Ancelotti sale de su lío y encuentra el término medio entre sus gustos y los de Florentino Pérez
La derrota ante el Atleti marcó el paso: hizo un daño (subsanado en Girona y Nápoles) por un once titular con el que saltaron chispas.
El presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, siempre baja al vestuario al final de los partidos para estar al lado de su equipo. En las buenas y en las malas. Lo hace todos los días y no sólo cuando la alegría le desborda, como anoche, o en el momento en el que el enfado le tensa, como en el último derbi madrileño. Otra cosa es la cara con la que vaya haciendo corrillos en las entrañas de los estadios. En el Metropolitano, tras la dura derrota por 3-1 en un encuentro de máxima rivalidad, lanzó algún que otro dardo, regaló un par de collejas -medio broma, medio en serio- como esas que se hicieron virales al alcalde de Madrid y, ya de pasó, soltó un rejón acerca de algún que otro recién llegado. Ancelotti tomó buena nota en la tensión y ya tiene el remedio.
El técnico italiano goza de mando en plaza. Las cosas como son. Una prueba irrefutable de su libertad es que, como en su día contó Relevo, Florentino odia ver a Camavinga de lateral izquierdo porque no se revaloriza y ahí se lo encuentra cada vez que el cuerpo técnico lo considera necesario. La última vez, ayer. Eso sí, los mensajes subliminales del mandamás calan. Ya le pasó a Rafa Benítez en un duro Clásico en casa (0-4) al quitar a Casemiro por no contradecir su querencia en ese momento. De hecho, pese al poder de decisión que Carletto se ha ganado con una carrera inmaculada y con decisiones que le encumbran como que todo gire sobre Bellingham, a ojos de muchos en Valdebebas había comenzado esta temporada algo confuso para poder encajar los peliagudos casos de Kroos, y sobre todo el de Modric, un dibujo nuevo en construcción, sus gustos y los de la planta noble. Si por algo se caracteriza el entrenador es por buscar el consenso. Y parece que, por fin, lo ha encontrado.
Sus dudas arrancaron ya en la pretemporada, justo donde hay más tiempo para conversar con calma y con perspectiva entre técnicos y directivos sin la presión del día a día. Mutar el 1-4-3-3 en un 1-4-4-2 con rombo en medio campo tenía sus razones de peso (mucha más llegada desde segunda línea), pero también sus inconvenientes (algunas lagunas en la nueva forma de presionar al adversario). El objetivo principal de la metamorfosis era explotar las cualidades de Bellingham como enganche y sacar el mayor partido posible a la sociedad Vinicius-Rodrygo en ataque una vez que Benzema ya estaba en Arabia. Un deseo favorecido por el hecho de que estos portentos físicos casi nunca se lesionan. Hasta ahora. Vinicius viene de estar por primera vez con una larga baja y la fatiga muscular obligó a frenar a Rodrygo.
Si algo quedó claro en una de las primeras reuniones que mantuvo Ancelotti hace dos semanas con la dirección deportiva es que la nueva idea futbolística seducía. Tenía, además, el respaldo de los primeros resultados que mantenían al Real Madrid líder de LaLiga y de la Champions. Entre otras cosas porque el presidente ve a la pareja de brasileños que jugó en Nápoles como la delantera soñada que enseñar al mundo. Mucho mejor que mezclarla, con el sistema que sea, con alternativas menos comerciales como la de Joselu. La razón era y es sencilla: no quiere por nada del mundo que el juego, en general, se convierta en pelotazos a la torre que espera en el área y, lo más importante, desea que su Plan A no varíe demasiado en las grandes noches. A veces lo dice abiertamente. Otras, lo hace llegar a través de intermediarios. Por eso a Ancelotti le ha costado un tiempo saber leer las nuevas consignas entre líneas.
