A mí me entrenó el "iluminado" Juanma Lillo: "Le decía 'míster', necesito una enciclopedia para entenderte'"
Diferentes jugadores dirigidos por el tolosarra desgranan su personalidad en Relevo.

"El mayor título que puede tener un entrenador es el reconocimiento de la gente a la que has entrenado". El sentir con Juanma Lillo (Tolosa, 1965) es unánime. Todos coinciden. Es un tipo especial, peculiar, un "loco del fútbol". Prueba de ello es su carrera. Empezó en los banquillos con sólo 17 años y, ahora, ya con 58, acompaña a Pep Guardiola, uno de los técnicos más laureados del momento, en el Manchester City. Vivirá, como hace siempre, una nueva noche europea en la sombra, "alejado de los focos, que es lo que le gusta". Su equipo se mide al Real Madrid en la vuelta de los cuartos de final de Champions (21:00). "Por lo que veo le va bien, muy bien, y no me sorprende", reconoce Benito Domínguez, a quien dirigió en el Tenerife en 1997.
Más de 40 años han pasado desde su primera aventura en los banquillos, en el Amaroz KE de su pueblo natal. Después, también pasó por el juvenil y primer equipo del Tolosa CF. Lo hizo en Tercera División, consiguiendo una permanencia que se antojaba imposible. En su currículum, ahora, cuenta con más de 20 equipos entre primer entrenador y asistente, rol que desempeña en el Manchester City desde 2023: Mirandés, Cultural Leonesa, UD Salamanca, Real Oviedo, Tenerife, Real Zaragoza, Ciudad de Murcia, Terrassa, Dorados de Sinaloa, Real Sociedad, Almería, Millonarios, Atlético Nacional, Vissel Kobe, Qingdao Huanghai, Al-Saad, selección de Chile, Sevilla y dos etapas en Mánchester, ambas como segundo. Y mención especial merece lo que hizo con el Salamanca, donde "es Dios": subió al equipo de Segunda B a Primera.
Pero, más allá de los clubes a los que ha dirigido o de los que ha formado parte del cuerpo técnico, los jugadores que han compartido vestuario con él se deshacen en elogios. "Sabe mucho, quizá demasiado, de fútbol", resume Albert Crusat, capitán del Almería cuando Juanma Lillo se hizo cargo del primer equipo en 2010. "Cariñoso", "cercano" e "intenso" han sido algunos de los adjetivos más repetidos para enmarcar su personalidad. "Metódico", "dicharachero" y "campechano", otros ejemplos. Desde luego, "no pasa desapercibido".
El 4-2-3-1, su «gran tesoro»
Aunque a lo largo de su carrera ha probado y utilizado un sinfín de sistemas de juego, el 4-2-3-1 es su favorito. Los datos lo demuestran. Y los testimonios de los futbolistas que han charlado con Relevo, también. "Sí, sí. Le gusta mucho el 4-2-3-1, sobre todo por la amplitud de los extremos y la figura del mediapunta, que es muy importante para él. Es su gran tesoro", insiste Benito, ya retirado.
"Era versátil. Empezaba con un sistema y luego cambiaba, pero lo mejor es que te convencía de todo"
"Era versátil. Empezaba con un sistema y luego cambiaba, pero lo mejor es que te dirigía y te convencía de todo", añade Miguel Ángel Nieto. La preparación de los partidos era uno de sus fuertes ("seguro que en eso le ayuda mucho a Guardiola") y acumulaba horas y horas de trabajo tratando de adivinar cómo y por dónde hacer daño a sus rivales: "Siempre te daba muchísimos consejos de 'este equipo sufre por aquí, este jugador por allá...'. Es un loco del fútbol, de verdad. Se podía pasar horas y horas preparando sólo una jugada, ya no te digo un partido".
"Para él dejaron de existir los sistemas. Solo había estructuras. Dividía las zonas del campo y te decía 'en esta puedes dar un toque; en esta otra dos...'. Nos ponía diferentes situaciones de juego y decía 'pensad a ver cómo podéis sacar ventaja de aquí'. Y yo decía 'me cago en la puta, pero este...' [risas]. Ahora se ha visto que el que piensa más y mejor, está más arriba y es el que gana. Pero su mérito es hacerlo en aquella época", resume Endika Bordas.
Domingo Cisma, que también coincidió con Juanma Lillo en el Almería, considera al segundo de Guardiola "un iluminado" del fútbol. "Está un poco por delante de todos en cuanto a inteligencia. Es un iluminado, porque sabe más que el resto de terrestres", explica el andaluz. Sobre los sistemas de juego que empleaba, aunque recuerda la importancia que le otorgaba al 4-2-3-1, resalta la "ocupación de espacios" y su evolución: "No era el mismo que el del Salamanca. Cuando llega al Almería, es otro. Ha evolucionado. Para él, los sistemas de juego no existían cuando el balón echaba a rodar. Hablaba mucho de la ocupación de espacios y te lo daba todo mascado. Íbamos al partido y parecía que ya lo habíamos jugado. La preparación era espectacular".

