Rafael Louzán, quinto presidente en nueve años en un palco donde la RFEF recupera el foco cedido a Moreno Bonilla
El gallego se estrena como líder en una final de Copa del Rey. Después del 'Caso Soule' que aún persigue a Villar, pasaron por ahí Marcelino Maté, Luis Rubiales y Rafael del Amo.

Si, como es habitual, las cámaras de televisión enfocan al palco de autoridades de La Cartuja antes de que Barcelona y Real Madrid comiencen otra apasionante final de Copa (22:00 horas, La 1, Movistar y TV3) y no conocen a una de las personas que se sitúan trajeadas justo al lado del Rey, no se culpen ni fustiguen. Es lo más normal. No se trata de una cuestión de despiste, demencia senil o por estar fuera de onda. Rafael Louzán, nuevo mandamás de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) desde el pasado 16 de diciembre, será el quinto presidente en menos de una década que representa a la institución en su día grande.
Desde que el Caso Soule agitara como nunca a la Ciudad del Fútbol de Las Rozas en julio de 2017, Marcelino Maté, Luis Rubiales y hasta Rafael del Amo han sido los encargados de liderar a la RFEF en este tipo de encuentros después de que Ángel María Villar fuera apartado. Y pudieron ser alguno más. Pedro Rocha, que dirigió la casa de forma interina primero y de manera oficial después, se quedó con la miel en los labios y no pudo cumplir un sueño, del que se resarció en la Eurocopa de Alemania, cuando le había cogido gusto al cargo. Aconsejado por un asesor de altos vuelos entre las élites, dimitió estratégicamente a sólo tres días de un Athletic-Mallorca en el que pudo pasar a la historia.
La última final de Copa que presidió su maestro Villar fue la de la temporada 2016-2017 en el Vicente Calderón, el día que el Barça tumbó al Alavés 3-1. Desde 1988 a 2014 lo había hecho siempre pegado a Juan Carlos I, y durante tres ediciones posteriores a orillas de Felipe VI. Simplemente se perdió dos finales al tener que dimitir protocolariamente para presentarse a la reelección y fue el vicepresidente primero, Juan Padrón, quien le sustituyó mientras él lo veía por la televisión en casa. Desde entonces, debido a las continuas crisis de la Federación, a los procesos electorales y a las diversas interinidades, varios directivos más desconocidos de la RFEF fueron pasando por el palco ante el despiste general.
El primero de ellos fue el barón de la territorial de Castilla y León, Marcelino Maté. Aquel Barcelona-Sevilla del Metropolitano, disputado el 21 de abril de 2018, pilló en mitad de la carrera presidencial entre Luis Rubiales y Juan Luis Larrea por suceder a Villar. Como Larrea presidía la Guipuzcoana, estuvo como interino y era el máximo responsable de la Comisión Gestora, tuvo que dimitir para poder concurrir a los comicios, de ahí que la RFEF decidiera apostar por el más veterano del resto de presidentes. Maté, siempre en la sombra, vivió un día inolvidable situándose a la izquierda del monarca la noche en la que Iniesta dijo adiós al Barça.

