Medio planeta se aferra a Juanito y el otro medio, a las 'no remontadas' que también sufrió el Bernabéu y se olvidaron
Se alaban las proezas del Madrid tras despeñarse en los duelos de ida y algo menos las frustraciones en el intento a las que se agarran los 'anti' junto a un dato: nadie hizo tres goles a este Arsenal.

Los periodistas más veteranos que aún habitan en las redacciones siempre recuerdan, fruto de su experiencia, que la religión con más fieles en el mundo es el madridismo. Y, además, no hacen más que recordar que la segunda, por encima incluso del ideario cristiano, es el antimadridismo. Por eso, justo en unos días donde la fe marca el paso, es de justicia darle el mismo peso en las conversaciones.
Medio planeta —con aficionados, medios de comunicación y creyentes incluidos— desempolvan durante estos días las hazañas del Real Madrid en diversas eliminatorias a tumba abierta a lo largo de su historia. El resultado de la ida de los cuartos de final de esta Champions en Londres ante el Arsenal (3-0) les ha empujado a transformar el enfado de la primera reacción en la esperanza que ya soma en la previa. Por eso airean, publican e invocan con orgullo y fe aquellos partidos legendarios, sobre todo en Europa, que nacieron con un duelo ante el Derby County en 1975 y siguieron con el espíritu de la Cofradía del Clavo Ardiendo. Se ven, con razón, capaces de volver a hacer lo impensable.
Mientras, la otra parte del globo —con antimadridistas, una buena corte de periodistas y ateos entre sus filas— también existe aunque no lo parezca. Y tiene similares rutinas que el bando sublevado en la clandestinidad. Son básicamente las de bucear en la hemeroteca —entre nervios, ansiedad y miedo a desempolvar otra vez los fantasmas— con el objetivo de encontrar esas otras noches en las que el Santiago Bernabéu también esperaba la proeza de sus héroes y, por contra, se llenó en una bañera de agua helada. Porque las hay, aunque las otras gestas populares las hayan sepultado en el olvido. Se ven, con razón, capaces de que vuelva a imponerse la lógica.
A la Generación Z le parece imposible en la actualidad, pero el Real Madrid no siempre se ha salido con la suya. Esta misma semana, sin ir más lejos, en la protocolaria comida a mediodía en la planta inferior que existe en cualquier periódico, algún seguidor de Cristiano se enteró de que el equipo blanco, su equipo, había perdido dos Ligas consecutivas en Tenerife en el último suspiro del último partido. Es lo que tiene acostumbrarse al éxito y que nunca le abandone ese perfume. Por eso, igual algunos no conocen el gatillazo de 1965 ante el Benfica. O el de 1987 contra el Bayern. Si acaso, habrán escuchado el mazazo ante el Real Zaragoza en la Copa del Rey. O el disgusto contra el Borussia Dortmund de un imberbe Lewandowski. El Madrid también ha tenido sus disgustos en el noble gesto de remontar a la heroica que ya tiene meritoriamente patentado.
Las carajas
Los desfallecimientos del Madrid en los partidos de ida con eliminatorias a doble partido no son nuevos. Ni tampoco es casualidad que uno de los más sonadas llegara justo la primera temporada sin Di Stéfano. Fue en Lisboa, en la ida de los cuartos de final de la Copa de Europa de hace ahora, nada más y nada menos, que 60 años. Esa noche, Eusebio pasó por encima del equipo de Miguel Muñoz hasta endosarle un 5-1 que dio la vuelta al mundo. Y en el segundo careo, disputado tres semanas después ante 100.000 espectadores, el Madrid se quedó a medias (2-1). Y eso que Grosso encendió a Chamartín con un tanto a los 10 minutos. La Pantera empató antes del descanso para amansar definitivamente a las fieras.

