COPA | ATHLETIC - MALLORCA

Sevilla busca héroes entre el exigido Athletic de Nico Williams y el 'polvorón' de un Vasco llamado Mallorca

La Cartuja acoge una final desequilibrada en cuanto a historia, aficiones, favoritismo y miedos y únicamente nivelada por lo que verdaderamente importa que es el fútbol.

Muniain, Valverde, Aguirre y Raíllo, de izquierda a derecha, posan en La Cartuja en la previa de la final de Copa. /RFEF
Muniain, Valverde, Aguirre y Raíllo, de izquierda a derecha, posan en La Cartuja en la previa de la final de Copa. RFEF
Alfredo Matilla

Alfredo Matilla

Sevilla.- El fútbol es tan bonito, especial e inigualable que el Athletic hace un mes que ya tiene esta Copa en su vitrina de Bilbao -por esas manías de los incorregibles videntes- y, sin embargo, esta noche tendrá que ganársela a pulso en el césped para confirmarla. El favoritismo en este deporte, como en la discoteca, se demuestra andando. El Mallorca es su rival y, aunque parezca mentira, a las 22:00 horas (TVE1 y Movistar+) comenzará empatando esta 122ª edición del torneo más antiguo de España.

Aguirre, sobre los nervios previos a la Final.

Para aquellos a los que le importa un pimiento que ni el Real Madrid ni el Barça sean protagonistas por una vez, hoy tienen marcado el 6 de abril (día, cómo no, de Santa Gala) como otro festivo nacional con el que disfrutar como sólo permite hacerlo una verbena en la patrona. No hay más que ver cómo respira Sevilla -con 70.000 aficionados rojiblancos y 20.000 bermellones por sus calles-, con cómo late Vizcaya y Baleares, por cómo se muerden las uñas en Guipúzcoa por la bendita rivalidad y debido a la manera de babear del resto de la península al enfocar hacia un marco incomparable. Ese bendito rincón del mundo con un color especial donde la lluvia de la Semana Santa se convertirá en confeti a orillas de una nueva Feria.

Decir que La Cartuja será una fiesta es directamente faltar a la verdad. Primero, porque en realidad es mucho más que lo que ocurrirá durante dos horas de vida en un terreno de juego. La cita se ha elevado a la categoría de festival con un ambiente previo tan emotivo como espectacular. La Fan Zone del Athletic arde ya como el BBK, mientras que la del Mallorca es similar a unas de esas raves que echan fuego en la isla a plena luz del día. Y segundo, y no menos trascendental, porque a estas horas hay tanta ilusión por alcanzar la gloria como temor por regatear el fracaso.

Valverde, sobre el favoritismo de su equipo.

El Athletic vive como nadie ese vaivén. Intenta ajustar en el mismo hotel, donde otras veces lloró, sus niveles de optimismo y responsabilidad. Con 23 Copas oficiales en su mano -por la eterna discusión que hay con la edición de 1902 y por la que el equipo evita ponerse el escudo conmemorativo en la manga-, con 14 subcampeonatos y cinco finales perdidas en los últimos 15 años, sabe que hoy, cuatro décadas después de aquel doblete histórico por el que aún vibra y tras 40 finales disputadas, se la juega. Y, para colmo, lo hará en un recinto donde llegó a perder dos títulos en dos semanas en la peor época de nuestras vidas. Su camino en el torneo, mientras busca la Champions en Liga, le llevó a ganar los siete partidos disputados y a tumbar, nada más y nada menos, que al Barça y al Atlético tras hacerlo con el Rubí, Cayón, Eibar y Alavés. Por algo al Athletic sólo le supera en el torneo del KO el Barça con 31 trofeos y por algo dejó atrás al Real Madrid que tiene 20.

Con el aliento de Iribar en la expedición y con Raúl García como único ganador de la Copa en su palmarés (en las filas del Atlético), Valverde seguirá respetando al máximo las tradiciones que emanan de Lezama. Tanto es así que, pese a que Unai Simón es el Zamora de LaLiga, seguirá apostando por Agirrezabala en la portería en un once que se sabe el planeta de memoria. Un equipo en el que Vivian y Sancet serán examinados por De la Fuente (presente en el palco) a dos meses vista de la Eurocopa de Alemania y en el que Nico Williams, con permiso del hermano mayor de la casa y respetando los galones que porta De Marcos, tira del carro hasta hacer surcos por su banda.

