Añorando el Luis Sitjar, el estadio del muro, el foso y el marcador manual que yace abandonado en Palma entre okupas, broza y ratas
El esqueleto del escenario del Mallorca más icónico aún aguanta en pie en el centro. Su historia vuelve hoy al foco con la Selección.
Palma.- En España ya estamos más que acostumbrados a que, pese a la morriña que da pensar en el estadio Luis Sitjar, con tantas y tantas peculiaridades e intrahistorias acumuladas, ahora hay que hablar de Son Moix cuando un partido se juega en Palma. Con permiso de otros apellidos comerciales que ha ido teniendo por el camino el estadio del Mallorca (Ono Estadio, Iberostar Estadio, Visit Mallorca...). Hoy volverá a darse esa circunstancia con el amistoso de España ante Irlanda del Norte (21:30).
Sin embargo, los más nostálgicos y sobre todo los aficionados más veteranos del adversario que visita la isla esta noche estarán algo extrañados porque el escenario que recordaban desde hace tanto tiempo no les suene de nada. Los imagino extrañados siguiendo el encuentro por televisión o enfilando el santuario si son de los que se han animado a arropar a su equipo animados por el excelente tiempo, las tapas mallorquinas y las playas. El 27 de marzo de 1985, en la primera visita de La Roja a la ciudad, Irlanda del Norte también fue su contrincante y pocas cosas le serán familiares de entonces en la que arrancaron un empate (0-0). Después, la Selección regresó al Sitjar en 1997 (1-1). Y, más tarde, volvió a Palma pero ya fue en Son Moix: en 2003 (3-1 a Alemania), en 2007 (1-0 a Islandia en la fase de clasificación para la Eurocopa que al final ganó) y en 2013 (2-1 a Bielorrusia para sellar su pase al Mundial de Brasil 2014).
En aquel primer duelo, en el que aún estaba muy presente la derrota de España en el Mundial del 82 contra Irlanda del Norte con aquel gol de Gerry Armstrong, se dieron varias curiosidades. Una es que Miguel Muñoz no pudo estar en el banquillo por una maldita gripe y le sustituyó Vicente Miera, el seleccionador que luego cogería a la Absoluta y sería campeón olímpico en el 92. Pero lo que echarán más de menos los seguidores irlandeses será el escenario del partido y, más que nada, su actual estado si quieren hacer turismo este sábado y visitarlo para honrar a sus antepasados. El Luis Sitjar es en la actualidad un solar lleno de escombros tras su demolición y a la espera de un rescate y un entierro digno. Y a fin de cuentas -y aquí la otra anécdota de aquella noche- su ídolo Armstrong acabó vistiendo la camiseta bermellona y comprobando de primera mano que este estadio era tan coqueto como arriesgado.
La afición española también echará de menos ese recinto donde aquel ídolo irlandés vivió hace 40 años una tarde de lo más dramática y surrealista. El Sitjar era un estadio peculiar con su foso, la grada bien pegada al césped, su marcador manual y ese muro inconfundible detrás de la portería sur que fue construido casi más como barandilla que otra cosa y que en 1984, en una partido al Valladolid, cedió hasta hacer caer al vacío a cientos de aficionados. "Fue una de las noches más tristes y tensas de su historia", recuerdan varios trabajadores del Mallorca. Pero, sobre todo, este estadio fue algo más que lo que hoy es Son Moix por aquellas grandes noches de buen fútbol del plantel dirigido por Serra Ferrar (años 80) y Héctor Cúper (gloriosos 90), que llevó al equipo a lo más alto hasta ser conocido como la Ensaimada Mecánica.
Impone el reencuentro
Pero si aquellos recuerdos acongojan, el estado actual de aquel escenario fastuoso de 103 x 69 metros, diseñado por Carlos Garau, pone los pelos de punta. Ahora es un esqueleto de lo que fue en pleno centro de Palma, que permanece a poco más de 2,4 kilómetros del nuevo coliseo que esta noche dará cobijo a Morata y compañía. Y la razón es tan dura como incomprensible: el ayuntamiento no sabe todavía muy bien qué hacer con un terreno olvidado, que llegó a ser derribado hace una década y en el que aún hay tiendas de campaña que sirven de refugio a gente sin techo, ratas, broza y polvo y a una verdadera fauna mientras la ciudad crece sin freno a su alrededor.
El estadio, inaugurado el 23 de septiembre 1945 y rebautizado en 1955 tras llamarse Es Fortí (El Fortín), como el barrio donde se ubica, pasó a denominarse como el presidente que ordenó su construcción, un hombre ligado a Falange y con un polémico protagonismo en la Guerra Civil. Vivió ascensos y descensos de categoría, ampliaciones del aforo hasta tener 31.000 asientos, luego una considerable reducción hasta los 18.000 para atenerse a las nuevas, modernas y precavidas reglas de seguridad, hasta que en 1999 cerró sus puertas al fútbol de élite. Jovan Stankovic hizo el último gol en Primera con una falta directa ante el Celta (2-0) que significaba el pasaporte para la previa de la Champions. Y después, sólo el filial estuvo disputando allí sus encuentros hasta 2007. El último, ante el Sabadell. La necesidad y los fondos europeos para este tipo de maquillajes (800 millones de pesetas) dieron con Son Moix.
