Sabías que lo mejor del lunes era que estabas un día más cerca del último día, del sabor a cloro, picor en los ojos, cara tostada y días sin fin. En realidad, solo queremos volver a ser niños en un mundo que busca que todos seamos adultos forzados.