España tiene un problema si la frase más irrelevante del juicio a Rubiales acaba en todos los titulares
![Luis Rubiales declara este martes por la mañana en el juicio ante la atención desde la sala de periodistas/Reuters](http://s2.sportstatics.com/relevo/www/multimedia/202502/11/media/cortadas/rubiales-juicio-periodistas-RNDKECfKAGxSDQZNCpyD2gN-1200x648@Relevo.jpg?w=569&h=320)
Parece que la fiscal del juicio a Luis Rubiales tiene tendencia a morder los anzuelos que se tiran desde las redes sociales. Tal vez por eso, este martes, preguntó al expresidente de la Federación Española de Fútbol si "hubiera besado también a un futbolista si fuera un hombre". La satisfacción de Rubiales y de su defensa ante tal pregunta tuvo que ser grande. Suponía colocar el debate donde no era, probablemente sin quererlo, por mucho que fuera una de las acusaciones recurrentes al ex presidente juzgado de la RFEF.
Que Rubiales bese a hombres es completamente irrelevante. Si se quiere dar un morreo con Piqué o con Busquets o si se lo hubiera dado a Morata cuando España ganó la pasada Eurocopa es cosa suya… siempre que Piqué, Busquets o Morata estén de acuerdo y den su consentimiento. Lo quese juzga estos días no es si Rubiales tiene ese comportamiento con las mujeres y mucho menos si él considera que dicho comportamiento es normal. Tampoco se juzga su manera de celebrar o demostrar euforia… en general, la opinión que él tenga sobre sus actos es lo de menos en este asunto.
Y es que la pregunta lleva el debate al subjetivismo del acusado. A efectos judiciales, que es de lo que estamos hablando, no tiene ninguna importancia si Rubiales es un supuesto machista o depredador sexual o un angelito de la guardia. Mucho menos, insisto, si él cree que lo es. Aquí, lo que se está juzgando es, en primer lugar, si hubo consentimiento… y eso implica no solo una lectura de labios, sino si la situación en la que se vio Jenny Hermoso permitía un consentimiento libre, es decir, si una empleada (o un empleado, que, de verdad, es lo mismo) está en condiciones de rechazar ante millones de espectadores una propuesta así de su jefe… o si su idea de un "piquito" es que le cojan la cabeza con las dos manos y la aprieten contra la boca.
"Yo me he comido a besos a muchos futbolistas", contestó Rubiales satisfecho, como si eso zanjara la cuestión. Se la habían puesto como a Felipe II. Insisto, si a esos futbolistas les parecía bien, ¿dónde está el problema? ¿Qué relación tiene eso con lo que pensara o no Jennifer Hermoso? Como mucho, podría argumentarse lo contrario: si Rubiales era un tocón y un besucón con todo el mundo, sin asegurarse antes de que tenía consentimiento para serlo, el hecho de que lo fuera con hombres y mujeres solo debería empeorar su situación.
Porque yo lo valgo
No lo han percibido así los medios, que se han quedado con ese extracto -hay uno aún mejor, cuando la fiscal insiste y le dice: "¿Pero usted besa a sus amigos para saludarse?" y él contesta: "No habitualmente, sí cuando hay una situación de extraordinaria alegría"- para venir a demostrar que, bueno, si lo hace con todos, en el fondo, es como si no lo hiciera con nadie. ¿A qué se queja Jennifer Hermoso si Rubiales "es así", un hombre campechano, cariñoso, un amigo de sus amigos?
Bajo esa coartada siempre se han ocultado comportamientos atroces. El "es que yo siempre lo hago" para justificar algo que está mal, que no solo es feo, sino que es agresivo, que ejemplifica un abuso de posición de poder y que la otra parte rechaza es algo relativamente frecuente. Solo podría ser peor, y es de agradecer que a nadie se le haya ocurrido, si la abogada de Rubiales se hubiera empeñado en hacerle esa pregunta a Hermoso: "¿Saluda usted habitualmente a sus amigos con un beso?", porque, claro, si la respuesta hubiera sido "sí", ¿qué hubiéramos tenido que inferir?, ¿qué tiene que tragarse las babas de todo el que se le cruce por el camino y tenga relación con ella?
Los dos delitos que se le imputan al expresidente son muy concretos y no admiten valoraciones generales. Además, están vinculados. En primer lugar, ya he dicho, el consentimiento. No lo que Rubiales suela o no suela hacer, lo que le guste o no le guste hacer, su manera de entender o no una celebración. El consentimiento de Hermoso. Y en segundo lugar, si hubo coacciones posteriores para obligar a la jugadora a salir a apoyar a su jefe, algo que no se puede desligar de lo anterior.
La libertad no puede depender de represalias
¿Por qué no se puede desligar? No es muy difícil de entender. Todos estaremos de acuerdo en que el consentimiento, para ser digno de ese nombre, ha de ser libre. Lo que cada uno entienda por "libertad" puede ser muy variado pero, si hay coacciones, no puede haber libertad de ningún tipo. Y las coacciones solo se pueden ejercer desde una posición de poder. En definitiva, si se demuestra que Rubiales intentó coaccionar a Hermoso y a su entorno, tanto de forma personal como a través del entrenador y los medios de la Federación para la que Hermoso trabajaba, ¿cómo defender que la jugadora estaba en condiciones de rechazar la propuesta del presidente en condiciones de igualdad?
Es complicado. Otra cosa, por supuesto, es que eso sea delito, que no depende de mí determinarlo, pero en ningún caso es una cuestión de hábitos ni de usos sociales. Es algo mucho más feo. Es una gigantesca empresa intentando controlar la voluntad de una de sus empleadas. Una empleada, además, que en la siguiente convocatoria se quedó fuera de la lista, al parecer, "porque no estaba preparada", aunque esa no fue la versión oficial en su momento. El juez tendrá que determinar si fue una represalia o no.
Si considera que sí, es decir, si considera que decir a posteriori que el beso la incomodó fue motivo de represalias, le costará mucho determinar que el "vale" inicial, si es verdad que lo pronunció y si es verdad que la pregunta fue tan aséptica como afirma Rubiales y su lector de labios, supuso un consentimiento libre. Que la fiscalía o una buena parte de los medios, siempre atentos a meter su cuchara ideológica en un caso judicial, estén a otra cosa, preocupa. Habrá que ver, en cualquier caso, a lo que está el juez, que al final es lo que cuenta.