Las consecuencias de las dudas
Estas diferencias fueron, por ejemplo, las que motivaron que Joselu fuera suplente ante el Atleti. Ancelotti tuvo la tentación de seguir contando con él de inicio, por convicción, por su racha y por sus prestaciones, pero no se atrevió a lanzar el órdago a estas alturas. Al italiano le encanta el 14 porque el equipo puede contactar con él de primeras para eludir la presión de rivales de primer orden, de las que es tan difícil sacudirse. Le gusta porque fija a los centrales. Le agrada por su trabajo en defensa. Y le tiene enamorado porque remata hasta una lavadora si es menester. De hecho, lleva cuatro goles. Sin embargo, en el primer duelo serio prefirió no tensar la cuerda. Prudencia que volvió a tener en el estadio Diego Armando Maradona. Bastante fue ante el Atleti con alinear juntos a Modric y a Kroos, otro de los temas delicados esta temporada.
Ancelotti ya tiene en su subconsciente desde pretemporada que el centro de campo ideal debe contener a las cuatro bestias: Tchouameni, Camavinga, Valverde y Bellingham. Que pueden ir entrando Modric o Kroos, uno de los dos, puesto que su talento está fuera de toda duda y su físico aún es digno de alabar. Pero lo que dice el manual en estos momentos es que es mejor que participen de forma alterna para que el equipo no note un bajón en su ritmo. Más que nada sin balón. El Atlético, a ojos de los críticos dentro del club con aquel partido de la discordia, aprovechó esas deficiencias que tenía detectadas, descuadrando de mala manera el rombo en la medular y llevando el balón de banda a banda con cambios de orientación en los que jugadores como Valverde quedaron retratados. Por no presionar al poseedor del balón y por no encimar al futbolistas que estaba poniendo caramelos desde la banda.
El análisis tras la derrota
Esa noche, con el enfado de Florentino y sus juicios ya digeridos, Ancelotti empezó a darle vueltas a la cabeza para encajar todas las piezas de la mejor manera sin que el mal rollo derivara en crisis. En el Madrid, un par de resultados adversos pueden suponer casi el fin del mundo. Contra Las Palmas sentó a Modric (al que ya cambió en el descanso frente al Atleti porque no marida de mediapunta en este dibujo; posición que volvió a ocupar en Italia cuando él quiere ser interior). E hizo lo propio con Kroos en busca de una victoria sanadora. Además, ordenó rotaciones para repartir esfuerzos y dio paso a Mendy, pese a que la idea es que juegue más los días de alta exigencia defensiva y dé paso a Fran García cuando prime el ataque.
Pero fue en Girona y Nápoles donde las rotaciones empezaron a encajar con lo que cada uno tiene en la cabeza. Por eso, y más allá de los excelentes resultados, se ha instalado de nuevo la tranquilidad en la casa blanca. Modric y Kroos ya no coinciden (anoche el croata entró en la segunda mitad por el alemán), juegan los cuatro bichos juntos -aunque Camavinga parta de lateral como otro iniciador del juego y abra una vacante en medio campo- y lo más determinante: en los partidos de tronío, sin lesiones o temores, Vinicius y Rodrygo forman la pareja atacante.
Según los datos que se manejan en Valdebebas, el Madrid presiona mejor y más arriba que con Benzema. Y con dos delanteros, roban más balones y hacen más faltas en campo contrario, que también es un buen indicativo para medir la intensidad en la recuperación. El Madrid, en global, cuenta con más llegadas al área, más disparos a portería, donde sobre todo se han acentuado las pruebas desde larga distancia. La alternancia entre Vinicius, Rodrygo, Joselu e incluso Brahim, más la aportación de los de segunda línea con Bellingham a la cabeza, funciona y hace cuadrar todo. Por eso el equipo está en octubre en una situación envidiable. Sólo falta contener los enfados. Y para esa labor, aunque lo de Modric sea ya un claro conato de incendio, no hay nadie con la mano izquierda, la paciencia y la sabiduría de Ancelotti.