Las horas más duras del antimadridismo mediático: "Si estos últimos años han sido duros, lo que viene prefiero no imaginarlo…"
Indiferencia, resignación y el deseo de que el Real Madrid no gane un nuevo trofeo: cinco portavoces de la nación antimerengue debaten y rebaten el absolutismo madridista.

A una semana de la final en Wembley, la nación antimadridista vislumbra la ominosa posibilidad de la 15ª. Rodeados por el ambiente de nítida tendencia a lo inevitable, a sus próceres más significativos les importa poco si el Madrid gana 14 o 24 Champions. Entiéndase: preferirían que no ocurriese, desde luego. Pero ni la insistencia de las victorias blancas ni la reverberación hagiográfica agrietan la acerada postura de un colectivo compuesto por personas de gran bravura dialéctica. El paso atrás no se concibe ni para tomar el impulso, como diría el otro. Entonces, ¿cómo afrontan los antimadridistas este nuevo capítulo del absolutismo merengue?
En una panorámica de salida encontramos la enmienda total de Cristóbal Soria, exdelegado del Sevilla y polemista en El Chiringuito de Jugones: "¿Indiferencia? En absoluto. Lo vivo de la forma menos mala posible: yo no me considero antimadridista, pero quiero que pierdan hasta los aviones", apunta. Al otro lado del arco, el periodista (y atlético) Iñako Díaz-Guerra afecta una resignación irónica: "Con la Champions de hace dos años rebasamos nuestro umbral de dolor. Fue insoportable. Este año he notado que me ha dolido menos: a todo te acostumbras y ya casi te lo tomas a risa".
Hurgando en el antimadridismo periférico llegamos a quien fue presidente del Valencia, Paco Roig: "¿La final? No me llama mucho. Yo soy del Valencia: cuando juegan el Madrid y el Barcelona quiero que pierdan los dos", reconoce. Joan Gaspart, expresidente del Barça y culé sin fisuras, opone el orgullo del rival directo: "Lo vivo exactamente igual a como lo vive un madridista cuando la final la juega el Barça, ni más ni menos". Y desde Gijón, el músico y escritor Igor Paskual envuelve en matices racionalistas un cierto síndrome de Estocolmo: "El Madrid se ha convertido en el poderoso que te defiende de otros más poderosos. Es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta", resume con una carcajada.
Aunque todos se han declarado antimadridistas, uno siente cierto remilgo cortés al colgarle una etiqueta a quien se presta a este juego con abierta amabilidad. En el neo fútbol esterilizado de hoy, donde los clubes miden y dirigen cada palabra, aún se acusa más el contraste con la predisposición y el desenfado de Joan Gaspart o Paco Roig, dos de aquellos presidentes arquetípicos de los 90, pasionales y de dialéctica afilada: "Estoy aquí tomando algo con unos amigos, pero si quiere le contesto ahora mismo", responde Roig. Uno se imagina el soleado mediodía valenciano. Gaspart también acepta el guante con exquisita corrección: "Claro, dígame… ¿qué quiere preguntar?".
"Todos sabemos cómo piensa cada uno", dice el expresidente barcelonista, hilando frases cortas para trufar el silencio telefónico de elipsis y sobreentendidos. A través del hilo uno advierte su forma de medir el peso de cada palabra en las preguntas, para luego descomponerlas con el filo distinguido y concreto de un lord en una práctica de esgrima: "Óigame, el año pasado el Real Madrid no ganó la Liga, la ganó el FC Barcelona. Y no hubo suicidios. Este año es al revés y no pasa nada, esto es el fútbol". Bien, don Joan, pero nos queríamos referir a la Champions, a Europa, etc.: "Es verdad, han ganado más y pueden ganar otra -concede Gaspart, antes de apuntar-. De todos modos, me ocupo más de la final de la Champions femenina, que va a jugar el Barça. La del Madrid no es mi problema".
"Yo soy del Valencia y antimadridista desde la cuna: cuando juegan el Madrid y el Barcelona quiero que pierdan los dos. Dicen que el Madrid es un club señor... pero de eso nada"
Expresidente del ValenciaEl característico estilo insinuador de Gaspart encuentra su antítesis en los explícitos argumentos de Cristóbal Soria, quien desde Miami envía soleados cañonazos: "¿Cómo lo vivo? Pues cuando pensaba que la flor en el culo de 'Zizou' se había acabado, llegó la Decimocuarta con los fenómenos paranormales. Y ahora esta nueva final en forma de ayuda arbitral. ¿Qué hago? ¿Me doy cabezazos contra las paredes?". Y se queda también callado, antes de añadir con su característica sorna: "Bueno, ahí lo tienes todo ya, ¿no?".
