El equipo de Torre Baró que reencarna la lucha de Manuel Vital y su autobús en 'El 47': "Para jugar a fútbol tienes que irte a otro barrio"
El CD Torre Baró es el único club en pie que queda en la zona, donde no hay campo de fútbol, solo un polideportivo.
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Torre Baró es un humilde barrio de la periferia de Barcelona, ubicado en una colina al norte de la ciudad condal, que en los años cincuenta fue levantado con sus propias manos por inmigrantes andaluces y extremeños que se trasladaron a Cataluña para ganarse la vida. Un lugar de paso, anónimo, históricamente olvidado por el ayuntamiento e ignorado por los propios barceloneses que no viven en él. De hecho, la gran mayoría de ciudadanos no han puesto nunca un pie esa zona y hasta hace poco únicamente conocían de su existencia porque alberga una estación de tren, la de Torre Baró - Vallbona, que conecta la capital con Cerdanyola, Manresa y Vic.
'El 47', Goya a la mejor película, popularizó la zona, que, pese a los focos, sigue siendo una de las que tiene la renta más baja en Barcelona. El laureado film retrata la rebelión de Torre Baró, encarnada por Manuel Vital, un conductor de autobús cuyo compromiso social le empujó a secuestrar un coche de línea en 1978 para dotar de transporte público al barrio que él mismo construyó. Años antes, organizó la lucha para que llegara agua a las casas de la barriada, que tuvo su cumbre en el corte de la Meridiana, la carretera de entrada a Barcelona, en 1972. Así, a golpe de desobediencia, logró que Torre Baró alcanzara unos servicios mínimos, que todavía hoy son insuficientes, pues sus vecinos siguen denunciando problemas de suministros y cortes de luz demasiado habituales. Y también falta de equipamientos deportivos.
Y es que, como sucediese en el barrio de Mas Pellicer en Reus o el de Bellavista en les Franqueses del Vallès, todos ellos construidos por emigrantes del centro y sur de España, Torre Baró no se entiende sin el balón, que desde sus inicios funcionó como eje vertebrador y contribuyó a tejer un sentimiento de comunidad cuando ni tan siquiera estaban asfaltadas las calles. A través de las reivindicaciones vecinales, poco a poco llegaron el agua, la luz y el transporte, pero mucho antes ya se pateaban pelotas… aunque Torre Baró nunca haya tenido un campo de fútbol ni un pabellón. Y hasta hace apenas tres años, ni tan siquiera un polideportivo municipal.
"Toda la vida se han chutado balones en estas calles. También jugábamos a la lata o a basket", comenta Antonia Martínez, vecina de Torre Baró desde que nació, hace 55 años en el hospital de la Vall d'Hebrón. Lo confirma su marido, Miguel Barroso, que llegó al barrio en los ochenta, cuando los médicos le recomendaron a su padre, enfermo, que se mudara de Badalona a un lugar con altura para respirar aire más puro: "Clavábamos una madera al palo de la luz para colgar un aro de bicicleta y jugar a baloncesto".
Ambos, hijos de sevillanos que emigraron a Cataluña "en busca de una vida mejor", son parte esencial del único club de fútbol que se mantiene en pie en su barrio, el CD Torre Barró. Fue fundado en 1986, cuando Miguel Gonzálvez y Antonio Barroso pusieron 5.000 pesetas de su bolsillo para comprar pelotas y equipajes que alejaran a los niños de los peligros de las calles de un barrio que en los ochenta tenía muy mala fama. Casi 40 años después, su labor social se mantiene intacta.