Lobo con piel de cordero

El Mallorca, por su parte, afronta su cuarta noche de gala con la fe, pero sin la exigencia, de dar otra alegría como la que le brindó en 2003 mientras se estabiliza en Liga. Su camino en la competición intersemanal, donde también fue en el pasado dos ocasiones subcampeón, lo coronó tumbando a la Real Sociedad, evitando otro derbi vasco que hubiera disparado la compra de desfibriladores. Antes, eliminó al Borio, Valle de Egües, Burgos, Tenerife y a un grande como ya es el Girona.

Aficiones hermanadas al calor de Sevilla.
Aficiones hermanadas al calor de Sevilla.

El equipo titular del Mallorca en esta velada será el mismo que le ha catapultado a las portadas y al que Aduriz, que fue ídolo en La Catedral, guiará con su sapiencia desde la dirección deportiva que ahora ocupa. Aguirre, con 16 apellidos vascos, ha logrado convertir un trozo de mantequilla en un bloque de cemento armado en el que la defensa de cinco, con tres centrales al frente, ha propiciado que los rivales teman su férreo estilo como sólo hacían antes con el Getafe y Bordalás. Ese es el gran miedo del Athletic, que lo que parece una apetecible ensaimada sea otra vez un polvorón.

Aun así, el Athletic confía en el que el balón corra y se pare poco el juego. Su fe se basa en el estilo del jiennense Munuera Montero, que se estrena en un evento de tal envergadura tras debutar en Primera en la temporada 2016-2017, donde ya suma 149 encuentros, y después de lograr la escarapela internacional en 2019. El colegiado, otro deportista más en el campo -por si a alguien se le olvida-, es el primero que espera que no haya que mirar demasiado al VAR, donde Prieto Iglesias tiene 62 paredones de experiencia.

Más nervios que datos

Las estadísticas en este caso valen de bastante poco, pero por respeto a los supersticiosos y a los amantes del big data, conviene desempolvar algunos números. Tan fríos como contundentes. Los 68 enfrentamientos entre Athletic y Mallorca se distribuyen en 32 victorias vizcaínas, 17 empates y 19 triunfos rojillos. El Mallorca únicamente ha ganado unos de sus últimos 14 partidos ante el Athletic (3-2 en 2022), cayendo el pasado mes de febrero 4-0 en San Mamés. Y en sus tres duelos coperos, donde el Athletic iguala al Madrid como segundo equipo con más finales en el siglo XXI (6, tras el Barcelona con 10), la cosa se equilibra mucho más: en dos pasó el Mallorca (1998 y 2007) y en uno el Athletic (2012).

Así que la suerte está echada en una Sevilla radiante en la que el Rey comprobará seguramente cómo los pitos al himno no pasan de moda y en la que se ausentará Pedro Sánchez. Un escenario donde siempre pasan cosas sorprendentes, desde que se disputó la primera final en Sevilla en 1925 -en el extinto estadio de Reina Victori- y hasta que regresó la finalísima en 1999 para dar sentido a un islote en tierra de nadie donde un día hubo una Expo y hoy sólo hay raso y vacío. Esta Cartuja bajo la lupa, por más de un contrato de reforma sospechoso, acogerá a 57.600 almas en su séptima final (quinta consecutiva) a la espera de que la Junta negocie la renovación de un acuerdo que firmó con Luis Rubiales y que ahora, con unas elecciones de por medio en la Federación, no tiene nadie al que persuadir para que estampe otra beneficiosa rúbrica.

En sus tripas se buscarán héroes y titulares. Lo sabe el Athletic, lo tiene asimilado Aguirre y lo sienten esos nervios que en este instante viajan a toda mecha desde la cabeza al estómago hasta que a la medianoche se conozca una sentencia. Ahí, cuando Felipe VI, acompañado de un barón como presidente de paja, ponga en manos de Muniain o Raíllo una copa de nueve kilos labrada desde 1940 en la Joyería Alegre de Madrid, el pueblo se dividirá claramente en dos. Los que sentirán a Sevilla como el glorioso Olimpo que nunca olvidarán o como el matadero que les dejará cicatrices incurables. El balón, afortunadamente, manda. En concreto, dónde trasladar la euforia, si a la balear Plaza de las Tortugas o a las entrañas desempolvadas de La Gabarra.