Escuchar a Unai Simón y Pau Cubarsí confirma la burbuja de cristal que hemos creado alrededor del fútbol

La normalidad nos extraña. Hace más de treinta años, Ray Loriga escribía sorprendido que todo el mundo que iba a ver al rey salía diciendo que "se había comportado con total naturalidad". ¿Qué esperaban? ¿Que se pusiera a pegar gritos y subirse a los muebles? Algo parecido está sucediendo con la nueva realeza, es decir, con los deportistas de élite y más concretamente con los futbolistas: no sabemos qué esperar en el trato diario, no sabemos qué esperar de sus respuestas, no sabemos qué esperar de la persona que se encuentra tras el personaje envuelto en una burbuja de cristal.
Estos tres días de concentración de la Selección española ya nos han dejado dos ejemplos opuestos de esta distancia sideral entre los futbolistas y la prensa. En un lado, tenemos a Unai Simón, muy festejado por no contestarle a Fernando Burgos. Simón es un tipo valiente, que no se calla nunca y que dice lo que piensa, le moleste a quien le moleste. Además, hay que reconocerlo, lo dice con mucha educación. Dicho esto, no sé si tiene sentido ir a una rueda de prensa desde una posición de poder y negarle a un trabajador su trabajo.
Un trabajador que ha sido un maleducado contigo, sí, que entendió en la Eurocopa 2024 que el portero se iba a unir al linchamiento mediático contra la selección alemana y, al verse solo en la batalla, prefirió tirar contra su propio regimiento. Pero un trabajador, al fin y al cabo, que sirve de mediador entre las estrellas y los aficionados. Quien quiera consumir su trabajo, que lo consuma. El que no, que no lo haga. Eso no lo debería decidir Simón.
Con todo, lo dicho, el error de partida está en el continuo malentendido entre ambas partes. "Siempre vienen aquí a la defensiva", decía Burgos el verano pasado y en eso tenía razón. Los futbolistas están en una continua lucha contra los medios que se puede explicar en parte, pero no en su totalidad. Para un periodista, llegar a un jugador de nivel internacional requiere mil filtros y agolpar preguntas en los pocos minutos de los que dispone ante una estrella, por lo general, displicente. No se entiende que eso sea así.
El caso Cubarsí
Porque, por supuesto, en los medios se hacen cosas mal. "Siempre buscan la polémica", se dice, y es verdad. Lo dicen los mismos que pinchan en las noticias donde hay polémica o se van luego a Twitter a buscar bronca, pero lo dicen con razón. Los periodistas hacen tantas cosas mal que en los propios medios podemos salir voces discordantes a reprochárselo. Ahora bien, también hay que intentar entenderlos: en esto, están ante una batalla perdida.
El otro ejemplo ha sido el de Pau Cubarsí en "El Partidazo de COPE". Cubarsí contestó todas las preguntas con una naturalidad que supondríamos en cualquier otro ser humano, pero que a Juanma Castaño le fascinaba hasta el punto de repetirlo varias veces durante la entrevista. Es cierto que, a sus 18 años recién cumplidos, Cubarsí mostró mucha madurez y mucha tranquilidad… pero también es cierto que no tendría por qué no mostrarla. Las preguntas eran facilonas, buscaban el buen rollo y el futbolista se sintió cómodo. Podría pasar más veces.
Lo que extrañó a Castaño, un tipo que se las sabe todas y que las ha visto de todos los colores, fue que un futbolista le contestara como le contestaría cualquier otra persona. Puede que hubiera un cierto paternalismo respecto a la edad, pero intuyo que la sorpresa venía porque Cubarsí no quiso ejercer esa posición de poder, no rehuyó ninguna pregunta y no se metió en ningún berenjenal. "La cabeza sobre los hombros", dirá alguno, como si pudiera estar en otro lado. Volvemos a lo de Loriga con el rey emérito, ¿qué esperaban que hiciera Cubarsí? ¿Que le arrojara el micrófono y se enzarzara cual Gennaro Gattuso en la televisión croata?
El justo punto medio
En un tiempo en el que los futbolistas prefieren dar las exclusivas a youtubers y a streamers con los que a menudo compadrean fuera de las redes, los periodistas tienen que buscar un terreno propio. Algo que vaya más allá de las relaciones públicas y la complacencia, pero que tampoco caiga en el barro y las malas artes. La revista JotDown lo intentó, pero solo contestaban los jugadores retirados, dispuestos, ellos sí, a refrescar su memoria y sus gestas, con unos cuantos cotilleos y anécdotas de por medio. Relevo también lo intenta, por supuesto, pero con las limitaciones que nos pone la realidad.
Las mismas limitaciones que le pone, por ejemplo, a Radio Marca y a "La pizarra de Quintana", donde Miguel intenta todos los días "humanizar" el mundo del fútbol y entrevista a jugadores y entrenadores sin excesivos compadreos ni ataques absurdos. Por supuesto, no todo el mundo es como Miguel Quintana, pero no es un mal espejo en el que mirarse. Si todas las entrevistas fueran así, si se centraran en el fútbol, entenderíamos que hay una diferencia entre la persona y el avatar que se mueve de un lado a otro en el FIFA 25.
Y, si se consiguiera eso, probablemente se perdería el miedo. El miedo a la crítica razonada, el miedo a no gustar a todo el mundo, el miedo a que se rompa esa burbuja de "qué bien lo has hecho y qué poco te comprenden". El revanchismo en las dos direcciones. El peloteo y los francotiradores. Para eso, aún queda tiempo. De entrada, Real Madrid y Barcelona no permiten que sus jugadores hablen en Radio Marca. No les interesa romper la mística, se entiende.
Sí les interesaría a los jugadores, creo yo. Tal vez no como estrellas de la cultura popular, con su halo de misterio y su séquito de admiradores pagados, pero sí como jóvenes de veinte o treinta años que quieren demostrar que no son idiotas. Que se les puede preguntar cosas razonables y saben dar una respuesta a la altura. Que todos los prejuicios a ese respecto forman parte del pasado y que no hay que sorprenderse por verlos donde Motos o donde Broncano y que nos resulten interesantes. Que tienen sus propias ideas y saben defenderlas. Que nadie, en definitiva, debería llevarse a la cabeza porque no hagan de la excentricidad, la norma.