Los equipos de un barrio sin campo de fútbol
Empezaron jugando a fútbol sala, en las pistas del colegio de la Font del Eucaliptus y del instituto Picasso, pues no había instalaciones que permitieran otra cosa. En realidad, tampoco las hay a día de hoy. "Nunca se ha podido jugar a fútbol 11 o fútbol 7 en Torre Baró. Para jugar a fútbol tienes que irte a otro barrio. Siempre se nos ha dicho que ya tenemos los campos municipales de Vallbona y Ciudad Meridiana, que están cerca, y que para jugar tenemos que hacerlo allí. Además, para hacer un campo aquí tendría que ser en la parte de abajo, al lado de la autopista; se tendrían que levantar muros y mover mucha tierra, y eso costaría muchísimo. Como no haga como Manolo Vital, no creo que mis ojos vean un campo de fútbol en el barrio", comenta medio en broma Miguel Barroso, entrenador y exjugador en distintos equipos de Torre Baró.
Que no se pueda jugar a fútbol en el barrio no significa que no haya habido equipos. El Montañés, el Extremeño o el Atlético Zaragoza nacieron en los ochenta y los noventa en la parte alta de Torre Baró. Todos ellos competían en el exilio, en el antiguo campo de tierra de Ciudad Meridiana. En varios de ellos jugó Miguel Barroso, que, pasados los 50, sigue pegando patadas a un balón, precisamente, en los veteranos del Ciudad Meridiana, club que en los años setenta fue renombrado como Ciudad Meridiana - Torre Baró y que, antes de que Vital secuestrara el autobús, paseó el nombre del barrio de 'El 47' por la Segunda y la Primera Regional catalana.
Muy orgullosos de vosotros, CD Torre Baro 🫶🏻
— Racing Vallbona C.F. (@racingvallbona) June 3, 2024
Más allá de vuestros títulos, sois un ejemplo para todos los que formamos parte del #ThisIsVallbona #NouBarris | #Vallbona | #Futbolcat pic.twitter.com/IEdqs9dEE2
Un club inclusivo
A finales de los noventa, el CD Torre Baró, con la ayuda de Miguel Gómez, que trabajaba con un equipo inclusivo en Castellar de Sant Fost, tomó un cambio de rumbo y se focalizó únicamente en dar cabida a personas con diversidad funcional. "Queremos que los niños se sientan libres y creemos que a través del fútbol, donde no hay barreras, no se sienten excluidos", declara Antonia Martínez, la presidenta de un club familiar que actualmente cuenta con una treintena de jugadores mixtos con edades comprendidas entre los 16 y los 60 años. "Hay alguno mayorcito, sí, pero siguen siendo mis niños", apostilla con una sonrisa.
Lo de familiar, por cierto, es literal. "Antonio, que es el tesorero y el fundador, es mi cuñado; mi marido Miguel es entrenador, mi hija entrenadora, mi nuera es secretaria y yo soy la presidenta. Y mi hijo es jugador", enumera Antonia, que se enorgullece de que sea un "club sin ánimo de lucro" y que "nadie cobre". El CD Torre Baró, gestionado por los Barroso-Martínez, a día de hoy tiene dos equipos: uno de fútbol sala y otro de fútbol 7.
"Como en el barrio no hay campo, el equipo de fútbol 7 entrena los martes y juega los fines de semana de local en el de hierba artificial de Ciudad Meridiana. Antes lo hacíamos en el del Racing Vallbona, con el que tenemos un acuerdo, pero está en obras. El de fútbol sala juega en el campo de la Meyland -también fuera del barrio-, donde se disputan todos los partidos, y entrena en el polideportivo nuevo de Torre Baró, que es municipal, pero en el que nosotros tenemos prioridad para jugar", especifica Antonia Martínez.
Más de 20 de años de lucha
"Si pones Campillo de la Virgen en el Google Maps vas a ver cómo es el polideportivo. Se inauguró en 2021. Nosotros le llamamos la losa porque es una pista de cemento con dos porterías y cuatro canastas. Y lo que nos costó. Hemos estado desde los noventa peleando con el Ayuntamiento para conseguir una pista techada", revela Antonia. "Habíamos llegado a estar tres semanas sin entrenar porque cuando caían cuatro gotas ya no se podía jugar en una pista descubierta. Insistimos mucho para cambiar las cosas", prosigue su marido.
