FC BARCELONA 4 - ATLÉTICO DE MADRID 4

Cómo el Barça puede pasar de ser invencible a vulnerable en un suspiro: "Podría haber sido un 6-2 y termina 4-4"

En un calco del partido de Liga, los blaugranas recibieron un gol del Atleti en el último tramo. Fue un encuentro de remontadas.

Ferran Torres salió de inicio, tuvo un par de buenas ocasiones pero no logró marcar./AFP
Ferran Torres salió de inicio, tuvo un par de buenas ocasiones pero no logró marcar. AFP
Jordi Cardero

Jordi Cardero

Si tiene una cosa el Barça de Hansi Flick es que no negocia sus principios. Tras un inicio ilusionante, se instaló entre los aspirantes a todo en aquel espectacular mes de octubre. Y tras un final de año irregular, volvió a reivindicarse a partir de la goleada al Real Madrid en la Supercopa. En las grandes noches no jugó un partido muy distinto del del Atlético de Madrid en la ida de las semifinales. La agresiva propuesta blaugrana estrecha mucho los límites y juega con que la locura le permita lograr marcadores abultados o le acabe por enterrar.

Sin todavía tiempo de instalarse en el partido, el Barcelona se vio con un 0-2 en el marcador. Los 40 minutos restantes hasta el descanso volvieron a evidenciar que Flick ha dibujado el esbozo de un equipo campeón, cuyo diseño todavía no está terminado. No puede estarlo con poco más de seis meses de vida de proyecto ni con una columna vertebral tan joven. Aunque eso no le resta verosimilitud a los relatos que le ven como candidato a todo. Los principios de este Barça abren la puerta a resultados así.

El Barça acostumbra a jugar con un lanzallamas como la ilusión y la inocencia de un niño con su nuevo juguete. Y a veces se acaba quemando. Es un equipo construido para rockandrollear, como aquel Liverpool de Jürgen Klopp. "Podría haber sido un 6-2 y termina en 4-4", lamentó Iñigo Martínez, uno de los nombres del partido, en la zona mixta. "En cuanto bajamos un pelín, se nota", comentó el central. A las puertas del quinto, que acarició Lewandowski, el Barça perdió el balón y el banquillo no fue respuesta ante un Atleti que estaba creciendo en el partido.

Ser superiores no es suficiente

Apuntaba Alfredo Matilla en el mes de diciembre que el Barça de Flick levantaría títulos -un mes más tarde ganaría la Supercopa de España- y sería goleado varias veces. El partido contra el Atleti es el fiel reflejo de ello y la sensación es que habrá más encuentros con el mismo guion y un desenlace indescifrable. "Queda mucho y estamos bien, hemos sido superiores", apuntó Iñigo. Este Barça tiende a serlo y no necesariamente lo necesita para ganar.

Convive este equipo con varias paradojas. Una de ellas es que Cubarsí y el propio Iñigo fueron de los más destacados aun habiendo encajado cuatro goles. O que Lamine fuera posiblemente el mejor del encuentro sin ver portería. Los dos centrales anotaron y Cubarsí valoró que al equipo le faltó "la conexión del resto del partido en los últimos minutos". Por otro lado, Lamine, que utilizó la pelota como hielo para calmar la herida del pie, jugueteó primero con Javi Galán -hasta mandarle al banquillo- y después con Reinilido, a quien dejó en la lona para asistir a Lewandowski. Asusta la velocidad a la que está creciendo el delantero catalán.

Los suplentes no cambiaron el partido

Esta vez, a Flick no le funcionaron tan bien los cambios. Si bien en otros escenarios no dudó en remover piezas al descanso -el caso de Fermín en Sevilla es un buen ejemplo-, en la ida de las semifinales no logró bloquear un Atleti que encontró en sus transiciones una forma de dañar. La entrada de Fermín y Gavi, y la salida de Pedri, apuntaba a equilibrar la energía, pero el Barça descuidó el balón. Sin la capacidad de aletargar el encuentro con posesiones largas, este equipo con aspecto todavía ligeramente pueril prefiere ir a por un gol más. De Jong, que completó un buen partido, tampoco fue capaz de domarlo.

Aunque Flick ha ido sumando protagonistas secundarios durante las últimas semanas, el Atleti demostró tener una segunda unidad más potente. Con Sorloth y Correa, Simeone cambió el tablero de juego. Fue un encuentro para regular los ánimos de la afición culer. Tras demasiados años de pena, necesita muy poco para ilusionarse. Motivos tiene de sobras. El 4-4 refleja que todavía no es un equipo redondo. Y también que este Barça ya ha elegido, si tiene que acabar cayendo, la forma en la que lo hará.