REAL MADRID 4 - REAL SOCIEDAD 4 (5-4)

El pichichi Endrick devuelve al Bernabéu la arrancada de Ronaldo Nazario y la cuchara de Raúl para chupar menos banquillo

El delantero brasileño, que ha marcado cinco goles en lo que va de competición, tantos como Julián Álvarez, también intentó una chilena de dibujos animados.

Endrick celebra un gol. /AFP
Endrick celebra un gol. AFP
Gonzalo Cabeza

Gonzalo Cabeza

Es verdad que el pase de Vinicius era sensacional, le había dejado solo a la carrera, enfrentándose al portero, pero todos hemos visto esa jugada otras veces y por eso mismo sabemos que está lejos de ser algo hecho. Endrick, con 18 años, arrancó en posición correcta, se percató de que se iba solo y al final, cuando ya solo le quedaba rebasar a Remiro como buenamente pudiese.

La mayor parte de los mortales, incluidos prácticamente todos los delanteros del mundo, hubiesen tratado de solventar con un tiro fuerte, a ver si el mano a mano sale lo suficientemente lejos como para superar al guardameta. Alguno, artista, pensaría en el recorte, aunque este es un movimiento cada vez menos habitual, como si los entrenadores del mundo se hubiesen puesto de acuerdo para desaconsejarlo.

Tampoco es probable que recomienden lo que hizo Endrick. Con una calma impropia del adolescente que es, miró y se dio cuenta de que el portero de la Real Sociedad empezaba a vencerse, y decidió picarla un poquito, lo suficiente para que la pelota saliese suave hasta entrar tranquilamente por la puerta, sin ninguna violencia.

Flashes de jugadores históricos llegaron a la cabeza de los aficionados blancos. La palanquita, tan de Raúl, que en su caso nunca parecía ser perfecta pero siempre encontraba el hueco exacto para entrar en gol. Ronaldo también, por brasileño y porque nadie en el Bernabéu recuerda un solo jugador que fuese tan despiadado en el mano a mano. Tantas veces intentándolo y en la memoria de la gente aparecen pocos, poquísimos fallos.

Son nombres excesivos, por supuesto, porque Endrick necesita crecer mucho más para llenar esos zapatos, pero a nadie le puede parecer descabellado que sueñe con algún día conseguirlo. Lleva cinco goles en esta Copa, tantos como ha anotado Julián Álvarez en esta edición. En casi todas las oportunidades termina marcando gol y cuando la casualidad se repite tantas veces deja de ser casualidad.

La chilena

No, evidentemente no es todavía Raúl, tampoco Ronaldo, ni tantos y tantos otros que han marcado la historia del fútbol y del Real Madrid, pero también sería absurdo no reconocer el desparpajo, la capacidad para resolver problemas, y esa hambre que es indisociable de todos esos jugadores que quieren ser grandes. Todavía no es titular, pero cada vez que juega pide paso.

Esto último se vio en el gol, por descontado, pero casi más en una jugada previa, una de esas acrobacias que suenan casi a descabelladas. Se encontró rodeado de dos rivales en el medio del área, con el portero un poco escorado, y no se le ocurrió otra cosa que tratar de elevarla para marcarse una chilena. No la dio perfecta, no llegó a impactar del todo con el empeine, y por eso mismo se marchó un poco por fuera. El fútbol es así, que dice el adagio genérico.

Dice la estadística que marca un gol cada 75 minutos, que es una de esas cifras que siempre parecen absurdas, y todavía más en alguien así de joven. El dato está ahí, aunque en realidad dice mucho menos que ver un partido del Real Madrid con él en el campo. Los compañeros le buscan, empiezan a entenderle. Saben que es rápido y letal, que se desmarca como pocos, es muy listo. Eso a veces dice más de un jugador que todo lo que cuenten los números o los cronistas: los futbolistas del Madrid le reconocen como uno de ellos.

En el minuto 65, Ancelotti tiró de jerarquías. Quito a Endrick, el delantero, para que entrase en el campo Mbappé. Lo fácil, claro, porque cambiar a cualquiera de los otros dos brasileños puede tener otro peaje. La afición, viendo al niño marcharse, quiso darle un homenaje. Gritos de "Endrick, Endrick", los arrullos que merece quien ha estado estelar.