OPINIÓN

A Benzema no le 'entendía' ni su padre

Zidane entregó el Balón de Oro a Benzema. /GETTY
Zidane entregó el Balón de Oro a Benzema. GETTY

Cuando vi a Benzema coger el Balón de Oro de manos de Zidane, me conmovió. Soy así, solo recuerdo la emoción de las cosas. Tal vez por eso, después, lo que me vino a la cabeza fue aquella jugada que pintó en el Calderón. Arrinconado, cerca del córner y rodeado por Giménez, Savic y Godín. Era una emboscada. Tres leones acorralando a una gacela. Pero en un segundo, el francés quedó para la eternidad. En lugar de buscar ayuda, cogió el balón, se fue a por todos y bailó sobre la delgada línea del fondo que separa lo que está fuera de lo que permanece. 

Comenzó a pasarse la pelota de pie en pie igual que la falsa moneda iba de mano en mano hasta que se desembarazó de las marcas y encontró a Kroos. Todo acabó en gol de Isco; el Real Madrid, en la final de la Duodécima; y Benzema, con los brazos extendidos como Houdini después de escapar de las cadenas. Este cuadro que define su carrera y su destino a una emocionante gala del Balón de Oro. No todos los finales son tristes.

Karim Benzema recibe su primer Balón de OroBALLON D'OR

En un fútbol marcado por la inmediatez, que engulle cualquier intención de dar segundas oportunidades, Karim nunca se ha preocupado por llegar a esa meta que le reclamaban (el gol) sino de disfrutar el trayecto. Como aquel poema de Kavafis en el que se pide que el viaje hacia Ítaca sea largo y rico en experiencias. No es que el objetivo de Benzema nunca fuera ser un goleador, convertirse en uno de los mejores jugadores del mundo o levantar el trofeo dorado. Sino que no se dejó invadir por la prisa ni por la crítica (perdonen) hasta alcanzar el reconocimiento general. La suya ha sido una travesía que ha ido de lo indescifrable a lo incalculable y que ha completado con éxito gracias a una confianza absoluta en sí mismo.

Benzema tuvo que superar hasta los juicios de su padre. Siempre le exigía más goles porque creía que era el camino más corto para el éxito. No entendía su fútbol. Aquello fue un anticipo de lo que iba a marcar su trayectoria. Un sí, pero… Puede que esa sea la razón por la que los comentarios han resbalado por su piel como si fuera la de un elefante mojado. Nada ni nadie le apartó de su relato: "Yo soy un delantero moderno al que le gusta marcar goles, claro, y también dar asistencias y ayudar al equipo. Yo juego un fútbol para la gente a la que le gusta el fútbol, a la que le gusta ir al estadio para ver otra cosa". Lo moderno, por nuevo, a veces no se entiende. Florentino lo supo ver. Los constructores viven constantemente con planos en la cabeza. 

No obstante, lo que le ha hecho pasar de jugador con exclusividad a uno de interés general ha sido su transformación. Cambiar de respuestas es evolucionar y el francés encadena varias temporadas contestando con los goles que antes cocinaba para Cristiano. Siempre hay un 'clic' que cambia todo y el de Karim fue el traspaso del portugués. Cuando (casi) nadie contaba con él, cogió el balón, dio un paso al frente y se fue a por todos. Se cargó de ambición y asumió todo el peso de unas estadísticas que, guste o no, son las que han movilizado el voto y le han llevado, por fin, a Ítaca. Al genio le ha sumado la figura. El viaje ha tenido tramos de odisea, pero cómo ha disfrutado el camino.