Múnich y una cerveza en la sala de prensa me recordaron por qué me hice periodista deportivo

Visitar el Allianz me hacía especial ilusión. Era un tick indispensable en mi lista de estadios. Siempre he escuchado a mi abuelo o a mi padre hablar de Múnich con miedo. Como si allí te enfrentases contra demonios y no contra futbolistas. No es para menos cuando te pasas una vida sin ganar allí. Pero mi percepción es diferente. Principalmente porque vi cómo Ramos y Cristiano lo conquistaron en aquel memorable 2014. Esta vez Vinicius tomó su relevo y me confirmó que no me equivoco. En Alemania las nuevas generaciones enseñan el camino.
El Bayern tiene grandeza. Como una ciudad de Múnich que enamora. La gente es feliz. Va en coches caros y come bien en cualquier sitio. Hubo algún que otro periodista español que de cuatro comidas en tres pidió codillo, plato típico. Y otro que se dedicó a robar todos los pretzels que podía, de los restaurantes al buffet del Allianz. Dejo a la imaginación de cada lector los responsables de tales tropelías.
La sala de prensa me sorprendió más que nunca después del partido. Se trata del primer campo de Europa al que acudo en el que los periodistas, como si de un bar se tratase, se quedan un par de horas después del pitido final bebiendo cerveza. En las mesas ya no se veían ordenadores o micrófono, sino Paulaners. Invita el club.
Porque la grandeza del Bayern va más allá de los títulos. Los gestos, la gente, el trato… Hasta para echarte del estadio lo hacen con tacto. Todo es muy fácil allí. Sin duda, el equipo de Europa que más se parece al Madrid, pero incluso en Chamartín podrían tomar nota. ¿Por qué la afición del Bayern puede escuchar a prácticamente todos sus jugadores, cuerpo técnico y directiva después de una semifinal de Champions y en el Bernabéu ni siquiera los ves pasar?
Por último, el detalle no menos importante de que pude conocer a Pablo Laso. Me dejó la sensación de que podría tomar las riendas del Bayern de fútbol cuando se marche Tuchel y no desentonaría. Carisma y personalidad sin perder la amabilidad después de 22 títulos. Seguro que sus famosas Lasinas asustarían mucho más a sus jugadores si las diera en alemán. De momento no controla el idioma.
Me preguntan mucho si disfruto de estos viajes. Lo cierto es que no siempre. El ritmo frenético del corresponsal no te permite demasiado respiro. Como si la noticia estuviese pasando delante de tus ojos sin que te des cuenta. Y la cosa se ha complicado con la búsqueda del vídeo viral. Pero la realidad es que en Múnich me lo pasé en grande. Me recordó por qué me hice periodista deportivo. La ciudad, el Bayern y Vinicius me ayudaron a valorarlo.