"Sobre el juego y sobre fútbol me enseñó mucho, pero me quedo con todo lo que entendí. Me hizo entender los porqués de todo. El aprendizaje también fue personal", coinciden Miguel Ángel y Domingo, excompañeros en el Almería que también se deshacen en elogios a Juanma Lillo. Y eso que el equipo acabó descendiendo y el tolosarra, cesado. "Se merece lo que le está pasando, aunque se valora poco porque no está en el foco", añaden.
"Está un poco por delante de todos en inteligencia. Es un iluminado, porque sabe más que el resto de terrestres"
Todos coinciden también en eso: su trabajo como segundo de Guardiola está poco valorado, "seguramente porque el foco está en Pep y no en Juanma". Esclavo de los malos resultados, no ha tenido continuidad en prácticamente ningún equipo. Gerardo García, a quien dirigió en la Real Sociedad, lo tiene claro: "Su etapa en la Real fue un desastre, pero no es justo. Me quedo con la persona, con todo lo que nos enseñó. El mayor título que puede tener un entrenador, en este caso, es el reconocimiento de la gente que has entrenado. Eso lo tiene. Antes primaba que tu mismo te tuvieras que sacar las castañas del fuego. Ahora la gente está más preparada".
Mikel Lasa, a quien dirigió en el Ciudad de Murcia, considera a Lillo un "apasionado del fútbol" desde muy joven, porque sólo podías hablar de "fútbol, fútbol y más fútbol". Además, apostilla: "Me parece un gran entrenador que, por circunstancias, no ha tenido tanta suerte como merecía".
Cariño para los titulares... y para los menos habituales
Otra de las señas de identidad de Juanma Lillo es el cariño con el que trata a sus jugadores. A los titulares, suplentes, integrantes del filial que entrenan con el primer equipo... "Nos trata a todos con mucho cariño", resumen. Es así. "Su gestión de grupo era muy buena. Me sorprendió cómo tenía a todo el mundo de contento", señala Nieto, que incide en su manejo del vestuario y tilda de "espectacular" su actitud y trato en las distancias cortas. Endika Bordas coincidió con Lillo en el Terrassa y se detiene en su primera declaración de intenciones: "La primera frase que soltó fue 'la palabra equipo está en el techo para que nadie la pueda pisar'. Y yo dije 'hostia, este es diferente'. Te hace crecer en todo. Es un enfermo de gestionar personas".
Pese a las malas situaciones que ha vivido al frente de los equipos a los que ha dirigido, sobre todo por resultados y dinámicas, siempre se ha mantenido fiel a su estilo y principios. También a su relación con el jugador: "Le da mucha importancia a cómo pueda estar el jugador. Tenía a todos metidos y era muy cariñoso con los que no jugaban, más que con los que sí que lo hacían".
"Juegues o no, te hace sentirte importante. Es muy cercano con el jugador, se interesa por cómo estás, por cómo te va más allá del fútbol. Te transmite que vive por y para el fútbol, y quiere que tú también lo hagas", añaden quienes han coincidido con el tolosarra. En su currículum, ahora, figuran más de 20 equipos. Pero ha encontrado la estabilidad en el Manchester City, escoltando a Guardiola en el rol de segundo entrenador.
"Le decía 'míster, necesito una enciclopedia para entender lo que nos quieres decir...'"
La terminología que emplea para transmitir sus ideas siempre ha sido "acorde a él", porque "a una persona a la que le interesa tantísimo el juego no le puedes pedir menos". Explicar los ejercicios en los entrenamientos, indicaciones desde el banquillo, correcciones en la posición, ocupación de espacios... No se le escapaba nada. Todo tiene que estar "perfecto o casi perfecto". Albert Crusat, recordando la forma en la que explicaba lo que quería en los entrenamientos, responde: "Habla muy rápido. Muchas veces me costaba entender lo que quería [risas]. Lo explicaba y, hasta que lo entendías, pasaba un rato".
Las conversaciones con los jugadores a los que Lillo ha entrenado denotan que sus palabras calan hondo, "más allá de las de otros entrenadores". Otro ejemplo lo rescata Mikel Lasa: "Las charlas eran interminables. Le decía muchas veces: 'Míster, necesito una enciclopedia para entender lo que nos quieres decir'. Utilizaba ese estilo, esa idea, pero a mí me abrió mucho los ojos, me hizo entender el juego mejor". Endika Bordas, ya retirado, lo resume a la perfección: "Culto era un huevo, te lleva como quiere a su terreno".
