La esencia pura de Pep Guardiola

En Premià, el 2 de septiembre de 2007, empezó todo en un campo con un pino enorme en medio de una grada, en un campo que si te equivocas entras en un cementerio. "Pep siempre me lo recuerda. Empezamos en Premià y mira dónde hemos acabado", recuerda en el documental de Betevé. "Guardiola, el primer titol", dice Pedro Rodríguez, buque insignia de aquel grupo de futbolistas que compitió y triunfó en Tercera División y que subió a Segunda B el primer año que Pep se sentó en un banquillo. Hace 15 años de aquello porque Premià existe. A Premià le siguieron muchos partidos en el Mini, en el Camp Nou, en Stamford Bridge, Roma, Wembley, Abu Dabi, Múnich, Marrakech, el Etihad, Old Trafford y Estambul y me temo que alguno nos quedará por ver. Porque Premià solo era una idea, porque aquel equipo solo era la esencia pura de Pep, "el año más feliz de mi vida como entrenador", dice.
No estaba Valdés, ni Puyol, ni Xavi, ni Iniesta, no estaba Lahm, ni Kroos, ni estaba Rodri, Foden, Bernardo Silva, el Kun o Gündogan, pero estaban Marc Valiente, Chico, Dimas, Oier, Abraham y, claro, Pedro y Busi. Y no estaba Messi, pero había, como ahora, una manera de entender la vida y de jugar que Pep ha compartido, enseñado e impuesto allá por donde ha ido hasta conseguir que el fútbol sea mejor ahora que cuando él llegó a Premià y que le ha convertido en el entrenador más laureado en activo, el único que ha sido capaz de ganar cuatro Premier League de manera consecutiva. De ser un acaparador de títulos.
En el Mini se ganó el respeto de Cruyff. Lo hizo antes con la pelota en los pies, cuando era un alfeñique que la distribuía como una computadora, y lo hizo en el banquillo, los sábados por la tarde, cuando empezó a entrenar. "Me hubiera dado Tali (Alexanco, entonces responsable del fútbol base) el infantil y hubiera cogido el infantil", recuerda en el documental. Johan solía ir a verle. A verle a él, no al equipo. Básicamente, quería ver qué hacía Pep. Y Pep, durante la semana, buscaba algún día y subía a verle a la Bonanova para hacer sentir importante a Dios, para que supiera que su opinión contaba, hacer saber que en la duda siempre pensaba qué haría él.
Un día, un par de jugadores, o tres, se habían saltado el gimnasio porque tenían molestias. Pep sabía que le estaban levantando la camisa. Había quedado para comer con Johan y le preguntó qué hacer: "Déjalos en el banquillo, así aprenderán". Pep se jugaba mucho en aquel partido, pero al final le hizo caso. El Barça ganó.
Ese año aprendió a retar, a manejar al grupo y la gestión individual de los jugadores. "Enfádate conmigo, que soy un cabrón porque no te pongo, entrena mejor y saca tu mejor versión", recuerda Eneko sobre una charla con Pep. Otro día llamó a Pedro al despacho al día siguiente de un partido, "había metido dos goles y pensé que me iba a felicitar". Pero no, le cayó la del pulpo, un vídeo tras otro para demostrarle que no había dado ni una. Marc Valiente, el capitán, admite que tensaba la cuerda y Xavi Torres supo desde el principio que no había conocido nada igual y que sería el mejor entrenador del mundo. Eso lo pensaron el año que empezó a cambiar el fútbol en el mundo, el año que a Víctor Vázquez le pisaban un pie y el cuello en la Pobla de Mafumet y el Barça perdía, porque sí había que saber pasarse la pelota, había que saber aguantar las patadas, pero el balón no se rifaba, aunque del córner al primer poste no hubiera ni diez metros. El equipo se lo creyó y le siguieron. Y, desde entonces, el fútbol, aunque costó un poco, siempre costó un poco creerle, incluso en el primer equipo del Barça, ha acabado donde ha acabado.
La idea empezó a rodar en el campo del Premià, en el Maresme, junto al mar, y ahora lo gana casi todo en Mánchester. Este año, otro doblete.
En el documental se dan claves de por qué aquello era un equipo, de las cenas en casa de Eneko, igual lo de MasterChef también nació allí, de los Nasty Mondays y las fiestas en el Fellini, de la indigestión por un pez congelado de Xavi Torres o de la sensación de que, como dice Oier, Pep no trataba igual a una persona como él que a Víctor Vázquez, a quien por cierto, hoy entrena Dimas en la India. Pero lo tenía todo controlado, les hizo grupo, les hizo mejores futbolistas, y les enseñó el camino. Hace 16 años de una temporada inolvidable y todos lo saben. Porque esa es otra, si algo ha dejado aquel equipo, la pura esencia de Guardiola, es amor al fútbol y un homenaje a la amistad.