OPINIÓ

Cinco minutos de Amazon Prime explican el equívoco con Robert Lewandowski de estos tres años

Robert Lewandowski, durante el Clásico del Bernabéu/Reuters
Robert Lewandowski, durante el Clásico del Bernabéu Reuters

El documental tiene ya sus años ('Lewandowski - Lo desconocido', disponible en Amazon Prime), pero es divertido verlo ahora, con la distancia del tiempo y el estado de gracia del delantero polaco con Hansi Flick en el banquillo, refrendado en el último 0-4 del Clásico, donde abrió la lata del Bernabéu con dos goles. Más que nada, porque ahí se entiende qué es Lewandowski, qué ha sido siempre Lewandowski y qué no podía ser de ninguna manera por mucho que se empeñaran el presidente, el técnico y la afición en 2022. Los cinco minutos en los que se narra la llegada de Robert a Barcelona resumen todos los equívocos que se han mantenido después: un exceso de euforia, un desborde de expectativas y una comparación injusta.

Hay que tener en cuenta que Lewandowski ficha por el Barça como uno de los mejores jugadores de la anterior década, pero con 34 años recién cumplidos, uno más que el recién marchado Leo Messi. Llega, además, en plena efervescencia interna: Xavi iniciaba su primera temporada completa en el banquillo después de sustituir a Koeman, que había sustituido a Quique Setién, que a su vez había sustituido a Ernesto Valverde. El Real Madrid acababa de ganar su decimocuarta Champions League… y el Barcelona ni siquiera había pasado de octavos en la segunda competición europea.

Lewandowski, se ve en el documental, no llega como una pieza que culmine el proyecto, sino que es el proyecto en sí mismo. Xavi lo expresa de forma más o menos velada y el estadio se llena para la presentación como si Maradona estuviera pisando el campo. Y Lewandowski, a diferencia de los anteriores cracks barcelonistas -pensemos en Cruyff, en Ronaldo, en Rivaldo, en Romario, en Ronaldinho, en Messi…- es un martillo pilón, pero no es un estilista. Es un jugador decisivo en la faceta más decisiva del juego… pero necesita, como todos, un sistema y unos compañeros a la altura.

La comparación en concreto con Messi se respira en el ambiente y se explicita en un par de declaraciones. Visto con distancia, el disparate es enorme porque todo el mundo sabía que aquel hombre ni era Messi ni podía parecerse. Lewandowski era un rematador, no un creador. Lewandowski podía llevar a un equipo hecho a lo más alto, pero no podía ser la piedra en la que descansara todo un club. No lo había sido en Dortmund, donde Jurgen Klopp centraba toda la atención y no lo había sido en Munich, un equipo poco dado a la idolatría.

Y así, en torno a Lewandowski se formó un equívoco gigantesco. En su primer año, marcó 23 goles en liga y el equipo ganó el campeonato sin que dejara de oírse un cierto runrún en las gradas cada vez que el polaco fallaba una ocasión clarísima o no conseguía leer la jugada a la velocidad que lo hubiera hecho el añorado argentino. En su segundo año, las cifras no fueron mucho peores (19 goles), pero el mal juego del equipo se lo llevó por delante. Había que venderlo. A quién se le ocurría pagar ese dineral por un jugador acabado. No le metía un gol ni al arcoíris.

Tuvo que ser difícil para Lewandowski vencer la tentación de la marcha. No es un hombre carismático, de gestos gratuitos y declaraciones tribuneras. Sin embargo, se marchó Xavi, llegóFlick y estaba claro que todo iba a cambiar. Porque Flick había sufrido a Lewandowski durante años y había disfrutado de él cuando ganaron juntos el triplete de 2020. Flick entendía lo que podía exigir a su delantero y lo que no. Más allá de los 12 goles en 10 jornadas, el partido de Champions ante el propio Bayern de Munich es un perfecto ejemplo.

Lewandowski corrió, presionó, bajó balones con el pecho, fijó a los defensas, hizo una auténtica exhibición de lo que es un nueve puro que dejó a Yamal y a Raphinha con huecos suficientes para disfrutar como enanos. Lewandowski, más allá de su brillo personal -marcó un gol y bien puedo anotar otros dos más, pero falló en la definición-, es un posibilitador. Solo hay que encajar la pieza en su sitio exacto. No es cuestión de que el equipo juegue para él y que él intente rematar desde cualquier lado, sino que todos jueguen para todos y al final el delantero remache la jugada.

De prescindible a pieza clave

Parece simple, pero obviamente no lo es. La versión estratosférica de Lewandowski de esta temporada coincide con la de Raphinha, Pedri, Lamine Yamal e incluso Dani Olmo cuando ha estado sano. En otras palabras, coincide con un juego coral en el que él participa solo cuando se le necesita, no más. No hay necesidad de demostrar nada a nadie, no hay necesidad de convertirse en alguien que uno no es. Si el balón corre por el campo, si el equipo es imprevisible en su velocidad, Lewandowski está como pez en el agua, porque a rebañar en el caos nadie le gana.

Tal vez el único problema que puede encontrarse a sus ya 36 años largos es el exceso de minutos en el campo. Hablamos de un auténtico portento físico, pero el Barcelona tiene muchos partidos por delante y Lewandowski sigue sin tener sustituto: se fichó el año pasado a Vitor Roque con esa intención… pero Vitor Roque está ahora jugando en el Betis. Pase lo que pase, Lewandowski ya está teniendo su redención. Por fin, el público de Montjuic tiene delante a la estrella que tanto anhelaba. No de la forma que una vez soñó, pero igual de contundente y resolutivo.

Tanto, que la duda ahora mismo, tan solo cuatro meses después de los rumores de traspaso, es qué demonios va a hacer el Barcelona cuando su delantero se retire, por mucho que una goleada en el Bernabéu tape cualquier conversación al respecto.