Así viví y conté mi segunda final de Champions: no necesito una 'Orejona' para ser feliz

Escribo estas líneas desde el rápido y ruidoso metro de Londres. Apenas he dormido tres horas. Los ojos me pesan una tonelada y sufro un extraño dolor en el hombro izquierdo, a lo Bellingham. Y eso que yo no he tenido que levantar la pesada copa de la Champions. Una vez tuve en mis manos una réplica original y engaña. Parece ligera pero cuesta levantarla. No me imagino lo que debe suponer ganar seis. Sólo los más fuertes pueden conseguirlo. Pero después de un frenético fin de semana en Londres he vuelto a convencerme -por si hacía falta- que no necesito una 'Orejona' para ser feliz, porque me vale con poder contarla. Ese es mi triunfo particular. Venir a Wembley a transmitir la 15ª con líneas de texto en Relevo. Así viví mi segunda final de Champions.
Estuve en París en 2022. Londres se parece en varias cosas. Ambas son ciudades mastodónticas -palabra que corre a cuenta de Rodra-, con miles de cafeterías y locos en el metro. Y en ambas gana el Real Madrid. La historia de nunca acabar con los chicos que se visten de blanco y van conquistando Europa. Este año tiraron de un alemán para derrotar a Alemania. La gente recordará a Kroos por sus pases y su elegancia. Yo me quedo con su celebración de Cardiff, que repitió ayer. La demostración de hombre de un semidiós del fútbol.
Pero también hay diferencias. Muchas. Para empezar, que en Londres los controles de seguridad están para cumplirse. Y que por las calles de los Rollings y The Clash me acompañaba una estrella en ciernes. Ir de viaje con Rodra puede desesperar. No me gustan las cosas que no entiendo y él hace muchas de esas. Pero también es alegría, ingenio y ayuda. Disfruté a su lado, aunque se pasó gran parte del viaje pensando en dormir y preguntando a todo el mundo que de dónde venía. Sabemos que lo hace para ligar, aunque no quiera reconocerlo y lo camufle convirtiéndolo en hilos de X.
Haré un pequeño resumen de mi itinerario: aterricé, me subí al primero de los mil trenes y metros que tomé, me comí un fish and chips sin gluten, subí a un piso 45 a 100 kilómetros por hora, conocí a Maheta Molango, me acerqué al Big Ben, recogí mi acreditación, me comí un pollo piri piri en Nandos, escuché a Ancelotti, vi a Kroos entrenar por última vez, comí langosta, conocí la Nuit londinense (Loop), bebí zumo de manzana, me junté con muchos madridistas y también muchos borussiers, me encontré con Charly, Edu, Javi y Eric en Wembley y vi al Madrid ganar la 15ª. Estos viajes dan para mucho.
Me quedo con un momento en mitad del caos y la música de Lenny Kravitz: mi hermano repitiendo ritual y diciéndome la envidia que le daba, como ya hiciera en 2022. Pero esta vez nos prometimos que la próxima vendría, y nos traeríamos a mi sobrino Juanra. Quiere que se curta "en el noble arte del madridismo".
Mi verdadera final va a llegar en 15 días, la que tengo más ganas de jugar. Estoy en ese momento en el que Ancelotti dice que hay que disfrutar, que ya llegarán los nervios y la preocupación. Y después, la Luna de Miel, la misma que vive Carletto en el Real Madrid y en la Champions. Espero que a mí me vaya tan bien como a él.