La intrahistoria del día después de Valverde y su Athletic 'rock and roll': "Preparad el txoko, la semana que viene, cena"
El técnico vasco se mete en su cuarta final de Copa, abrumado aún por lo vivido. Su equipo juega como él vive la música.

El árbitro Juan Martínez Munuera pitó el final y explotó San Mamés, Bilbao. El Athletic volvía a una final de Copa. Van 40. Hace 40 años que no la gana. La cábala dice que la gana cada cuarenta años. Los de Bilbao han jugado tres veces en los últimos cinco años y acumula cinco semifinales las últimas cinco temporadas.
Corrieron los suplentes a abrazar a los compañeros que ya celebraban en el campo y Valverde estrujó a su inseparable JonAspiazu, al que conoció en el vestuario del Sestao, su escudero, ese que le ha acompañado siempre que alguien le ha dado la oportunidad de sentarse en un banquillo; y Toscana Viar, la nutricionista del equipo, que lo es también de la Selección española. Entonces, le rodeó el resto del cuerpo técnico, esos a los que en rueda de prensa señaló como los primeros culpables de que las cosas estén saliendo este año. Hubo intento de mantearle, pero el Txingurri se zafó con la habilidad con la que fue un extremo ratonil.
Ya en el vestuario logró que la plantilla dejara de celebrar y le escuchara dos minutos. Entonces, el técnico, después de felicitar al equipo, casi a medianoche, anunció que el entrenamiento de hoy, previsto a las 11:00, se retrasaba una hora. Emotiva fue la felicitación a Iribar, que cumplía 81 años.
🔝 JULEN AGIRREZABALA 🧤
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Reconoció a un amigo que aún flipaba por otra final de Copa
Cogió el coche, recogió a su mujer y a su hija, recibió la mejor de las felicitaciones posibles, el cariño de las dos –la pequeña se ha vuelto súper fan- saludó a un par de amigos y marcharon para casa. Al llegar, respondió a alguno de los cientos de mensajes que se acumulaban en el teléfono, que estaba a reventar, y dejó para hoy el resto. Empezó a pensar en el Barça, cruzando los dedos para que los chavales no la liaran demasiado, conscientes de que eran imparables esa madrugada.
Hoy, camino de Lezama, reconoció a un amigo que aún flipaba: al Athletic volvía a la final. Otra final. No lleva pocas. Como futbolista Ernesto Valverde vivió su primera final en el Espanyol: jugó la ida contra el Leverkusen, en la UEFA que perdió. Fue suplente en la vuelta. Un 3-0 y una tanda de penaltis desgraciada. Luego, una Recopa, cuando jugaba en el Barça. En Mestalla, en la final de Copa contra el Madrid, estaba en el banquillo, con el 14 a la espalda, pero no jugó. Con el Espanyol, de nuevo, ya como entrenador, perdió una UEFA agónicamente contra el Sevilla, y en Grecia, con el Olimpiacos, ganó una final de Copa. En España es su cuarta final de Copa.
Ernesto Valverde nació en Viandar de la Vera, en Cáceres, y al mes ya estaba en Vitoria, donde sus padres emigraron buscándose la vida. Y allí creció. Y allí empezó a jugar, en las calles del barrio obrero de San Ignacio, zona noble y dura. Y allí no sólo comenzó a hacer fotos, también a cultivar sus gustos musicales en plena explosión de rock vasco: Hertzainak, Cikatiz, MCD, Zarama, Barricada, Kortatu, La Polla Records, Eskorbuto, Delirium Tremens... De hecho, con varios de los músicos de esas bandas llegó a tener buena relación, especialmente con miembros de Hertzainak, con los que llegó a tocar en el mítico Bar Okendo, a principios de los 90, cuando presentaron el 'maxi Mundu berria maramagu bihotzean', invitado por Gari y Txanpi, gracias a la gestión de su amigo Ruper Ordorica y de su "hermano" Jonan.
No debe ser raro que su equipo juegue con la intensidad a la que juega, gane como gane, exija al rival de la manera en que lo hace: puro rock and roll.
🤭 Que no nos despierten.
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Tampoco que tras el partido llamara a un miembro de la banda en la que toca y le avisara: "Preparar el txoko, la semana que viene, cena".
La cena, claro, acaba con el Txingurri a la guitarra.
De momento, toca pensar en el Barça, al que eliminaron en cuartos de final, en otro partido que fue puro rock and roll.
Pero a Ernesto, por encima de todo, le gusta el fútbol. Por eso le fichó siendo un pipiolo el Alavés (1982-85), donde coincidió con Iñaki Bergara, López Rekarte, Idígoras, Iñaki Ibáñez, Zuñiga o el malogrado Manuel Preciado –y jugó un partido de Copa en San Mamés, metiendo un gol... Luego por el Sestao, jugó en Primera con el Espanyol, a las órdenes de Cruyff en el Barça, seis años en el Athletic y se retiró en el Mallorca, precisamente el equipo contra el que peleará por ganar la Copa.
En 2009-10 vivió su primer despido como entrenador en el Villarreal -"ya soy entrenador de verdad", dijo en la cena, en Barcelona, esa misma noche, con Pep Guardiola y David Trueba, que le consolaron. Y el resto es historia, especialmente en este Athletic, donde en su segundo año, mientras lucha por meterse en Europa, se ha metido en la final de Copa.
A ritmo de rock and roll, claro.