Y es verdad: ese párrafo encapsula la esencia argumental del antimadridismo más exacerbado, que considera la leyenda del Real Madrid de acuerdo a la definición de la RAE: "Una relación de sucesos que tienen más de tradicionales o maravillosos que de históricos o verdaderos". Tomemos, por ejemplo, la Champions de 2022, la serie de eliminatorias contra el PSG, el Chelsea y el Manchester City. Con el relato épico del madridismo, la mística del Bernabéu y el campeón bigger than life, Soria elabora un denso rebozado de vitriolo: "Todo eso es una historia que no tiene ni pies ni cabeza, ningún sentido. Las remontadas no se las cree nadie, son un bulo, una leyenda urbana".
"Cuando pensaba que la flor en el culo de 'Zizou' se había terminado, llegó la Champions de los fenómenos paranormales: las remontadas no se las cree nadie, son una leyenda urbana"
Contertulio de El ChiringuitoHoras antes del partido de vuelta de semifinales contra el Bayern, el tío Soria -la tercera persona jocosa para hablar de sí mismo- había advertido en un vídeo mordaz. "Probablemente no tenemos el cuerpo preparado para lo que se puede venir en la tonight. No lo quiero ni pensar", decía, añadiendo el famoso gesto de Cristiano cuando aquello del "roba esto, caralho". Soria consideró cumplida su profecía por la noche con el controvertido fuera de juego que invalidó el gol del Bayern sobre el final del choque. "Podemos debatir si el Bayern fue mejor o si al final lo fue el Madrid. Pero la realidad es que el partido va a pasar a la historia por un error grosero a favor del Real de Madrid (sic)", remacha.
El episodio ratifica una idea de firmeza mineral: "Unas veces el árbitro, otras los asistentes… El Real de Madrid juega siempre con las cartas marcadas. Y cuando digo siempre, es siempre", defiende. A continuación, solicita: "Cuando pongas el nombre de ese club en mi boca, por favor escribe Real de Madrid". La cáustica denominación forma parte del discurso. Brotan los argumentos maximalistas y eso anima un leve debate ético en la mente del periodista: ¿Habría que rebatir? Pero no, no es el objeto de esta pieza. Además, uno escribe desde las provincias del imperio. Mejor no alimentar equívocos, no vayan a tomarnos por lo que nunca hemos sido.
"Yo me ocupo más de la final de la Champions femenina, que juega el Barça: la del Real Madrid no es mi problema"
Expresidente del FC BarcelonaPor ejemplo, cuando Joan Gaspart se acoge a un revisionismo histórico clásico del universo culé: la leyenda negra de las primeras cinco copas:."Aquello no era la Copa de Europa, era una competición con invitados organizada por L'Equipe, como la Copa de Ciudades en Feria y otros torneos. Ni siquiera el trofeo es el mismo. Y por lo tanto no deberían ser contabilizadas como oficiales", expone, antes de ampliar: "El primer club de España al que fue a ver L'Equipe para participar fue al Barcelona, pero el sabio de turno que lo recibió dijo que no le interesaba. Después se lo propuso al Madrid y allí lo recibió Saporta, que fue más listo y al que sí le interesó".
Aun admitiendo esas y otras clásicas anotaciones anexas (la intervención de Bernabéu en la organización del torneo, el robo de Di Stefano, etc.), el Real Madrid ha ganado ocho Champions desde 1998. "Siempre le ha hecho mucha ilusión la Copa de Europa y ha sido mejor, no hay que darle más vueltas: en otro tiempo las ganaba el Barça, ojalá pronto sea otra vez al revés", contemporiza Gaspart.
