FÚTBOL

El partido trampolín que convirtió a Pierluigi Collina en algo más que un árbitro: "Jamás olvidaré lo que pasó con esa afición"

En 1986, ante 5.000 espectadores, se disputó el Latina-SpesOmi (6-1), partido que supuso un punto de inflexión en la carrera del exábitro italiano, que por entonces tenía 25 años.

Aficionados checos protestan contra un arbitraje de Collina en un partido contra Países Bajos. /Getty
Aficionados checos protestan contra un arbitraje de Collina en un partido contra Países Bajos. Getty
Julio Ocampo

Julio Ocampo

- Buongiorno Pierluigi, somos de Relevo. Queremos entrevistarle para hablar del famoso partido que usted arbitró en la Regional italiana. En el estadio DomenicoFrancioni, de Latina.

- No gracias. No voy a hacer más entrevistas próximamente.

De Pierluigi Collina (Bolonia, 1960) prácticamente conocemos todo ya. Hace días concedió una entrevista con el diario 'laRepubblica', y algunos meses atrás charló con el videomaker italiano Gianluca Gazzoli (su podcast es BSMT) para el festival organizado por 'La Gazzetta dello Sport'. En ambas citó una ciudad y un partido: Latina, situada a una hora de Roma en coche. El choque fue entre el conjunto local y el SpesOmi, perteneciente a la categoría interregional. "No recuerdo perfectamente algunos choques de Champions que arbitré, pero jamás olvidaré lo que sucedió con esa afición aquel día. Me demostraron reconocimiento y gratitud", llegó a confesar el hoy presidente de la Comisión Arbitral de la FIFA.

"Más allá que jamás habíamos visto un árbitro sin pelo, lo increíble, lo realmente impactante fueron sus métodos revolucionarios. Era bueno, hablaba con los futbolistas, les explicaba el motivo de sus decisiones. Estaba siempre en el lugar adecuado. Todo el público le ovacionó al final, y nosotros -ya en vestuarios- no parábamos de mencionarle. Hasta ese día, la figura del colegiado solía ser distante. No se le podía discutir, rebatir nada. No sé, nació un feeling con la hinchada. Vimos nacer un fuoriclasse. Algo nunca visto jamás. Desde ese momento, todos aquí le hemos seguido durante su carrera", recuerda con entusiasmo Giancarlo Sibilia, entonces técnico de aquel Latina que luchaba por ascender a Serie C.

Lo hacía con una afición volcada gracias, entre otras cosas, a un importante elenco de futbolistas de la casa, algo que subrayaba aún más el sentimiento de pertenencia. Uno de ellos era Gianfranco Mannarelli, autor de tres goles ese día. "La Federación lo mandó aquí como un test. ¿El motivo? No había en Italia un campo de Serie D que metiera cinco o seis mil espectadores. Una prueba para ver cómo reaccionaba el público. ¿Sabes? Fue su trampolín. Diez minutos de ovación, pero solo porque era buenísimo. Algo único. Manejó la presión estupendamente", sentencia a la vez que traza un segmento entre el antes y el después de la goleada al SpesOmi (6-1). Sí, porque el fútbol cambió para siempre.

Efectivamente, lo que sonaba a prueba de fuego terminó por virar en oportunidad. La osatura de Collina vio la luz en Latina. Desde entonces, su grandilocuente carrera, siempre en consonancia con las últimas tendencias publicitarias, no paró de crecer. Ese árbitro que sufría alopecia era un genio precoz, revolucionario, un adelantado a su tiempo, el elegido para modificar un silbato abigarrado, estancado y etéreo. Su quehacer post modernista sí, fue un precursor del VAR hoy día.

El contexto que abraza

Volvamos nuevamente atrás. Para evitar juicios prematuros y desacertados, conviene contextualizar -sin homologar o legitimar- el asunto del exilio arbitral como examen. Como bien contó el propio Collina hace tiempo a Gazzoli, hubo un periodo en Italia en que las personas con calvicie se tapaban. Si a esto se le añade la índole de un país demasiado preocupado por la apariencia, siempre encorsetado a las corrientes que dictaminaban la estética, la ecuación era fácil en el referéndum: el escrutinio del público. Así pues, tras esperar tres meses y percatarse que jamás volvería a crecer su cabello, el comité arbitral le mandó a una ciudad particular con una tifoseria efervescente, mágica y rebelde. Lo que a priori sonaba a hándicap, se convirtió en oro puro. Lo que parecía cobre se revalorizó en un material preciado.

Emilio Andreoli, escritor, periodista y abonado del club azzurro, lo explica mejor que nadie. Nació allí. "Latina es una ciudad fundada en 1932. Mussolini, para bonificar esta zona pantanosa (la laguna pontina), se trajo a gente del Veneto y otras regiones, como Friuli o Emilia Romagna. Al principio éramos 16.000 personas; hoy 130.000. Hubo un tiempo, después de la guerra, en que la gente aquí no se entendía al hablar. Cada uno con su dialecto. Eso sí, siempre mostramos mucha solidaridad entre nosotros", aclara. El equipo de fútbol era uno de los pocos nexos que tenía en común ese pedazo de territorio huérfano de historia y salpicado por estereotipos y clichés. Allí, Pierluigi Collina cayó de pie. Solo allí podía haber sido, en realidad. El escenario se antojaba perfecto.

Lo que vino después, efectivamente, lo saben todos. Fue portada del Pro Evolution Soccer, arbitró un partido de dibujos animados de Oliver y Benji, apareció -sin permiso- tanto el videoclip Shootthedog (George Michael) como en la web pirata rojadirecta.com. Arbitró la final de un Mundial, de unos Juegos Olímpicos y de una Champions, entre otras cosas. Una vez detuvo un Inter-Juve para admitir y reconocer a Roy Hodgson (entonces técnico nerazzurro) que se había equivocado… Y sí, también hizo publicidad japonesa de albóndigas de pulpo. "Canté en japonés. Estaba bien remunerado".