El esparadrapo que lo cambió todo en un Real Madrid-Liverpool y otras historias que no sabías de las camisetas de las finales de Champions
Todas las curiosidades estéticas de las camisetas con las que se ganan (y se pierden) las finales.
Ya lo dice el refrán: dime cómo vistes y te diré… cuántas finales de Champions has ganado. ¿Es mejor llevar tu camiseta local o tener una visitante de la suerte? ¿Sale bien lo de estrenar la equipación de la próxima temporada? ¿Por qué el Real Madrid luce un parche con sus 14 títulos y el Dortmund no 'celebra' el suyo?
El Real Madrid saltará a Wembley vestido completamente de blanco y el Borussia Dortmund lucirá su característica camiseta amarilla y pantalón negro. Si la vestimenta fuese parte de la alineación, diríamos que ambos presentan su once de gala. Porque de los últimos 30 campeones de la máxima competición continental, solo siete habían disputado la final con camiseta visitante. De hecho, el Real Madrid fue el último en conquistar el trofeo con una prenda alternativa, la maravillosa Away (equipación visitante) morada del curso 2016-17. También la final de 2000 cayó del lado de los blancos, ataviados aquella noche con un elegante conjunto adidas negro y dorado. Enfrente estaba el Valencia, que jugó de naranja by Luanvi después de una decisión salomónica de UEFA, que invitó a ambos finalistas a vestir su indumentaria alternativa.
En principio, por tanto, conviene presentarse a la gran cita con tus colores tradicionales. Lo saben tanto el Madrid, 12 de 14 Champions de blanco, como un Dortmund que obtuvo la suya de amarillo fluorescente en 1997.
Sin embargo, las camisetas suplentes han coleccionado momentos bajo el foco. El Milan mantiene un idilio con su elástica blanca, hasta el punto de considerarla talismán y sinónimo de gloria europea. Los rossoneri han ganado cinco de sus siete copas vestidos de blanco (Kappa en 1989 y 1990, Lotto en el 94 y adidas en 2003 y 2007). El Barça recuerda con cariño su 'naranja Holanda' de 1992, un guiño explícito de Meyba a Cruyff, arquitecto del Dream Team. El Ajax, dominador del torneo a inicios de los 70, levantó al cielo su única Champions moderna en 1995 con una vanguardista casaca azul marino y granate de Umbro. Y al año siguiente, la Juventus festejó con una soberbia equipación azul con estrellas amarillas en los hombros, una de las mejores creaciones de Kappa en los años 90.
¿Ropa especial para un partido especial?
En este aspecto, el Dortmund tiene sentimientos encontrados. El año pasado estrenó su indumentaria 23-24 en el último partido de la 22-23. Craso error, si me preguntáis. El desenlace fue dramático. Un empate en casa hizo que la Bundesliga cayese del lado del Bayern y que aquella prenda —elegida por votación después de que fans de todo el mundo enviasen sus diseños— fuese maldita antes de su temporada. También es cierto que su única Liga de Campeones llegó con una camiseta venida del futuro. No solo por el memorable amarillo flúor con el que Nike nos enamoró en los 90, sino porque se proclamó campeón de la 96-97 con ropa de la 97-98.
En 1985, el Liverpool ya había disputado la final de la Copa de Europa (conocida infelizmente por la tragedia de Heysel) con la indumentaria del año siguiente, previa compensación económica de Adidas a su rival Umbro. El Borussia Dortmund fue uno de los primeros influencers del fútbol europeo. Disputó la Champions 96-97 con un kit especial con franjas, diferente del que vestía en Bundesliga, una práctica que ha recuperado en los últimos años de la mano de Puma.
Se tiende a pensar que los patrocinadores empezaron a manchar la camiseta con la llegada del denominado fútbol moderno, un hito que cada uno coloca donde le conviene. Lo cierto es que los clubes iniciaron a considerar la indumentaria como oportunidad de negocio desde los años 70. Los logotipos han recorrido un largo camino y ocupan hoy lugares privilegiados de la camiseta. El lado derecho del pecho está reservado al patrocinador técnico, el espacio central al sponsor comercial y la publicidad ha ido ganando terreno en la manga, los pantalones o la espalda, según la competición. Solo por su camiseta, el Real Madrid percibe más de 250 millones de euros por curso, sumando los 117.6 de Adidas, los 70 de Fly Emirates y los casi 70 de HP, reciente inquilino de manga de los blancos.
El Borussia Dortmund se coloca un par de peldaños por debajo; su beneficio total en concepto de patrocinios superó los 130 millones de euros en 2023, con Puma como inversor principal (alrededor de 31 millones por año) y dos patrocinadores comerciales para la camiseta. La empresa de telecomunicaciones 1&1 aparece en los partidos de Bundesliga y el grupo industrial especializado en productos químicos Evonik es el patrocinador copero en Champions o en la DFB-Pokal alemana. Una perla para comentar en la máquina de café: de 1986 a 1997, su icónico patrocinador Die Continentale era una compañía de seguros, no un fabricante de neumáticos como se suele creer.
