El Barça de Xavi ya solo juega finales
Los azulgrana siguen necesitando un esfuerzo extra para competir sus partidos.

En la casa donde se exhibió la Mona Lisa ahora se debate acerca de qué es el arte. Ya nadie entiende los conceptos que antes eran inamovibles, y la misma gente que se arrodillaba incrédula ante el cuadro ahora lo mira distante, dudando de lo aprendido. Xavi salió tras la derrota ante el Girona con una verdad, que no era la de Míchel ni la que dejó el partido, contando que su equipo había sido mejor. Los 31 disparos como epitafio.Dos días después, con mucho tiempo para haber analizado las enormes distancias entre líneas y el tiempo regalado al rival, Xavi redobló su discurso, apuntalándose en el pináculo de la incredulidad. Ya nadie se arrodilla ante la Mona Lisa; ahora ya nadie la entiende.
El Barça se sobrevive a sí mismo. El gran aval de Xavi hasta la fecha es el resultado. Lo que en el Barça tendría que ser la consecuencia de algo mucho mayor y duradero, es en la actualidad la causa de que bajo cada parto sufrido no haya un nacimiento, sino solo la confirmación de que el dolor del parto es lo único que hay. El Barça es ahora un padre sin hijos a los que educar. Si uno mira a los jugadores del equipo, descubrirá que todos parecen ser mucho peores de lo que realmente son. Apenas Lamine Yamal, tan joven que queda fuera de la ecuación, aprendió a disfrutar, aunque solo fuera brevemente, en un deporte que va de jugar. Y no de sufrir.
Se puede intuir que el equipo vive en un diciembre constante. Diciembre es el mes en el que las expectativas fundadas el pasado año se empiezan a difuminar, el de los cielos preciosos pero almas tristes. Un mes en el que te das cuenta, de forma abrupta y violenta, de que tus expectativas no se colmarán y que el año que está a punto de nacer será exactamente el mismo que el anterior, con una única diferencia: seremos todos un año más viejos. El Barça de Xavi no es hoy mejor que el de hace un año, y las promesas con las que se convenció tienen ahora un color a fruta podrida. A verdad incontestable a la que uno, por muchas promesas que haga, sabe que no puede rebatir.
Desde hace un tiempo el Barça solo existe en un tiempo en condicional. Es el Barça en subjuntivo. El presente en el que vive le impide conjugar un futuro, y el pasado se le ha vuelto tan irreconocible que incluso los conceptos más básicos como "presión" y "posesión" ya no significan lo que realmente son. Es el Barça de las medias horas, un equipo que se construye a la vez que se deconstruye con cada paso, como si con cada pieza que metiera en el puzzle perdiese otra al siguiente paso. Las temporadas son tan largas como cada uno quiera, y Xavi ha demostrado ser capaz de remontar escenarios de máxima dificultad. ¿Puede este equipo remontarse a sí mismo y superar la tremenda resaca a la que se ve abocado?