OPINIÓN

Xavi también tiene hipoteca

Xavi, contrariado en un partido reciente del Barça./GETTY
Xavi, contrariado en un partido reciente del Barça. GETTY

Hay días que uno se levanta y sabe que, por mucho que se esfuerce, va a acabar en el cadalso. Conoce con pelos y señales el resultado de su derrota e incluso la hora exacta de su muerte. Sin embargo, en mitad de ese lógico pesimismo, brota la esperanza. Hay personas que viven flotando por inercia y que creen en los milagros. No sé bien si por convicción o como un simple mecanismo de defensa. De Xavi, acorralado, es entendible. Al final vio de crío las Ligas de Tenerife y la de Djukic, y vibró con el 6-1 al PSG desde Catar. Lo de mi pareja no sé de dónde sale. A no ser que sea del Madrid en la clandestinidad.

Por la mañana he interiorizado como nadie el sentir del vestuario del Barça rumbo a ese matadero en que ha convertido la Champions. Depender de un tropiezo del Inter y ganarle al Bayern era demasiado. Como exagerado era que nosotros nos ilusionáramos al amanecer y en ayunas con el menú del día que nos esperaba. Después de atravesar un atasco de mil demonios, habíamos quedado con una notaria con tarifa de funeraria. Había llegado la hora de firmar la primera (y última) hipoteca. Leti, siempre positiva y nunca negativa, me pedía confianza en un día especial, buena cara y alegría. Como supongo que Laporta y el señalado míster hicieron a la desesperada con su tropa, conjurada en el vestuario antes de su partido para ponerle velas al Viktoria Plzen.

Juro que, cual Pedri, yo también intenté venirme arriba. Al llegar a la oficina de marras saludé a la bedel como si el espíritu de Juanito me hubiera poseído. Me senté en la mesa a escuchar la lectura de la condena con la fe de que se cayera un cero de la cifra final a abonar. Y me di un puñetazo en el pecho para no desfallecer cuando me susurró cuánto cuesta ya un trastero. Aguanté la mirada de mi pareja, emocionada como esos culés fundamentalistas con el empate virtual en el Giusseppe Meazza. Y hasta deslicé esa sonrisa nerviosa y a media asta que tantas veces anticipa un llanto desconsolado. La misma que Lewandowski contagió a sus compañeros mientras veía compungido las paradas de Stanek en Milán con un 0-0 que, salvo para los ilusos, era pura mantequilla.

Pero hay realidades palmarias. En el cabezazo de Mkhitaryan a las 19:20 vi aparecerse de nuevo a la notaria diciendo "enhorabuena". Sé lo que se siente: caer en la Europa League es tan desgarrador como saber que te quedan por delante 360 cómodos pagos mensuales.