El 18 de mayo de ese mismo año, Luis Rubiales obtuvo una amplia victoria frente a Larrea en las urnas, por lo que, pese a ausentarse en la final de 2018, pudo presidir el palco en las ediciones de 2019 (Valencia 2 - Barcelona 1 en el Villamarín, antes de que La Cartuja fuera sede fija), 2020 (Real Sociedad 1 - Athletic 0 en la pandemia), 2021 (Barcelona 4 - Athletic 0), 2022 (el Betis le ganó al Valencia en los penaltis) y 2023 (Real Madrid 2 - Osasuna 1). Esto fue posible ya que en 2020, tras acabar los dos años de mandato que le quedaron pendientes a Villar, fue reelegido sin oposición y con el simple amago para presentarle batalla de Iker Casillas. En ese último partido Rubiales no estuvo codo con codo con Felipe VI, como otras veces fue habitual, debido a que entre ambos se sentó la infanta Leonor.
Cambio de ciclo
La última edición de la Copa, la que enfrentó al Athletic con el Mallorca en Sevilla (victoria vasca en los penaltis), trajo de nuevo novedades en el palco, ya que otro proceso electoral estaba en ciernes en uno de sus primeros intentos fallidos. Con Pedro Rocha dimitido para presentarse a las elecciones, fue Rafael del Amo, de la territorial navarra, el elegido para representar a la RFEF como el máximo responsable de la Comisión Gestora. Pero en esa ocasión, y de manera sorprendente, fue relegado de su posición habitual en el centro de la foto (y a la izquierda del Jefe del Estado) debido a las tensiones que había entre la Casa Real y el Gobierno con una Federación en entredicho que gozaba de muy mala imagen.
El pacto acordado entre todos, impuesto por el Gobierno, fue desplazar a Del Amo del tiro principal de cámara y sustituirle por el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno Bonilla. A la derecha del monarca, con Pedro Sánchez desaparecido en estos encuentros desde 2021, se sentó la vicepresidenta y ministra de Hacienda María Jesús Montero. Y ya a la derecha de ésta se situó, incómodo, Rafael del Amo.

Y no fue nada sencillo ubicar en la pole a la vicepresidenta Montero, que desde enero también es secretaria general del PSOE en Andalucía con vistas a pelearle la Junta, precisamente, a Moreno Bonilla. El Gobierno, en una dura negociación que se alargó hasta la mañana misma de la última final, impuso el Real Decreto de Ordenación General de Precedencias de manera que fuera su ministra quien ocupó el asiento más inmediato al Rey, reservado a la máxima representación institucional, por encima del presidente de la Junta. A Moreno Bonilla (PP) le hubiera tocado por protocolo sentarse a la derecha de la máxima representante del Gobierno (PSOE) al no estar el presidente, pero la RFEF tuvo un gesto de concordia y decidió ceder su puesto para evitar más tensiones.
Incomodidad
Rafael del Amo no lo pasó nada bien ese día. Si en la noche previa tuvo que presidir una cena oficial descafeinada, que nada tuvo que ver con las que organizaba Rubiales y con las que se van a volver a celebrar en esta nueva etapa, su papel en ese Athletic-Mallorca fue extraño de principio a fin: le prometieron recuperar su sitio para la entrega de trofeos y no se cumplió ese deseo. Su cara, muy seria, era todo un poema porque durante esas horas fue más recordado por su polémico rol en la crisis de Las 15 que por presidir un palco al que sí estaba acostumbrado con las finales femeninas en las que, por cierto, la RFEF ha quedado mal parada estos años.
La última final de Copa la presidió María de los Ángeles García Chaves, Yaye, que fue delfín y regente un tiempo. La de 2023, Rubiales (ese día estaba Florentino Pérez en la derrota del Madrid ante el Atlético). En la de 2022 estuvo Rafael del Amo, como responsable del fútbol femenino dentro de la RFEF, al lado de Joan Laporta y sin que apareciera un presidente que sí estuvo en las anteriores celebradas en Mérida (2018) —donde afeó que la portera del Barça quisiera colgarle una senyera al trofeo—, Granada (2019), La Rosaleda de Málaga (2020) y Leganés (2021).

Rafael del Amo, por tanto, vivió su gran noche la temporada pasada, aunque con sabor agridulce, antes de pasar al ostracismo entre los barones por el hecho de haber gestionado la crisis alrededor del fútbol femenino con tibieza, mostrar dudas en las elecciones y autoproclamarse neutral. Aquella noche en la que hizo de presidente en La Cartuja compartió palco con 149 personajes VIP, entre los que había tres ministros más (Pilar Alegría, Fernando Grande-Marlaska y Ángel Víctor Torres), Alberto Núñez Feijóo, José Manuel Rodríguez Uribes (CSD) y con Rafa Nadal y Carlos Sobera juntos.
Louzán, en aquella final, estaba en segunda fila pero bastante centrado. Como si él mismo o alguien bien cercano supiera que pronto, como sucederá ahora, iba a dar el salto a la primera línea desde el anonimato.