El siguiente gran disgusto, cuando se necesitaba una de estas hazañas descomunales, llegó 22 año después, en 1987, con el Bayern como bestia negra. Y esta ocasión fue aún más dolorosa por tratarse de las semifinales. El Madrid cayó con estrépito en Múnich en el primer partido (4-1), con aquel feo pistón de Juanito a Matthäus que le costó la expulsión y perderse la revancha. Sólo 15 días más tarde, otra vez con el Bernabéu hasta la bandera, la Quinta pinchó en hueso. Pese al gol de Santillana en el minuto 28 que hizo soñar al personal y la expulsión de Augenthaler con una hora de juego por delante.
Pero las batallitas a las que puede agarrarse más de uno no son sólo del siglo pasado. En el actual, el Madrid también ha tenido otras noches gélidas pese a la hoguera en la que había logrado convertir su estadio. Una fue especialmente dura, tras haber vuelto a invocar a Juanito por esa fiebre que contagió tantas y tantas noches en las que las cosas salieron a pedir de boca: fue ante el Real Zaragoza en la Copa. Un traspié que escoció igual que uno europeo. El equipo de Víctor Muñoz se había impuesto al Madrid en La Romareda por un espectacular 6-1 en la ida de las semifinales de la temporada 2005-2006. López Caro, entrenador en aquel momento tras sustituir a Vanderlei Luxemburgo, explicó recientemente en Relevo aquel siniestro total con detalle: "No digo que no me centré, lo hice, pero no me expresé… Los jugadores no entendieron la situación. Nos encontramos a un Zaragoza muy fuerte...".
Y en la vuelta, pese a estar a un gol de un resultado de leyenda, volvió a quedarse con la miel en los labios. A los 10 minutos, el marcador ya indicaba un 3-0, pero los Milito y compañía aguantaron. Recibieron el cuarto en contra en el minuto 60 y, desde entonces y para sorpresa de todos, se mantuvieron firmes. Tomás Roncero, juanitólogo por excelencia, escribió aquel día en el AS una deliciosa y sentida contracrónica de las suyas con una bufanda del Madrid en el cuello y lágrimas en los ojos. Arrancaba su texto con una emotiva carta al ídolo, con tanto dolor como agradecimiento, porque la gente hubiera honrado de tal manera su memoria: "Querido Juanito...". Aquella resistencia del Real Zaragoza, por cierto, llegó únicamente a buen puerto de manera provisional. En la final, el Espanyol les endosó un contundente 4-1.

Aún duele
El último gran chasco para el madridismo en enfrentamientos a la desesperada de este tipo llegó en la campaña 2012-2013. El Madrid, como ha hecho otros cientos de veces, se dejó ir en el partido de ida de las semifinales ante el Dortmund convencido de que era claramente favorito. Lewandowski, con sólo 24 años pero la misma voracidad goleadora que ahora, le hizo cuatro tantos al equipo de Mourinho (4-1). El empate de Cristiano en el primer tiempo, cuando entonces aún tenía valor doble en campo contrario, animaba a creer. Así que el club puso todos sus mecanismos en marcha para calentar esa semana. La busiana en la plaza de Sagrados Corazones fue épica. Como en las grandes ocasiones. Pero ni siquiera eso valió. Necesitaba tres goles y se quedó en un 2-0. Ramos marcó en el 82' y Benzema en el 88'. Lástima que en el descuento la delantera fallase lo infallable.
Del resto de eliminatorias en las que el Madrid iba en desventaja, con tanteos muchos más ajustados que el que tiene que levantar ahora, hay registros para todos los gustos. Los tienen por ahí mil veces repetidos con todo tipo de desenlaces. Desde el 2000 cayó en nueve ocasiones y superó el reto en otras cinco de ellas, algunas de manera increíble. Pero eso vale de poco con el actual Real Madrid, capaz de estar muerto y resucitar al instante como han podido comprobar últimamente el Bayern, City y PSG, entre otros muchos.
Como tampoco es demasiado relevante escarbar en los resultados que el equipo de Ancelotti ha logrado esta temporada para analizar cuántas veces fue capaz de marcar tantos goles como para llevar esta eliminatoria ante el Arsenal a la prórroga (en 10 ocasiones, por cierto) o incluso obrar tales goleadas que hasta le sobraría tiempo reglamentario (4-0 ante Osasuna, 5-1 al Salzburgo, 0-5 ante la Deportiva Minera...). Ni, además, tiene mucho sentido decir que nadie, absolutamente nadie, ha sido capaz de hacerle tres goles a este Arsenal. Ni siquiera en sus siete derrotas de esta temporada. Como mucho dos goles encajados y pare usted de contar.
Pero la creencia mueve montañas. E igual, quién sabe, esta catarata de datos es válida para aligerar estas horas angustiosas hasta que empiece el esperado partido.
Aquí, con 90 o 120 minutos por delante, vale de poco el pasado y la estadística. Gafes, contragafes, filias y fobias aparte, y dando por hecho que en España una mayoría querrá que pase a semifinales un equipo español (...), al menos es interesante ponerse en la piel de todo el mundo y no sólo de la mitad de la población. Si hay fe, y ésa es la grandeza del fútbol, lo justo es que exista para todos, madridistas y antimadridistas. Hoy, al final del día, medio planeta estará contento. Y tal y como están las cosas no es poco ni desdeñable. Suerte y tila.