Las lágrimas de Lamine iluminan el futuro del Barça
Xavi tuvo que sacrificarle tras la expulsión de Araujo.

Si al barcelonismo le hubieran dicho en el mes de agosto que en abril lamentaría que Xavi sustituyera a Lamine Yamal en unos cuartos de final contra el Paris Saint-Germain, probablemente hubiera preguntado quién es Lamine Yamal. A la media hora de juego, tras la expulsión de Araujo, Xavi lo sacrificó para dar entrada a Iñigo Martínez. El canterano se fue triste, impotente, y se le vio hundido en el banquillo.
"No merecimos encajar un gol en los primeros minutos, pero lo encajamos", comentó Luis Enrique al final del partido. La justicia, ya se sabe, pocas veces interviene en el mundo del fútbol. El planteamiento del asturiano puso en jaque la salida de balón del Barça. Pero en una acción en la que Araujo logró conectar con Lamine, el canterano llevó al equipo al gol. Recibió en tres cuartos y hundió a Nuno Mendes hasta línea de fondo. Lamine puso el gol en bandeja a Raphinha.
El Barça se encontró antes con el gol que con el juego, pues le costó resolver la encrucijada que le planteó Luis Enrique y optó, con matices, por replicar el plan de París. La expulsión de Araujo lo cambió todo. Xavi dudó sobre qué pieza sacrificar para dar entrada a Iñigo Martínez, que firmó una buena actuación al lado de Cubarsí. "No me quedó otro remedio, aun con toda la pena del mundo", afirmó el entrenador. Uno de los méritos del canterano es que durante estos meses el barcelonismo apenas ha reparado en la ausencia de Dembélé.
Lamine Yamal was heartbroken 💔😔 pic.twitter.com/XyOSDn8vbo
— Managing Barça (@ManagingBarca) April 16, 2024
"He tenido la duda de si quitar a Lamine u otro del medio del campo [De Jong, Gündogan o Pedri]. Estaba haciendo un gran partido. Al final es la teoría de la manta corta: ¿por dónde tiro? Hemos intentado defender, pero no es nuestro fuerte", valoró Xavi. Como ya hizo en París en el último tramo de encuentro, prefirió mantener la intensidad, piernas y trabajo defensivo de Raphinha sobre el verde. En el Parque de los Príncipes le salió bien. En la vuelta, los nervios y la precipitación acabaron despertando a los blaugrana del sueño.
El nacimiento de una nueva generación
Cuando el cartelón anunciaba el número de Lamine, Montjuïc le ovacionó como consuelo. Xavi aprovechó para dar indicaciones a la defensa, pero cuando el de Rocafonda pasó por su lado se acercó a animarle. También Òscar Hernández se levantó para darle cariño. Lamine se hundió en el banquillo, encapuchado. Minutos después de la derrota, mandaba un mensaje a través de sus redes sociales: "El fútbol siempre da revancha, volveremos".
La eliminatoria sirvió para que el Barcelona se demostrara a sí mismo que, a pesar de que el marcador terminó siendo abultado, ya puede mirar a Europa con otros miedos. Con más ilusión que miedo. Lamine encabeza una generación que no ha vivido el pánico en Champions, a quien las cicatrices del pasado todavía escocían cuando los escenarios se volvían abruptos.
Desde que el Barça fue descubriendo nuevos fondos en sus continuadas caídas, de la ilusión nacieron mensajes de esperanza que no terminaron de cerrarse. Un ejemplo, el "hemos vuelto" de Gerard Piqué tras el histórico 0-4 del Barça de Xavi en el Santiago Bernabéu. Un mes después, la hiriente imagen contra el Eintracht. La forma de caer contra el PSG deja tintes muy distintos a otras eliminaciones.
El barcelonismo puede mirar al futuro con algo más de optimismo porque está naciendo una nueva generación. Sin los vicios y los miedos del pasado. Lamine ha demostrado estar preparado para competir y ser determinante en los escalones más altos del fútbol mundial. Y lo hizo delante de Mbappé, nueve años mayor. Cubarsí, por su parte, de detener a los delanteros más imponentes. Fermín, de querer consolidarse como revulsivo. Y a su lado, unos Pedri o Gavi que ya parecen veteranos. En la impotencia del sustituido Lamine se refleja la ilusión del barcelonismo.