El verdadero ídolo en Sevilla tiene 81 años, vive pegado a Valverde y sigue siendo "cojonudo"
Iribar está viviendo las horas previas como el verdadero galáctico de la final junto a la plantilla del Athletic, cerca de las dos aficiones y con su nieto Mikel como mayor motivación.

Sevilla.- Quien piense que un Athletic-Mallorca es una final sin galácticos por el manido hecho de que no están de por medio el Real Madrid o el Barcelona, no ha entendido absolutamente nada de qué va esto. O es que no ha visto aún lo que Javier Aguirre está siendo capaz de hacer en Palma, o no calibra bien la dimensión que ha alcanzado y alcanzará Nico Williams, o simplemente no ha visto a José Ángel Iribar (Zarauz, 1943) caminar por Sevilla en las últimas horas.El Txopo, leyenda rojiblanca, sigue siendo el rey. Da igual que se retirara en 1980. Si alguien es aclamado en esta previa por ambas aficiones, es él, pese a esconderse en su inseparable gorra calada.
Y la verdad es que le sobran los motivos. Por eso ha protagonizado una entrevista muy jugosa con Relevo, se abrió en canal hace días en Tele Bilbao y ha salido esta semana incluso en un documental emitido por la ETB. Su vida es de película pero, sobre todo, sabe lo difícil que es ganar una Copa, algo que desean todos los jugadores que pisarán esta vez La Cartuja. A él le costó hasta tres partidos como el que se disputa hoy hasta alzar la primera ante el Elche en 1969. Después, sumó otra (en cinco finales en total) ante el Castellón en 1973, siendo sus dos únicos títulos colectivos en el Athletic. Nadie olvida tampoco su Zamora (1970), y menos en este curso en el que el trofeo lo lidera Unai Simón.
Con esa planta y rictus serio, Iribar no lo exterioriza, pero sabe que este sábado hay una cita ineludible con la historia. Los que mejor le conocen aseguran que no ha cambiado de planes durante la semana, ni se ha aferrado a santos, ni ha probado con supersticiones. A sus 81 años, su día a día ha sido acudir a todos los entrenamientos en Lezama acompañado de otro león, Pablo Otaolea, pieza clave en la asociación de exjugadores. Allí, tras la sesión, se quedó a comer con los jugadores y el cuerpo técnico. Normal que sea una apasionado del libreto de Valverde. Firmar autógrafos y sacarse fotos ha sido su rutina. Aunque lo que está ocurriendo a estas horas en el hotel de concentración del Athletic (Barceló Sevilla Renacimiento) desborda todas las previsiones. Si Iribar tuviera Instagram o Tik Tok ya sería considerado un influencer. Hasta los niños que no le vieron jugar le veneran porque trata a todo el mundo con suma delicadeza. Los ídolos actuales deberían tomarlo como referencia.
Ésta ha sido una temporada inolvidable para el legendario guardameta, con el 125 aniversario en el que se levantó la estatua en San Mamés en el partido de Liga contra el Atlético. Para él, alérgico al protagonismo, fue un homenaje colectivo a todos los futbolistas, hombres y mujeres, que han defendido la misma camiseta. Ese sentimiento es el que inculca a estas horas a la familia que le ha acompañado y entre la que tiene una motivación especial: si anda especialmente feliz es por tener bien pegado a él en su primera final a Luken, su nieto, y por el hecho de que este verano se casará su primera nieta.
La voz de la experiencia
Iribar tiene un lema en estas angustiosas horas finales antes de la gran batalla: hablar bien siempre de la gente del Athletic y jamás abrir heridas. Lo recuerda a quienes quieren escucharlo, que no son pocos, porque ese mandamiento quiere que se mantenga pase lo que pase, en la victoria o en la derrota. El Mallorca, lo dice y repite, es un hueso. Él, independientemente del resultado, se muestra orgullosísimo de lo que está haciendo el Athletic y del sentimiento que otra vez ha despertado, pero sueña; sueña como todos con levantar de nuevo la Copa 40 años después. Eso sí, su respeto al adversario (se ha hecho cientos de fotos con la gente de Mallorca) y su cautela no va reñida con la ambición y el espíritu competitivo que siempre demostró en el campo. El Athletic sabe perder, pero eso no se contradice con que ansía ganar.
Este viernes, en el que cenó con la plantilla mientras velaba armas, recordó a más de uno las noches en las que su Athletic ganó al Elche y al Castellón siendo favorito. Pero también ha desempolvado a los más jóvenes que perdió en los penaltis contra el Betis cuando también parecían tenerlo todo hecho, como algunos creen en este momento, fallando además él mismo el último penalti ante Esnaola. Y no le importa revivirlo ni reconocer que se le recuerda mucho por ese día y por otra final de Copa perdida ante el gran Zaragoza de los Magníficos, en la que las paró de todos los colores pese a perder 2-0 y fue sacado a hombros por una afición que le cantaba aquello que hoy resuena en La Campana, Sierpes y Triana: "Iribar es cojonudo". Aunque como dice él, quien de verdad es cojonudo es el Athletic y, más que nada, el fútbol. Por ese sentimiento compartido, la Sevilla que le venera anda desbordada.