La encarnación del Mal
La fobia por el Madrid de Paco Roig, presidente del Valencia entre 1994 y 1997, se suele datar en 1996, con el fichaje de Mijatovic, héroe de la séptima Champions blanca. "A Mijatovic lo renové pagándole lo que pedía y luego el Madrid pagó la cláusula y se lo llevó, no hay más. Yo soy antimadridista desde la cuna", aclara Roig. El episodio de la violenta agresión que sufrió a la salida del Bernabéu en enero de 1996, tras un partido de Copa entre Espanyol y Real Madrid, enconó aún más su congénita aversión: "Dicen que el Madrid es un club señor… pero de eso nada: a mí no me llamó ni Lorenzo Sanz (entonces presidente merengue)". Y a continuación, dispara contra Vinicius y su escándalo en Mestalla: "Eso fue la vergüenza más grande que se ha visto, lo multaron pero Florentino le retiró la sanción. El Madrid tiene un gran presidente que manda en España. Y el Real Madrid manda en el fútbol y en muchas partes". Y deja un disparo de veneno sardónico al aire: "Tendré que hablar con Pedro Sánchez".
El carácter todopoderoso del Real Madrid aludido por Roig compone otro argumento tradicional entre sus críticos. Hace años se hizo viral José Ramón Rigal, aquel socio atlético que definió al club blanco con concreción dramática: "El Real Madrid es el Mal y al Mal evidentemente no se le homenajea", dijo en una entrevista callejera sobre si el Atlético debería hacerle pasillo al rival campeón.
Explicando lo obvio. pic.twitter.com/ZH9RYVcYYu
— José Ramón Rigal (@jrr957) May 3, 2022
En algún reportaje similar a este, Iñako Díaz-Guerra caracterizó al victorioso ejército blanco como una especie de Estrella de la Muerte suspendida sobre el paseo de la Castellana. Iñako, periodista cultural y deportivo de El Mundo después de muchos años de cobertura deportiva en As, vivió las dos finales perdidas por el Atlético en Lisboa y Milán. "La segunda duele más porque éramos mejores. Tras el gol de Carrasco, a Simeone la prórroga no le parecía mal, el colchonero sentía que íbamos a ganar. Y además… vete a saber cuándo vemos otra". Ahora admite un inevitable acostumbramiento: "Hubo un punto de inflexión: la Champions de las remontadas imposibles. Quien escribió ese guion era cruel: ves algo así en una película y te lo crees más que lo que hizo el Madrid". ¿Piensa ver la final de Londres? "La veré si no tengo otro plan, la verdad. Estas últimas Champions las han ganado en años de transición. Mi sensación es que en los próximos ganarán cinco o seis más".
"Nunca he sentido la tentación romántica de no desear que el Madrid perdiera: si juegan contra los nazis de 'Evasión o victoria', voy con los nazis..."
Periodista y atléticoLo inevitable de una condena. Cien años y un día de europaroxismo merengue. La certeza intemporal: viene a la memoria aquel célebre anuncio del Mitsubishi Montero en 1994, cerrado con la inolvidable frase de Jesús el cabrero: "Y el Madrid, ¿qué? ¿Otra vez campeón de Europa, ¿no?". A su manera, Cristóbal Soria ve también muy lejano el final de un ciclo, si se puede hablar en esos términos: "Hay que ir asimilándolo. Si estos últimos años han sido duros, los que vienen prefiero ni imaginarlos: un Real Madrid con la plantilla que tiene, el mejor jugador del mundo con ellos y la mente privilegiada del presidente… ufff". Paco Roig remacha: "El Madrid tiene un buen equipo, tiene mucho dinero. Ellos ganan y los demás no lo hacen: si hay algo especial no lo sé, no lo sé. Pero el Madrid manda en todo: en los árbitros y en todo. El Barcelona les paga y éste… a saber lo que hace", resume.
El poderoso contra los más poderosos
A ese carácter todopoderoso e influyente se referían en varias canciones Los Planetas. Con sus referencias veladas al "niñato" Raúl en Un buen día o a Jorge Valdano en El artista madridista, la banda granadina encarnó una suerte de antimadridismo indie. "En cuanto llegues al área te vas a dejar caer / que controlo el hemisferio norte, ya lo ves". Bajo sus melodías de pop noise y mensajes equívocos, la voz nasal de Jota caracterizaba a las estrellas del Madrid como "cazadores blancos con corazones negros", a los que "los árbitros les pitan casi siempre a favor".
También desde el mundo de la música ha reflexionado con frecuencia sobre el fútbol, y el Real Madrid, Igor Paskual: guitarrista de Loquillo, licenciado en Historia del Arte, autor de varios libros y articulista en cabeceras como El comercio en Gijón, Marca, As y la revista Líbero: "No soy realmente antimadridista -aclara-, lo mío no es una enmienda a la totalidad ni tengo posiciones maximalistas: como en la música, huyo de blancos y negros y prefiero todo aquello que está en la frontera".
