FC BARCELONA

¿Qué hay detrás de la idea de juego de Flick "que no está lejos de la de Guardiola"?

El técnico alemán aseguró que su propuesta no se aleja demasiado de la que se persigue en el FC Barcelona.

Hansi Flick, durante un entrenamiento de pretemporada del FC Barcelona. /EFE/Alejandro García
Hansi Flick, durante un entrenamiento de pretemporada del FC Barcelona. EFE/Alejandro García
Albert Blaya

Albert Blaya

El Barça es un club que vive perseguido por su pasado, uno que a ratos no le ayuda a impulsarse hacia la zona que no debió abandonar, sino que lo acorrala como un pájaro enorme, tapando cualquier atisbo de realidad. Guardiola construyó durante cuatro años un equipo-tótem-religión que sepultó los miedos del culer, se los arrebató en pos de una superioridad estética, casi moral, que ha acompañado al club con un legado demasiado pesado como para que de vez en cuando no se choque con él. Su principal problema, el que se deriva de su victoria, es que el Barça ha tenido dificultades para traducir su pasado futbolístico en un discurso claro, conciso y reconocible. ¿Es Flick el encargado de recuperarle la memoria al paciente?

Desde la marcha de Pep en 2012 la obsesión del entorno ha sido encontrar señales de reconocimiento en el siguiente entrenador. ¿Jugaría 4-3-3? ¿Qué habría en él de recuperación de la tierra mítica? ¿Respetaría "el Estilo"? Conceptos en su mayoría etéreos que abrazaban una forma de jugar, una forma de conquistar el campo. De ahí que se juzgase con una lupa desenfocada a todos cuantos llegaron después. El fútbol no es un juego de mecanismos, de conceptos en papel, sino de relaciones, sinergias y movimiento, y la gente empezó a temer todo cuanto se alejase de extremos abiertos, un mediocentro fijo, como una peonza que gira en sí misma, y un juego de presión constante y combinaciones prodigiosas. El pasado del Barça, entonces, quedó encerrado en un imposible. En la dificultad de desenterrarlo, lo que queda es honrarlo, entendiendo el paso del tiempo y el cambio en el juego como una oportunidad para renovarse.

Un legado y un prejuicio

Hansi Flick llega con una mochila pesada. Su sextete en 2020, con un fútbol vigoroso y acicalado, le convirtió en una leyenda, una mezcla de sargento alemán y de revolucionario, matizando su fútbol en un físico desbordante, convirtiendo los músculos en los verdaderos ganadores de todo aquel festín. Mucha gente no entendió nada, y redujo el palmarés a la intensidad, al correr más. Que aquello fue una parte importante nadie lo duda, pero caímos en la trampa de comprar la parte por el todo, y Flick quedó enterrado en prejuicios. De ahí que en su presentación, tras semanas de poder madurar su idea, dijese lo siguiente: "No estoy lejos de la idea que ha jugado el Barça antes, cuando consiguió éxitos con Cruyff o Pep. Mi idea es tener un equipo en el campo activo, que quieran demostrar lo que pueden hacer con balón y sin. Que puedan decidir lo que quieren hacer, es importante la iniciativa. Da igual si jugamos 4-3-3 o 4-2-3-1, lo que quiero es que juguemos un juego bonito, técnico, bueno, y que todos los que vean el partido vean que el equipo lo da todo".

Así, el alemán situó el primer esglaón en el afán de todo recién llegado por conquistar a los suyos. Lo cierto es que su reflexión no tiene ningún concreto y a la vez nada de lo que dijo se le podría negar a Guardiola. ¿Acaso no quería Xavi jugar bien, tener la iniciativa y que el equipo lo diese todo? El tema estará en la letra pequeña, porque el Barça se ha acostumbrado a prospectos con titulares jugosos sin ver los efectos secundarios. Con Xavi fue un equipo que siempre buscó ser valiente, atacar mucho, presionar, pero eso le llevó a deshacerse, a defender peor y no tener consistencia. Flick también apuntó lo siguiente: "Cuando quieres jugar bien en ataque, la defensa ha de ser muy sólida", señaló. Y es que no hay ningún entrenador más obsesionado con la defensa que Josep Guardiola. Por eso es el que ataca mejor.

Una identidad herida y el reto de reconfigurarla

Como genio, Pep no es copiable. Lo que el Barça necesita, y Flick puede hacer, es ayudar a reconstruir parte de la identidad perdida volviendo a los básicos, que es lo que el Barça parece haber olvidado. Ya en su día, Hansi pudo hacerlo en el Bayern a través de ajustes sencillos y un mensaje claro y diáfano. Su secreto no fue una revolución alocada, sino el revitalizar a un equipo descreído y apático en una máquina de creer. La presión fue efectiva porque, en gran medida, el Bayern empezó a atacar con más fluidez y descaro, lo que juntó a todo el equipo en pocos metros y casi que le daba igual el espacio que le concedía al contrario.

Muy probablamente, Flick no recoja el testigo de Pep porque no bebe de la misma fuente ni se le pueda comparar. Pero el público está sediento ya no de victorias, sino de identidad, de reconocerse en el proceso y disfrutar. Flick, con su mensaje iniciático, sitúa el horizonte de expectativas en un punto muy alto, porque es lanzar a la palestra el nombre de Guardiola, y qué decir del de Cruyff, y que de forma inevitable el culer busque las semejanzas, como una partitura ante la que te acercas para buscar la similitud con lo que suena. La época de los eslóganes ha terminado. La grandilocuencia ya no tiene efecto.