Albert Salas, director general de IB3 tras su paso por el Mallorca y autor del libro 'Los cracks se visten de rojo', reconoce a Relevo que no había más salida que cambiar de casa en aquellos años: "El Sitjar se había quedado viejo. Ahora lo mejor que podía pasar era dar el paso de aclarar qué pasaría con ese solar, convertirlo en zona verde como quería el ayuntamiento para que sirva de pulmón de la ciudad, y que todos los esfuerzos, con consenso, se centraran en remodelar Son Moix, que está quedando muy bien y, curiosamente, ha sido el estadio de los mejores años con la Champions y la Copa. Aun así, la marcha del Sitjar y la mayor frialdad del nuevo campo -con pista de atletismo- sirvió para idealizar el antiguo, porque siempre se llenaba al estar metido en el casco urbano y nos regaló imágenes inolvidables. Ahí están esas fotos del primer ascenso a Primera en el 60', el partido de los paraguas con el gol de Magdaleno en la 86-87 al Madrid, las celebraciones en los años 80 de esplendor...".
La propiedad del Lluís Sitjar (en su nomenclatura balear) estaba dividida en 666 participaciones, de las que unas 200 estaban en poder del RCD Mallorca y la mayoría de las restantes las controlaba la Asociación de Copropietarios. Pero con el final de los días de vino y rosas todo el mundo se desentendió del mantenimiento, por lo que el recinto que albergaba partidos de Primera pasó a ser un solar que acentuó su degradación hasta ser centro de un importante foco de sucesos. Primero, al ser la casa de decenas de sin techo y el paraíso de los okupas; y más tarde por ser un centro de trapicheo y un continuo escenario de peleas, quedadas furtivas y desagradables careos sexuales y hasta incendios. El más importante, el 15 de noviembre de 2011.
Alegrías, tristezas y... más sucesos
El Luis Sitjar sólo daba ya que hablar en las páginas de sucesos, por lo que el Consejo de Administración del RCD Mallorca elaboró un proyecto que posibilitase el regreso del club al Es Fortí, como uno de los objetivos del programa del centenario a cumplir en el año 2016. Sin embargo, la mala situación económica del club hizo imposible materializar ese sueño. Por eso fue derruido definitivamente del todo en 2014, y en 2022 el ayuntamiento de Palma negoció con los propietarios la compra del espacio para darle otro uso diferente. Ahora, en sus aledaños hay bastantes obras, que puede derivar por fin en un renacimiento. Sólo quedan los muros exteriores, repletos de pintadas, y la fachada trasera, gracias a la labor de cuidado del patrimonio de la Asociación ARCA. Ahí sigue en pie la famosa puerta repintada con el nombre impoluto y el antiguo escudo de la época de la República sin el "Real" ni la corona.
Las vivencias de este estadio olvidado son tan emocionantes que Tommy M. Jaume, escribió en su día 'Memorias del Sitjar", editado por Balèria con el patrocinio del RCD Mallorca, la Federació de Fútbol de les Illes Balears, Unió de Penyes y Moviment Mallorquinista. El escritor, nieto del histórico Tomàs Jaume (había expuesto en dos ocasiones su patrimonio personal para salvar al club y por eso Mateu Alemany le condecoró con la Insignia de Oro y Brillantes del club), lo resume como nadie en una entrevista en MallorcaDiario.com concedida hace dos años y medio: "El Luis Sitjar tenía cientos de cosas que lo hacían único". Y no sólo, como cuenta en esta charla, porque por allí pasó Ramallets o se celebró el homenaje a Ernesto Domínguez con el Manchester United de Bobby Charlton. Sino porque hubo encierros, descensos dolorosos, ascensos emocionantes, la consecución de la previa de la Champions que luego truncó el Molde y las mejores noches de la historia del club como no deja de repetir Miguel Ángel Nadal en una reciente conversación con Relevo.
Tommy M. Jaume, en la mencionada entrevista, da la clave de la añoranza que hoy nos embargará a todos: "El Luis Sitjar era diferente porque el fútbol de entonces poco, o nada, tiene que ver con el actual. Allí se respiraba fútbol por los cuatro costados. La cercanía con el terreno de juego lo hacía tan especial que el público se sentía participe del partido. Donde haya un foso, que se quiten las pistas de atletismo (risas). Por otro lado, creo que otro de sus atractivos era su ubicación, en el centro de la ciutat. Aún se me pone la piel de gallina (o gallina de piel, como decía Cruyff) cuando recuerdo los prolegómenos con aquellas colas de gente dirigiéndose a la Plaça Barcelona. O ese inolvidable marcador manual, aquellos vendedores que iban cargados de género y mercancías por las gradas, o las pañoladas (con hojas de periódicos)".