Alemania sigue sin olvidar lo de Cucurella y vuelven a pitarle en la final entre España e Inglaterra
La afición española respondía a cada pitido coreando su nombre. Los silbidos fueron amainando con el paso de los minutos.

La pregunta surgió en el España-Francia de semifinales de la Eurocopa. ¿Por qué pitan a Cucurella? Sorprendió que el primer balón que tocó el lateral del Chelsea en aquel encuentro se viera sucedido de un aluvión de silbidos en un Allianz con una imagen poco habitual: butacas vacías, españoles y franceses que apenas llenaban sus fondos... y muchas camisetas de Alemania.
Los aficionados germanos compraron masivamente entradas para la semifinal antes de que España eliminara a los de Nagelsmann en cuartos. Confiaban en la clasificación y se encontraron con Lamine, Rodrigo, Nico y compañía. También con la polémica en una jugada donde se empezaron a escapar las opciones teutonas. Y ahí hay que ver el germen de esos silbidos.
La jugada en cuestión se dio tras un disparo de Jamal Musiala que chocó contra el brazo de Cucurella. Una jugada muy protestada por los alemanes, pero insuficiente tanto para el árbitro como para el VAR para pitar penalti. Anthony Taylor consideró que la mano estaba en una posición natural y que el español la estaba retirando en el momento del impacto. También se habló de un posible fuera de juego en la acción previa, si bien la realización no terminó de demostrar si había ocurrido. El árbitro no pitó pena máxima, el partido siguió y acabó con los de Luis de la Fuente en la semifinal.
Los alemanes, que ocupaban parte de la grada del Allianz, la tomaron con Cucurella en el encuentro contra Francia. Cada balón que tocaba tenía como respuesta los pitos. Hoy, en la final ante Inglaterra en Berlín, la escena fue similar en el inicio porque la situación fue idéntica. Los alemanes, con la fe de que su selección llegara a la final, compraron su localidad para el Olympiastadion. Por incapacidad para revenderlo o por interés por estar presentes en el España-Inglaterra asistieron al partido con la herida de Cucurella aún abierta. Por eso, volvió a acontecer.
Con cada pelota que llegaba a los dominios del lateral, parte de la grada contestaba con sonido de viento. Aunque con menos decibelios que ante los franceses. Además, la afición española, minoría en Berlín pero que venía con aviso, respondían a cada silbido coreando el nombre de Cucurella. No obstante, con el paso de los minutos fue amainando la animadversión hasta prácticamente desaparecer.