Su 'espinita', Valdano y Aragonés
Lillo empezó a entrenar con tan sólo 17 años. Su inquietud por saber más sobre fútbol y entender los porqués del juego le llevó a iniciar joven un camino que todavía recorre, aunque en la sombra típica que acompaña siempre a los segundos entrenadores. Sin embargo, su 'espinita' de no haber sido futbolista siempre ha estado ahí: "Siempre decía que lo máximo era ser jugador de fútbol. Tenía esa espinita. 'Lo que daría yo por sacar de banda, solo por el hecho de sacar de banda', decía". Jugaba con frecuencia a fútbol 7, ante la mirada de los jugadores a los que luego dirigía: "Nos llevaba a verle jugar".

"En mi último partido, que fue en Elche y cumplí 100 con la Real Sociedad, se lo dije: 'Cuando me toque sacar de banda, te voy a echar el balón para que lo saques tú'. Se reía. 'Lo que daría yo por un saque de banda, por sentirme jugador un momento', repetía a menudo. Esa era su pasión. Jugaba sus pachanguitas y le salía el lado mágico", recuerda Gerardo García.
Mención especial merece Jorge Valdano ("su forma de trabajar tenía muchas similitudes con las de Jorge", explica Lasa) y Argentina. Lillo, además de interesarse por el futbolista, por sus conocimientos de cultura general y, sobre todo, por el juego, también sacaba tiempo en los entrenamientos para imitar el acento argentino. Todos los futbolistas consultados para este reportaje son capaces de recordar momentos concretos en los que lo hizo: "Tenía una forma de hablar muy peculiar. Parecía argentino, más de Mendoza que de Tolosa. Cogió una fama…".
"Le gusta el acento argentino. Va cogiendo muchas cosas de muchos entrenadores. Imitaba a Valdano y también a Luis Aragonés. Haber estado fuera seguro que le ha hecho tener más idea de cómo se habla en otros países", continúa Crusat, que recuerda entre carcajadas esas charlas en el vestuario en las que Lillo "parecía más argentino que español".
Las anécdotas de Juanma Lillo
"Nos hizo una entrevista personal a cada uno y una de las preguntas era sobre cuál había sido el último libro que habíamos leído. Le interesaba mucho la cultura general", recuerda Domingo Cisma, ahora segundo entrenador de Luis Carrión en el Oviedo. Los temas de conversación iban de un extremo a otro: "Hablábamos sobre fútbol, sobre la vida, sobre cine...".
Por su parte, Miguel Ángel Nieto comparte cómo le sorprendió la importancia que Lillo otorgaba al balón: "Me sorprendió mucho que, durante el primer entrenamiento, cuando todos ya estábamos preparados para entrenar físico, que solía ser lo habitual por el momento en el que estábamos, cogió balones y nos dijo 'a entrenar'. Nos miramos, porque con balón no se suele entrenar físico, y nos hizo entender que sí, que se podía. Todo era con balón".

Benito Domínguez tan sólo tenía 16 años cuando Lillo llegó al vestuario del Tenerife. Lejos de brindarle un trato diferente, le hizo sentirse uno más ("nos dijo que nos iba a tratar igual que al resto, que eso nos iba a hacer más sencilla la adaptación"). Y no duda en recordar una anécdota que, pese al paso del tiempo, no olvida. Entre carcajadas, continúa: "Me acuerdo de una cosa... [risas]. A mí me sorprendió mucho, la verdad. Pero nos dejaba hincharnos a bienmesabe, un dulce que era puro azúcar. Pero puro, puro, puro azúcar. Yo era goloso y se lo agradecí, pero no suele ser habitual que en pretemporada te dejen comer lo que sea, y menos dulce".
Mikel Lasa también se apunta al carrusel de anécdotas. Y, en este caso, la ecuación incluye a Dani Güiza. Juanma Lillo fue el encargado de 'enseñar' al delantero diferentes aspectos del juego: "Después de los entrenamientos se solía quedar con él [Güiza] enseñándole los movimientos que tenía que hacer, los desmarques, cuándo, hacia dónde y de qué manera…". Tampoco falla Endika Bordas: "En mi segundo o tercer partido allí, en el Terrassa, me expulsan contra el Alavés. Yo me esperaba una bronca del copón, pero no. Me lleva a dar un paseo de media hora... y me habla de Arsène Wenger, de que le había dicho tal y lo otro. No te lo esperas".
"Cuando nadie habla mal de él es por algo". Esa frase resuena ahora con más fuerza que nunca. Resume a la perfección lo que es y ha sido Juanma Lillo para los jugadores a los que ha entrenado. Se deshacen en elogios, ponen en valor su trabajo y no se sorprenden en absoluto al ver lo que ha conseguido. El patrón se repite en cada conversación. Listo para vivir una nueva noche europea con el club citizen, es parte fundamental del staff de Guardiola ("es el mejor asistente que se puede tener en los malos momentos", dijo) y uno de los técnicos "menos valorados" del fútbol español. Por paradójico y contradictorio que suene.