¿Por qué el Barcelona ha vuelto a quedar eliminado de la Champions League?
El Barça de Xavi cae por segundo año consecutivo en la fase de grupos de forma contundente. Los azulgrana jugarán la Europa League.

En un deporte con tan poca memoria, el Barça no hace sino recordarse su fragilidad, como en un ejercicio de penitencia que parece no tener fin, quizás por expiar que durante un tiempo dominaron el mundo y jugaron a algo que hasta la fecha no se había hecho. Ante el Bayern (quién si no) y en un partido que solo servía para recuperar parte del orgullo perdido, los azulgrana confirmaron que son un equipo en construcción, muy lejos de aquellos a quienes se aspira a destronar. Ahora quedará saber qué se está construyendo. Pero, ¿Por qué el Barcelona vuelve a caer eliminado en fase de grupos?
Este Barça parece vivir en un capítulo de Black Mirror en el que una persona es condenada, como castigo, a vivir siempre el mismo día. Siempre la misma pesadilla. La fase de grupos planteaba un reto mayúsculo para ver qué equipo podría construir Xavi en poco tiempo, para testar la competitividad de un bloque que se deshizo en Europa el pasado curso. Si bien ante el Bayern en el Allianz el partido fue a ratos notable, las conclusiones que se derivaron de aquel encuentro, quizás por ser solo el segundo, fueron demasiado optimistas. El diagnóstico no se puso en qué había fallado, sino en qué había funcionado, y en Europa importa mucho más lo primero que lo segundo, pues lo que marca la diferencia no es quién acierta más, sino quién falla menos.
Cuando el diagnóstico se falla, y el foco se pone en un punto relevante pero no crucial, llega la bofetada en forma de un doble choque ante el Inter que dejó en evidencia todas las debilidades del equipo: la dependencia excesiva de unos extremos que, hasta la fecha, siguen sin marcar diferencias en días grandes, plantear un escenario para que Busquets sea el epicentro a la vez que intentas esconderlo para que el rival no lo busque y entender los partidos como un reloj de arena sobre tu cabeza. La sensación es que el reloj nunca iba a favor. Y si algo demuestra la Champions es que el tiempo es el mismo para todos. Lo que cambia es la forma de interpretarlo. El Barça nunca se hizo amigo suyo.
El gran punto no fue ante el Bayern en la ida, un partido incluso sorprendente por el momento del proyecto, sino en el doble duelo ante el Inter. Dos partidos en los que el Barça volvió a tener los mismos problemas que ha tenido en muchas otras temporadas, como si el tiempo se uniese en un hilo conductor cruel y cínico. El Barça no sabe hacer de sus buenos minutos minutos ganadores, y no es capaz de transformar sus tramos de sufrimiento en leves cosquillas. Lo bueno termina en fuegos artificiales y lo malo en catástrofe, y lo peor es que el grupo de jugadores es consciente de ello, por lo que la ansiedad se multiplica. El Barça no domina, sino que hace ver que domina, y el rival ya lo sabe. Y no hay nada peor que enseñarle tus debilidades al rival.
No es cuestión solo de nombres propios, pero también hay nombres propios. El Barça acabó ante el Bayern sin ningún capitán y con un puñado de jóvenes talentosos y enérgicos y el guion fue el mismo, o si cabe peor, que lo visto anteriormente. Tan cierto es que hay problemas estructurales como que Busquets no llega, y que ahora mismo es una especie en extinción en un parque natural protegido en el que los 'guiris' están acampando. Es imposible que no sufra. Y el Barça no puede remediarlo. Y el problema radica precisamente en que la idea y los nombres parece distanciarse cuando llegan los días importantes. Dembélé marca diferencias ante el Athletic y no logra levantar la voz ante el Bayern. Dos realidades que chocan y deben convivir.
Quizás la cuestión sea que un equipo no se puede construir sobre mundos que requieren un mantenimiento demasiado costoso. Busquets no puede liderar el centro del campo y Dembélé no puede ser quién asuma el peso del ataque de la misma forma que, aunque estos dos jugadores no tuviesen ese peso, el Barça seguiría teniendo problemas muy parecidos. El público ha terminado aplaudiendo, entregado a un equipo vacío que todavía no existe, sino que se insinúa. Y Europa nunca espera.