¿Cómo se implementaron los patrocinios en las finales europeas?
El Real Madrid fue protagonista inesperado de una primigenia batalla entre marcas. La lucha por la visibilidad de los logotipos hizo que la final de la Copa de Europa de 1981 contra el Liverpool estuviera repleta de curiosidades estéticas.
Para la final, el Madrid abandonó su uniforme inmaculado e incorporó las tres franjas de adidas en morado en mangas, pantalón y medias. Adornó la indumentaria blanca a cambio de 17 millones de pesetas, algo más de 100.000 euros, y la presentó en el hotel Intercontinental de París a 24 horas del partido. Fútbol moderno, dicen. Al saltar al campo, el Real Madrid había ocultado el logotipo clásico de adidas (conocido como trefoil o trébol) sobre su camiseta, como estipulaba la normativa UEFA, por entonces rígida ante cualquier elemento de marca sobre la ropa. Curiosamente, a falta de letra pequeña las franjas permanecieron en pantalones y medias.
Por su parte, el Liverpool cubrió el símbolo de Umbro en camiseta, pantalón y chaqueta prepartido de manera menos sutil —esparadrapo blanco sobre color rojo— pero igualmente eficaz. El visionario Horst Dassler, hijo del fundador de adidas Adolf 'Adi' Dassler, se había anticipado a la jugada presionando a la UEFA para que su empresa no se viese perjudicada. Umbro era distribuidor de adidas en Reino Unido y ambas firmas mantenían una relación cordial, pero equipar al conjunto red era una tentación demasiado grande para el ambicioso Dassler. El mismo día de la final, convenció a UEFA de que era injusto competir "en desigualdad de condiciones" y el Liverpool tuvo que improvisar para esconder el doble diamante de Umbro.
Un año después, la UEFA intervino abriendo parcialmente la puerta a los patrocinios. De camino a la final, los equipos estaban autorizados a lucir símbolos de sus patrocinadores técnicos o comerciales. Sin embargo, su acuerdo con la Unión Europea de Radiodifusión estipulaba que el partido decisivo de Copa de Europa y Recopa estuviese libre de anuncios sobre la ropa.
La última final sin patrocinadores frontales se produjo en 1994. El Milan prescindió de Opel, pero no de su camiseta de la suerte, ante la que nada pudo hacer un Barça que lucía indumentaria solo para Europa. En la 94-95, UEFA relajó la normativa. Su nueva obsesión era limitar los elementos de marca que los fabricantes introducían en las equipaciones a través de mangas saturadas de logotipos o unas marcas de agua que eran un canto al branding. En 1995, el Ajax fue el primer campeón patrocinado (curiosamente, en vertical) en una noche en la que el Milan alteró su rutina: volvió a vestir de blanco, pero Opel supuso un frenazo en su trayectoria continental, que hasta entonces marchaba sobre ruedas.
A partir de la 92-93, la rebautizada Liga de Campeones intensificó su voluntad por ser una marca. Desde su llegada a la presidencia de la UEFA en 1990, Lennart Johansson había propulsado una serie de modificaciones al torneo: cambios de formato, la introducción del efectista parche sobre la manga o la creación de un himno que 30 años después futbolistas y aficionados tarareamos con fervor. Les grandes équipes. The champions.
Hasta la fecha, 23 equipos diferentes procedentes de diez países se han proclamado campeones. Solo seis elegidos lucen el parche de honor de los ganadores (en inglés, winners badge), implementado por UEFA en la 2000-01 como insignia complementaria al balón estrellado que llevan todos los participantes. Para exhibir el distintivo de campeón, un club debe cumplir una de las siguientes condiciones: haber ganado al menos cinco veces la competición o haberlo logrado en tres ediciones consecutivas. Es el caso del Ajax, que conquistó la Copa de Europa en 1971, 72 y 73 y la Champions de 1995. Ningún otro club cuenta con cuatro títulos en su palmarés, por lo que nadie está a una sola victoria del prestigioso parche. Inter y Manchester United tienen tres. El marcador de los finalistas es conocido por todos: Real Madrid 14 (nos lo recordará además el distintivo en la manga), Borussia Dortmund 1 (sin derecho a parche).
El arco de Wembley. La luz del fugaz verano inglés. Real Madrid de blanco. Borussia Dortmund de amarillo y con camiseta copera. En teoría, que es como consumimos cualquier partido en sus horas previas, será un espectáculo satisfactorio desde el punto de vista visual. Pero en la práctica, existen algunos secretos estéticos —mitad casualidad, mitad cábala— que acercan a un equipo al éxito deportivo. Cuando llega el último acto, cualquier detalle puede marcar la diferencia.