Paskual reside en Gijón desde que su familia se trasladó a Asturias, pero en realidad nació en San Sebastián: "Mi equipo es la Real Sociedad. Y en los años 80 odiaba mucho más al Barcelona que al Real Madrid, porque mi mayor crisis fue cuando se llevaron el mismo año a Begiristain, Bakero y López Rekarte: los odiaba porque desmembraban a los demás y además estaban apoyadísimos por los árbitros. Bueno, esto los dos: el Barcelona tenía que comprarlos y al Madrid le salían gratis", ironiza. Recuerda que, sin embargo, en aquellas décadas en Europa los árbitros no le tenían precisamente ese respeto al Madrid.
En El Molinón nació el célebre grito "¡Así, así, así gana el Madrid!", a raíz de un incidente entre el madridista Isidoro San José y el argentino Enzo Ferrero, resuelto por el árbitro con expulsión del sportinguista. Ese tipo de episodios se transmiten oral y sentimentalmente. Nacho Vegas, otro músico asturiano, llegó a considerar a Juanito y Santillana encarnaciones del "fascismo" connatural al club de la Castellana. "¿Se puede ser de izquierdas y del Real Madrid?", largaba el cantautor gijonés. La pregunta, claro, no pasa el corte de la retórica.
Igor Paskual apunta: "Los símbolos se reutilizan y precisamente el Real Madrid fue un equipo significado en favor de la República. Obviamente Franco trató de aprovecharse de sus triunfos, pero en realidad Santiago Bernabéu era monárquico". En cualquier caso, Paskual alude a varias transformaciones operadas tanto por el Real Madrid como por el contexto general del fútbol: "Los clubes son seres vivos, no son siempre los mismos: el Manchester City de los hermanos Gallagher en los 90 no era ni de lejos el de ahora", dice en referencia a la pareja de hermanos de Oasis: en verdad, de lo único que podían ser campeones en aquellos años los 'citizens' era si acaso del britpop.
"El Real Madrid se ha convertido en un club poderoso con el atractivo que sólo te da el 'underground': hace que prevalezca el aura de la historia y la épica frente a los nuevos ricos del petróleo"
Músico y escritorPaskual no pierde de vista la capacidad de influencia de alguien como Florentino Pérez, claro, pero la contextualiza en la fluctuación de los centros de poder en el fútbol: "El Real Madrid ha sabido interpretar muy bien el cambio de los tiempos y, en cierto modo, se ha convertido en un contrapoder: siendo un club mainstream, la Taylor Swift del momento, resulta que ahora tiene ese atractivo que te da el underground". Frente a los jeques y los clubes-estado, "la institución más identificada con el poder ahora encarna la resistencia: vence al sistema desde dentro del sistema, y hace que prevalezca el aura, la historia, la épica y la nobleza de sangre frente a los nuevos ricos del petróleo".
Igor Paskual tiene un hijo madridista. "Vive una especie de felicidad permanente y claro, al final te alegras por él", bromea el músico. Es una postura de generosa comprensión paternal que, desde luego, no todo el mundo practica. Por lo general el hincha de un equipo quiere a su hijo acogido bajo la misma fe. Pero, simplemente, a menudo no ocurre.
En cualquier caso, la alegría vicaria aparece como postura coincidente entre varios de los rebeldes contra la dictadura de las catorce copas. En el caso de Iñako Díaz Guerra, la proximidad capitalina determina una cierta relativización por convivencia: "Soy del Atlético y madrileño, tengo muchos amigos madridistas. Nunca he caído en la tentación romántica de desear que el Madrid no pierda: si juega contra los nazis de Evasión o victoria, voy con los nazis; si juegan contra la droga, voy con la droga. Pero eso se acaba con el pitido final", resume entre risas.
Hasta Joan Gaspart admite "una pizca de alegría por amigos míos que son del Madrid". La pasión no siempre está reñida con las formas más loables de la cortesía. Ya se sabe que la amistad es la forma de amor más puro. Admitámoslo: uno puede no ser hincha del Real Madrid, desde luego. Pero lo que no hay forma humana de evitar es que algún amigo lo sea.