El Barça de las primeras veces se gana el derecho a soñar
![Los jugadores del Barça celebran el tercer gol. /AFP](http://s3.sportstatics.com/relevo/www/multimedia/202403/12/media/cortadas/foto_bar-R7dv90w9D6mgsGQ7w1g0nIM-1200x648@Relevo.jpg?w=569&h=320)
Dicen que la primeras veces marcan, pero que las que de verdad te sacuden son siempre las segundas. En la primera idealizas y te torturas, pero en la segunda el golpe es definitivo. De guillotina. La primera ruptura duele, la segunda aniquila. El Barça, que llevaba demasiado tiempo sufriendo terceras y cuartas veces, todavía conservaba en cada una de sus derrotas europeas un halo a primera vez, algo inédito, como de no creer que su pasado glorioso quedase tapado por un presente oscuro. Pero el fútbol permite creer, volver a enamorarse, conjugar tus verbos favoritos en presente y en un condicional del que te ilusionas. Y el Barça, que ha sufrido tantas primeras veces como uno imagina, ha vivido ante el Nápoles algo fundacional.
Solo el Barça ha sacado a dos chavales menores de 18 años en un once titular en unas eliminatorias de Champions League. El once inicial ya llevaba un mensaje con una simbología especial. Si había que volver allí donde una vez estuvo, sería bajo el talento más grande que ha visto nacer el club desde la época dorada del Pep Team. Lamine Yamal y Pau Cubarsí tenían 11 años cuando el Barça cayó atropellado en Roma. De aquel pasado turbulento, los chavales apenas conservan un recuerdo de niñez, muy vago. Para ellos, el Barça de Guardiola es una promesa de eternidad, un mito, y Roma, ese primera vez, una pesadilla propia de quien es un niño. Son jugadores sin memoria.
Para que el Barça pudiese renacer, no serviría contar con La Bestia, con un Messi que acumuló derrota tras derrota desde 2017 hasta 2021 en Europa. El equipo y el club necesitaban borrar parte de su pasado, suturar la herida, para volver a creer en las primeras veces. De ahí que ante el Napoli, los mejores jugadores fuesen los que jugaron sin recordad que ya habían perdido muchas veces, que el fútbol es en realidad un juego en el que la base más importante es disfrutar. Chocaba anteponer el sufrimiento de Romeu con el disfrute sincero de Cubarsí o Lamine. El Barça tiene que entenderse a sí mismo desde lo segundo para volver a ser grande.
Volver. La Champions, la competición que ratificó la decadencia futbolística del Barça año tras año, le dice al club que pueden volver, todavía con un poco de nervios y no sin cierta distancia en la mirada. Y cuando escribo volver, lo hago remitiéndome a todos sus posibles significados, porque el Barça lo hace mirando a La Masia, que ha celebrado con una excitación propia de quien entiende esta victoria como una primera vez y no como una más. Olviden el resto de partidos y condensen todas vuestras miradas y pensamientos en una sola imagen, en un punto ciego que importa más que cualquier otra cosa: los chavales abrazándose, como de no creer que quien reescriba la historia sean quienes hace poco estaban fuera de ella.
Si el fútbol tiene algo sagrado es que lo que más importa es lo que acaba de suceder. No hay hazaña, por más grande que sea, que trascienda más que el momento. ¿A quién le importa la final, ganar la Champions, si lo que premia este juego es la emoción que sucede ahora? El Barça no ha ganado nada pero a la vez, ha ganado el derecho a poder conjugar verbos que le estaban prohibidos. A pensar. Y pensar es la mayor forma de belleza que existe. Qué bonitas son las primeras veces, aunque en realidad ya hayan sucedido siempre volveremos a cada ocasión como si nunca hubiese sucedido. Esto es la Champions.