Cuando los títulos del Real Madrid se celebraban entre chuletones, puros y con famosillos variados
La séptima Copa de Europa del Madrid, la primera en color, tuvo una celebración algo rocambolesca en el Asador Donostiarra tras una ruta por Madrid sin autobús pero con descapotables.

Cuando el Real Madrid ganó la séptima Copa de Europa era todo tan nuevo que no quedaba otra que ir improvisando. "La Juve tuvo un gesto con el Madrid y le dio sus botellas de champán, ya que ellos no podían celebrarlo", recuerda Antolín Murias. Los italianos eran favoritos para el título y, del mismo modo que ya sabían que un autobús podía ser una imagen de modernidad, también entendían que una celebración, sin champán, es menos.
Antolín Murias sabe lo del champán porque estaba en Ámsterdam, como había estado antes en tantos y tantos viajes del Real Madrid. No solo es un gran aficionado, que obviamente sí, sino que tenía la costumbre de alimentar a la tropa cuando tocaba noche europea. "Nosotros llevábamos bocadillos para todo el avión en todos los partidos de Europa, primero mi suegro y yo, luego mi hijo y yo y ahora ya mi hijo solo", explica. Él es un clásico de la restauración madrileña, pues es el propietario tanto del Asador Donostiarra como del Mesón Txistu, quizá los dos locales más futboleros de la ciudad.
Porque en Madrid el fútbol de élite está muy asociado a esa gastronomía vasca de plato de jamón de entrante, tomate y ventresca y, para terminar, chuletón terminado en plato de barro. Locales con vigas de maderas y millares de fotos de famosos que alguna noche cenaron allí entre las que destacan, sin duda, las de los futbolistas del Madrid y el Atlético. Tan importante fueron estos sitios en una época para ambos equipos que el Real Madrid, en una de sus noches más grandes, la de la séptima, terminó su ruta en el local de Infanta Mercedes.
Pero antes de eso, y como recuerdo a lo que era todavía una liturgia por hacer, llegó el desfile. Era jueves 21 de mayo, pues en aquellos días las finales se jugaban todavía en miércoles. Los blancos habían pasado la noche anterior en Ámsterdam, en una cena peculiar en la que se dejó pasar aficionados para hacerse fotos. Quedaba todavía el paseíllo por la ciudad, entregarle la copa a la Cibeles, algo que hoy cualquier madridista se sabe de memoria, pero que en aquellos días era más una improvisación que otra cosa.
No hubo autobús para los jugadores ni se pasó por el Ayuntamiento o la Comunidad. A cambio se creó una curiosa comitiva de unos coches descapotables Chrysler, ocho verdes y uno blanco en el que viajaban los capitanes y la copa. Si creen que esto es una genialidad publicitaria de la marca americana, que sin duda lo parece, nada más lejos. En realidad la directiva consiguió in extremis esos coches y antes de dar con ellos tanteó a BMW y a Mercedes, pero no tenían unidades suficientes para acoger al equipo. Los automóviles se los terminaron regalando los directivos a los jugadores, o por lo menos eso cuenta la prensa de la época.
El equipo llegó a Cibeles a las 22.00, allí había centenares de miles de madridistas y muy poco protocolo. Donde hoy hay una plataforma bien plantada a la que se sube el capitán, por entonces no había nada, tampoco medidas de seguridad para proteger la estatua. Los futbolistas escalan sin más por la piedra blanca, llenos de banderas y con la copa. La noche anterior, con la misma imprevisión, habían tenido lugar importantes disturbios.
Y de la Cibeles al Asador, que era como volver a casa: "Nuestra relación con ellos era muy cercana, muy entrañable, coincidió antes la época con pocos extranjeros por equipo y todo era muy familiar, muchos jugadores han estado en la comunión de mis hijos, yo estado en la boda de ellos… era una relación muy familiar".
Antolín recuerda que era fácil encontrarse algún jugador del Madrid en sus locales, pero lo de aquella noche fue otra cosa. "Fue una auténtica locura, un desborde brutal. También porque pilló un poco de sorpresa, no eran favoritos, y tampoco se organizaba nada por superstición, basta que prepares algo para que al final no salga", comenta.
"Cuando vinieron al Asador estaba previsto que vinieran no sé si doscientas personas o así, pero al final fueron más de 400, hubo mucha gente a la que tuvimos que buscarle espacio en el Txistu porque no cabían", cuenta.
En la revista Extra Real Madrid, la oficial del club, se puede ver una doble página con fotos de aquella noche. Panucci se fuma un purazo, Hierro bebe del trofeo, Cañizares y Redondo van con camisetas negra y comparten mesa con Karanka. Entre los invitados aparece la actriz Carmen Morales y en los vídeos de la entrada se puede ver a Los del Río, que por ese entonces son mundialmente conocidos gracias a la Macarena.
Muchos jugadores, mucha prensa y mucho famoseo, pero el héroe tenía nombre balcánico. "La entrada de Pedja al Asador fue… no sé explicar el volumen de gente que había, no podía pasar por la zona del bar y en la calle había… no sé, como si fuera la Cibeles la puerta del Asador", recuerda Murias.
Hubo un pequeño discurso de Lorenzo Sanz, que en los días siguientes paseó la copa por periódicos, televisiones y radios, sacando pecho de un año que parecía revirado pero que terminó siendo historia. En aquella gira también hay anécdotas varias que recuerdan que el club no era la empresa más organizada del planeta. Cuando acudieron a una televisión el presidente llegó sin la copa y, como eso no podía ser, uno de los trabajadores cogió el coche y se fue a por ella. Siempre recordará, cómo no, lo que fue ir por la ciudad con la copa abrochada con el cinturón de seguridad en el asiento del copiloto y la gente de alrededor tocando el claxon.
La alegría del título europeo era desbordante en las calles, pero no tan clara en la expedición. Dicen las crónicas de la época que el avión de vuelta fue festivo, ma non troppo "Es que coincidió conque ese año en liga se hizo una temporada muy mediocre", rememora Murias. El ambiente no era el mejor y ese sería el último partido de Heynckes como entrenador del Real Madrid. Ni siquiera la locura de Ámsterdam podía salvar su cabeza.