OPINION

'El Pupas' y el final más cruel del hechizo del Cholo Simeone

El argentino parecía el elegido para romper el gafe de la Champions; pero también a él, que ha ganado todo lo demás, se le han aparecido los fantasmas.

Simeone, en una imagen del partido contra el Bayer Leverkusen en el Metropolitano. /BERENGUI/ DEFODI / GETTY
Simeone, en una imagen del partido contra el Bayer Leverkusen en el Metropolitano. BERENGUI/ DEFODI / GETTY

El argentino parecía el elegido para romper el gafe de la Champions; pero también a él, que ha ganado todo lo demás, se le han aparecido los fantasmas.

Los fantasmas pueden alejarse por un tiempo, pero jamás desaparecen del todo. El destino ha dado otra vuelta de tuerca al fatalismo atlético en Europa y se ha cebado con el Chamán rojiblanco de la forma más cruel posible. El Cholo Simeone, en caso de ser su última aventura con los colchoneros en la Champions, el tiempo lo dirá, no se merecía este final.  

Él ha sido durante más de una década el antídoto para el veneno de 'El Pupas', el hechicero que pudo con casi todo, salvo con los perversos guiones en las finales de una competición creada a imagen y semejanza de sus vecinos. El gol de Ramos en Lisboa, cuando todo había acabado; el penalti de Juanfran en Milán... El argentino parecía el elegido para romper con los gafes europeos, pero también a él, que ha ganado todo lo demás, se le ha subido a las barbas el que reparte los naipes de la gloria.

Desde el primer minuto contra el Bayer Leverkusen dirigió a la orquesta del Metropolitano como en los días grandes, y las masas respondieron a cada estímulo. Las fricciones de los últimos tiempos se aparcaron y volvió la comunión absoluta entre la grada y el argentino. Creyeron incluso después de que el árbitro pitase el final del partido en un ejercicio espiritual jamás visto. Y la fe del Cholismo desafió a la ciencia para cobrar un penalti a título póstumo. Pero era una trampa. Otra más en la mochila de un club cuya historia está llena de mártires.

Simeone, con el brazalete de capitán del Atlético.  JOHN WALTON / GETTY
Simeone, con el brazalete de capitán del Atlético. JOHN WALTON / GETTY

El Cholo asumió desde su llegada el rol de salvador. Primero en el verde, cuando abrió la lata de cabeza contra el Albacete en la Liga de Antic en el 96. Después en el banquillo, cuando cerró la herida del Atlético de Manzano, eliminado en Copa por el propio cuadro manchego, en aquel diciembre de 2011. Fue el mejor regalo de Navidad para un club que desde su llegada se ha acostumbrado a ganar títulos y a tener una estabilidad entre los mejores de España y del Viejo Continente.

Como en toda relación longeva, hay síntomas evidentes de desgaste y hay detalles palpables de amor. La esperanza última de los colchoneros era ver a Simeone levantar la Champions, el talón de Aquiles de una afición que hoy ha vuelto a resucitar sus fantasmas. El Cholo los conoció vestido de corto, cuando sufrió de cerca el penalti errado por Esnáider contra el Ajax, en los cuartos de final de la Copa de Europa del 97. Y los ha vuelto a padecer de técnico.

Ni el más pesimista del Metropolitano se podía imaginar esta misa final de su pastor en la Champions. El penalti fallado por Carrasco, el cabezazo de Saúl al larguero en el rechace, el remate de Reinildo a bocajarro... El eterno retorno del Pupas. Ni el todopoderoso 14 se escapa. Algunos atléticos piden en frío la llegada de un triatleta para la transición; pero en caliente hoy todos corrían la banda con cada aspaviento del Cholo. Nadie representa mejor la esencia atlética. La última palabra siempre la tendrá el Chamán.