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"Han sido más de 20 años de reivindicación. Nos decían que no nos lo podían construir, y el pabellón más cerca es el de Can Cullàs, en Ciudad Meridiana. Es que aquí las cosas cuestan el doble; como estamos detrás de la montaña y éramos el barrio olvidado, parecía que nos tomaban el pelo… y a veces se tiene que sacar el mal genio. Todo lo que se ha conseguido aquí ha sido como lo hizo Vital, cortando la Meridiana, secuestrando el autobús… llevando las cosas un poco a la mala leche, como solemos decir", argumenta Manuel Barroso, que, por decirlo todo, está más que satisfecho por el trato que le dispensa actualmente el consistorio de la ciudad: "En este momento no nos podemos quejar con el Ayuntamiento, nos ayuda bastante con el fútbol inclusivo. En los últimos años nos ha echado una mano importante".
Manuel Vital y el fútbol
"Todas las luchas que se han librado aquí son distintas, está claro, pero al final queremos siempre lo mismo: darle más vida y recursos al barrio. En nuestro caso, que la gente de Torre Baró, como sucede en todos o casi todos los barrios de Barcelona, tenga su propio equipo de fútbol y pueda jugar en el barrio. Que los niños no tengan que irse fuera a practicar deporte", proclama Barroso, que conoció a un Manuel Vital, que, con los medios que tenía, también peleó por el fútbol.
"Ayudó a los equipos del barrio, como el Montañés, el Atlético Zaragoza o el Extremeño, porque él tenía contactos y conocía a gente en el Ayuntamiento del distrito de Nou Barris", desvela Barroso. Vital, por cierto, tal y como se retrata en el afamado film, no era aficionado del Barça ni del Madrid; sino de un club de su tierra que hasta los ochenta no había pasado de Tercera División. "Él nunca fue de un equipo grande, siempre recordaba que era del Mérida. La película es fiel a los hechos", ratifica su vecino.
"'El 47' nos ha hecho revivir muchas historias del barrio. Es muy bonito que haya un reconocimiento así a un lugar que, pese a formar parte de Barcelona, fue tan olvidado solo por estar en el sitio que estaba", añade con honra Barroso, testigo de la lucha de Vital. "Claro que nos conocíamos, sobre todo a su mujer Carmen porque fue mi maestra en la guardería. Y también me dio la catequesis. Las cosas como son, Manolo ha peleado toda la vida para mejorar el barrio. Mi madre estuvo escarbando en la carretera para que el autobús 47 subiera a Torre Baró cuando lo secuestró", ensalza Antonia Martínez, que, a través del equipo de fútbol, está contribuyendo a erradicar los prejuicios instalados sobre el barrio.
El fútbol rompe estigmas sobre Torre Baró
"Hablando mal y claro, antes a Torre Baró solo se conocía por el Vaquilla y el Torete. Las cosas han ido cambiando", declara la presidenta del club que en su escudo luce orgulloso el castillo que identifica al barrio. "Es verdad que antes cuando se hablaba de Torre Baró la gente se echaba un poco para atrás. Ahora ya no tanto. Con el equipo y el fútbol inclusivo estamos consiguiendo que la gente cambie su concepción. Es que, de hecho, tenemos muchos jugadores que vienen de fuera del barrio y de Barcelona", enfatiza su marido.
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Si el Goya a 'El 47' supuso una distinción póstuma a la lucha de Manuel Vital, cuya gran victoria fue la de lograr que el transporte público llegara a su barrio; la medalla de Honor que le entregó a finales de 2024 el Ayuntamiento de Barcelona al CD Torre Baró por su "tarea en favor de la integración de personas con discapacidad a través del deporte" es su particular reconocimiento a casi 40 años de trabajo por el fútbol inclusivo y la reivindicación por unos equipamientos deportivos dignos en el barrio olvidado detrás de la montaña.