Oriol Romeu y las dudas ante su primer gran reto europeo
El de Ulldecona no tuvo su mejor partido ante el Oporto y evidenció las carencias del Barça para construir desde atrás.

El primer gran test de la temporada no llegaba en el mejor momento para los azulgrana. Si bien el pasado curso el Barça se enfrentó al Inter sin Koundé ni Araújo, este partido ante el Oporto en Do Dragao llegaba sin Pedri ni De Jong, lo que redoblaba la apuesta por el centro del campo al no contar, tal y como dijo Xavi, "con los dos mejores jugadores para tener el balón". Sin su escudero en la base, Oriol Romeu sería el titular como mediocentro en el partido más exigente de la fase de grupos. ¿Qué pudimos aprender?
Europa no regala tiempo. La élite lo minimiza al máximo, y exprime los espacios para que solo brillen los futbolistas capaces de sobrevivir pensando muy rápido. De no hacerlo, los equipos deberán compensar esa lentitud gestual con apoyos cercanos, un trabajo colectivo que minimice las carencias para proteger al futbolista. Oriol Romeu sufrió, como todo el equipo, en su visita a Oporto. Jugando como mediocentro en un 4-3-3 de distancias muy largas, el 4-4-2 que planteó el rival le dificultó mucho sus maniobras recibiendo de espalda, porque tanto la doble punta de Conçeiçao como el salto de alguno de los dos mediocentros, le dificultaba el poder maniobrar en esa zona. Y el Barça se ahogó.

De los 50 pases que intentó el mediocentro, solo 12 fueron en campo rival. El Barça tuvo el 56% de la posesión, lo que implica que la mayoría del tiempo fue en su propia mitad del campo, sin capacidad para hundir al bloque rival, y en este escenario, a Romeu no se le puede exigir que lidere la salida de balón porque no debe ser su status. El propio pivote de Ulldecona ya señaló después del empate en Mallorca que uno de los problemas del equipo de Xavi era que tenían poca posesión en campo rival, y eso empobrecía su transición defensiva porque no daba tiempo al equipo a asentarse. Ante el Oporto volvió a suceder.
La pulcritud a la que se refiere muchas veces Xavi Hernández la ejemplifica Gündogan, al que el culé le sigue mirando con recelo porque no está viendo en él al centrocampista que marcó diferencias en el Manchester City. Y es lógico. Porque el equipo le fuerza a ser menos decisivo, lo aleja de su mejor zona de influencia y le da peores herramientas para desarrollar su fútbol. Ahora no se trata de ser decisivo, sino de sobrevivir, y Xavi le dio las llaves del centro del campo a los 20 minutos tras ver el naufragio del equipo en esa primera fase. No se puede minimizar lo que hace Gündogan en este Barça, porque es la fluidez del equipo.
En el Barça existe cierta preocupación con los datos físicos de Romeu, que están siendo de los más bajos de la competición. Y eso se agrava si el FC Barcelona es un equipo largo, que expone constantemente a Gündogan y Romeu en saltos desmedidos y referencias que se cuelan a su espalda con facilidad. En vez de protegerlos, el equipo los expone, y las costuras se ven el doble.
Oriol Romeu recibe con mucho espacio y tiempo, pero la Champions invalida los controles que te obligan a frenarte y recapacitar. En Liga, el error puede ser corregido, pero la mejor competición de clubes penaliza al futbolista que piensa más de la cuenta y que no fija la pelota con el primer control.
El partido de Romeu y la respuesta colectiva del equipo, que se tradujo en retrasar a Gündogan y liberar a Gavi por delante, dejará muchas más preguntas para el futuro a corto plazo del Barça. ¿Quién será el mediocentro cuando regresen Pedri y De Jong? ¿Cómo se estructurará el equipo con todos los centrocampistas disponibles? El Barça todavía no tiene forma porque para ello se necesita que los jugadores más importantes del equipo coincidan en tiempo y espacio, algo que hasta la fecha, a cinco de octubre, todavía no ha sucedido ni un minuto.