OPINIÓN

Ahora entiendo por qué Barça y Juve quieren la Superliga

El Barça, tras caer contra el Bayern. /GETTY
El Barça, tras caer contra el Bayern. GETTY

De un tiempo a esta parte escribo por presión. Pero no influenciado por la presencia o la actitud de un superior hacia mí, sino por empuje. Provocado por una suerte de aplastamiento interno de las vísceras. Repentinamente advierto un peso en el estómago que, poco a poco va mutando en una mano gigante que me estruja el esófago, asciende a la garganta con autoridad y comienza a ahogarme. Hasta que la expulso. Todo el asunto de la Superliga, desde que se engendró el proyecto, me pesa.

El plan es egoísta y lleno de excusas. Los impulsores, los tres que quedan tras numerosas retiradas y agitación popular (Real Madrid, Barcelona y Juventus), las enarbolan como puños. "El fútbol europeo está enfermo"." Los jóvenes se interesan menos por él". "Las competiciones actuales, tal y como están diseñadas, no atraen al aficionado". "Estamos perdiendo la batalla global del entretenimiento". Son coartadas. Se puso al aficionado como escudo mientras el plan, por mucho maquillaje que se le aplique, tiene otros fines. El de crear una competición palaciega, que abrirá una brecha económica mayor entre los participantes y los que se quedan fuera y que garantizaría a los clubes un estatus que, ahora, el fútbol les puede hacer perder en una mala fase de grupos de la Champions. Como le ha sucedido a Barça y Juventus.

La entidad azulgrana, después de un verano de una palanca aquí, una palanca allá y una palanca acullá (favorecidas, algunas, por contactos de Florentino), se ve condenada ahora a dejar de ganar millones apuntados en la agenda de previsiones y a jugar una Europa League de la que, por mucho que lo niegue, reniega. Porque en esa pecera a la que va este tiburón fracasado (Mourinho dixit) proliferan muchos de esos clubes que no se verían beneficiados por la tarjeta VIP de la Superliga. El caso de la Juventus es más sangrante, ya que ni siquiera tiene asegurado aparecer en el cartel de los jueves. Se la jugará con el Maccabi Haifa... No eran grupos fáciles, pero hay maneras de caer.

Este fracaso alimenta si cabe aún más sus motivos para defender esa Superliga que es como un traje hecho a medida de los grandes, a salvo de despeños que dejan los proyectos deportivos señalados. Al principio se concibió como un torneo elitista y cerrado, con migajas de invitaciones. Ahora, tras la contratación de la empresa A 22 para reconfigurar el proyecto, no habrá miembros permanentes y se accederá por méritos, tal y como informó el CEO de la corporación, Bernd Reichart. Pero no se sabe nada más: ni camino para llegar a jugar la competición, ni formato, ni integrantes de salida. Nada.

Mientras se concreta el sueño de Florentino, hay quienes deben aceptar su realidad. Que no hay blindaje cuando el balón habla. Y la pelota ha dejado en evidencia a un Barça y a una Juventus que sólo han ganado un partido de cinco de la fase de grupos. Hay obviedades que tienen encanto y que guardan esas mariposas de lo inesperado. Una de ellas es la que 'patentó' Vujadin Boskov. Fútbol es fútbol. En esa expresión caben muchas emociones. También los sustos repentinos, los disgustos que no entran en el programa, las rebeliones de los humildes. La magia del fútbol de la que quiere huir una Superliga profiláctica. Ahora entiendo por qué Barça y Juve la respaldan.