REAL MADRID 2 - BAYERN 1 (4-3)

Los secretos de una celebración de locos: Ancelotti cantó, Rüdiger con la silla de Alaba, un restaurante volcado con Vinicius...

Éxtasis en el Madrid tras ir a una nueva final de la Champions.

Camavinga, nada más acabar el partido contra el Bayern. /EFE
Camavinga, nada más acabar el partido contra el Bayern. EFE
Jonás Pérez

Jonás Pérez

El Real Madrid lo volvió a hacer y está un año más en la final de la Champions tras un final delirante y tras ya verse fuera de la competición. En concreto, fueron cuatro minutos y cuatro segundos en los que los de Ancelotti pasaron de estar por debajo en la eliminatoria a incluso un gol por encima. Cuatro minutos y cuatro segundos en los que pasaron de todo, que cambiaron la vida de Joselu Mato y que dejaron escenas para la historia del fútbol europeo y del club blanco en particular.

En el 87:17, un disparo de Vinicius impacta en los brazos de Neuer sin que este esté acertado para repeler la pelota. Ahí estaba, el más atento de la clase, Joselu, para empujar a placer el tanto del empate que, en ese momento, forzaba la prórroga. Los jugadores del Bayern miraron con una pequeña esperanza al línea para ver si podía estar el '14' adelantado, pero había poco donde rascar. El Madrid lo celebró a lo loco, como no podía ser de otra manera.

La épica aún reservaba un capítulo extra. Con el descuento recién comenzado, el rechace de un córner acaba llegando a Antonio Rüdiger en el costado derecho. Puso un balón de primeras a Joselu y este la empujó a placer. Mientras el '14' corría extasiado, el colegiado Marciniak señalaba posición antirreglamentaria.

Y había un doble motivo para creerlo: primero por la posición dudosa de Rudiger y después, por la de Joselu. Modric tenía claro que no había ocurrido nada y se lo hizo saber al colegiado, que le pidió tranquilidad. El VAR demostró que ambos jugadores estaban en línea y que, por tanto, debía subir al casillero blanco.

Celebración con la silla de Rüdiger y Alabra. Relevo

Delirio absoluto. Rüdiger se subió a la valla publicitaria fuera de sí, Joselu al borde del llanto, antes de romper definitivamente tras la conclusión del partido. Después hubo hueco para la polémica, con un gol anulado al Bayern por fuera de juego. Los de Múnich no se creían que Marciniak hubiera pitado la invalidación de la jugada que acabó en tanto de De Ligt. Para entonces, el Bernabéu ya era un manicomio y el Madrid estaba en la final de la Champions para ir a por la Decimoquinta. Un sueño cumplido para muchos de los allí presentes. Pero aún quedaba tiempo para más, la celebración de las grandes noches.

En la fiesta bajan las defensas y sube la euforia. En ese escenario siempre reina Ancelotti. El entrenador, que sale entronizado una vez más de un partido, se aflojó la camisa y se animó a cantar el himno de la Décima mientras sonaba por la megafonía de un Bernabéu en éxtasis. En medio del festejo cobró protagonismo la silla de Alaba ¡sin Alaba! Hace dos años, en aquella remontada histórica contra el Bernabéu, dejó para la memoria colectiva una imagen para el recuerdo: su celebración con la silla de un miembro de seguridad al viento.

Pues bien, hoy, tras la remontada contra el Bayern, Rüdiger sorprendió a todos llegando al centro del campo enarbolando una silla y pasándosela a sus compañeros. El objeto fue de mano en mano como si fuese un amuleto. Camavinga engullido por la afición, Vinicius con el trofeo del MVP y sumergido también en la grada junto a Tchouameni, Ancelotti abrazando a Lunin y Courtois... Una celebración por todo lo alto que tuvo su continuación fuera del estadio, en el restaurante De María, donde toda la plantilla acudió tras el encuentro a festejar el éxito conseguido.

Allí, a pocos metros del Bernabéu, uno de los más aclamados fue Vinicius. El brasileño, exultante tras una de esas noches que no olvidará, se fotografió dentro del establecimiento con los aficionados allí presentes, que no pararon de elogiarle después de dar un golpe en la mesa del fútbol europeo. "¡Vinicius, Balón de Oro!", le despidieron al abandonar el recinto. El '7' madridista es ahora mismo el ídolo de la parroquia blanca.