En el bastión de la ultraderecha francesa viendo el España - Francia, entre silbidos a Laporte y banderas en las calvas
Varios futbolistas de la selección francesa han criticado abiertamente el partido de Marine Le Pen, pero en Perpignan, "ciudad patriótica, pero no futbolera", nadie parece tenérselo en cuenta.

Perpignan (Francia).- Un centenar de ciudadanos de Perpignan se agruparon de forma improvisada enfrente del Ayuntamiento, al lado de la lonja, el pasado domingo por la noche para festejar la inesperada derrota de la ultraderecha en las elecciones generales de Francia. Entonaron L'Estaca, una canción compuesta por el cantautor catalán Lluís Llach en tiempos de la dictadura franquista que se ha convertido en un himno mundial en contra de la extrema derecha y que suena cada vez que el USAP de Perpignan, el equipo más importante de la ciudad, de rugby, juega como local.
A Perpignan, bastion RN, la gauche fête la défaite du RN en France en chantant l’hymne antifranquiste catalan l’Estaca de @lluis_llach pic.twitter.com/hh2LOAp6md
— Henry de Laguérie (@henrydelaguerie) July 7, 2024
Es paradójico porque esta es la única gran ciudad del país donde gobierna Reagrupamiento Nacional (RN), el partido de Marine Le Pen, que perdió las elecciones en el global del estado, pero confirmó su hegemonía electoral en el departamento de Pirineos Orientales, la región conocida como la Cataluña Norte, cuya capital es Perpignan, el gran bastión de la extrema derecha en Francia. A simple vista, no se percibe que así sea; no queda ni propaganda electoral en sus calles, y es una ciudad mestiza, multicolor y multirracial - como la selección francesa- que habla francés y, cada vez menos, catalán.
En realidad, en el barrio de los gitanos catalanes, sí que se habla catalán, genuino y cerrado. Lo hacen los romanís que llegaron hace décadas procedentes de la periferia de Barcelona y el norte de la comunidad autónoma. "Nací en Badalona y hoy voy con España", decía uno de sus vecinos, Pol, antes de desvelar que cada jueves por la noche toca rumbas catalanas enfrente del Castellet, uno de los edificios más icónicos de Perpignan.
Saint Jacques, el nombre oficial del barrio, que está pegado al centro, es un sitio degradado y sucio, de calles estrechas y empinadas donde conviven gitanos y árabes, que hacen vida en la calle, y que fue uno de los primeros lugares donde hizo campaña Reagrupamiento Nacional.

Una ciudad patriótica
Hasta bien entrada la tarde, en la zona del casco antiguo, no se vio ni una camiseta de la selección francesa, solo alguna de Marruecos y Argelia que más tarde se entremezclarían sin ningún problema con las de Mbappé, Kanté y compañía.Perpignan no es una ciudad futbolera, pero sí patriótica. Y si bien algunos de sus habitantes se sienten también catalanes, es solo una cuestión tradicional y folklórica, no política. "Animar a Les Bleus es un deber", dicen ellos, y a partir de las ocho, en los bares de la avenida Maréchal Lecrec ya no cabía un alfiler.
La mayoría de locales habilitaron varias televisiones en sus terrazas, lo cual provocó que se agolparan centenares de transeúntes entre los que sí tenían reserva previa. El Delirium Café, enfrente de Les Dudu, fue el más concurrido de los bares. En el Au Fût, a una calle de distancia, regalaban banderitas del país y el encargado de seguridad llevaba la bandera francesa pintada en la calva. Y en el Arena, un sports bar que está una calle más arriba y que tiene ocho pantallas, no daban abasto tirando cerveza.
"Ganemos o perdamos, Ojalá jugar como España", comentaba un chico con camisa de flores, que era de los que iba más entonado, ya antes del comienzo del partido, mientras Luis Fernández y Desailly dirigían la previa en Bein Sports. Poco después, sonó La Marsellesa. Pelos de punta, el momento más emocionante de una noche que se truncó cuando Lamine Yamal metió uno de los goles de la Eurocopa.
Antes, el tanto de Kolo Muani, que pilló a alguno haciendo cola en el Domino's Pizza de enfrente del Delirium, fue el punto álgido de la jornada. La celebración empapó a más de uno de birra y justificó la decisión de la franquicia de la cervecería belga de servir los tragos en vasos de plástico. "Mu, mu, mu, mu…", se oía entre los más jóvenes, en referencia al futbolista del PSG, que festejaban el tanto ocupando media carretera.
Los futbolistas, significados en contra de la ultraderecha
Ni un pito ni grito, en las calles de Perpignan, en contra de ninguno de los futbolistas de la selección, algunos de los cuales celebraron públicamente la derrota de la ultraderecha en las elecciones del domingo. El más elocuente fue Jules Koundé, a través un mensaje en sus redes: "El alivio, al igual que la preocupación de las últimas semanas, es inmenso. Felicitaciones a todos los franceses que se movilizaron para que este hermoso país que es Francia no sea gobernado por la extrema derecha".
"No podemos dejar el país en manos de esa gente, esperemos que se vote al lado bueno", dijo, días antes, Mbappé, lo cual provocó que los propios actores políticos respondieran a los deportistas. "No representas a los franceses de origen migrante" le contestó Le Pen al jugador del Real Madrid, al que criticó por dar "lecciones morales".
¿Afectó al devenir de las elecciones el posicionamiento de los jugadores? Según el sociólogo y experto en extrema derecha, Gautier Sabrià, "más que determinar la dirección del voto, la significación de los jugadores pudo propiciar que algunas personas, sobre todo jóvenes, decidieran ir a votar. Sí que tuvo especial impacto la implicación de Mbappé, que fue mucho más tibia que la de Koundé o Thuram, pero que es un referente popular para todo el país".
C'est un jour important pour la France et pour son futur. Par les temps qui courent, voter est un devoir autant qu'un droit.
— Jules Kounde (@jkeey4) June 30, 2024
La force de la démocratie, c'est que chaque voix compte et que chacun est libre de donner son opinion.
Pour ma part, je vois que l'extrême droite n'a…
«No es bueno mezclar deporte y política»
"Yo soy de Perpignan de toda la vida y no voto a la ultraderecha, pero a sus votantes no les ha gustado que sus ídolos se posicionen en contra del partido", explicaba uno de los aficionados franceses, sentado atrás del todo del Au Fût con una camiseta de Zaïre-Emery. Su compañero, que lucía la zamarra del Olympique de Marsella, mostraba indiferencia al respecto. "Nunca es bueno mezclar deporte y política", comentaba una joven, votante de Reagrupamiento Nacional, cuya pareja prefirió no opinar.
"Creo que no gusta demasiado porque no estamos acostumbrados a ver a los futbolistas tomar partido político, sobre todo cuando lo hace la estrella de la selección. Pero, en todo caso, pienso que no afecta a cómo ven los aficionados a los jugadores", explica Gautier Sabrià. La percepción general era esta desde el pitido inicial y con el 2-1 de Olmo no cambió. El único abucheado fue el árbitro, cada vez que mostraba una tarjeta a uno de los de blanco, y Aymeric Laporte, tímidamente, porque eligió jugar con España siendo francés.
Crónica de una noche para la historia.
— Alfredo Matilla (@AlfredoMatillaG) July 9, 2024
Lamine es el extremo bueno y un gallito: rescata a España y la catapulta a la final.https://t.co/LSDaTve4Oc
Lo que sí cambió fue el ambiente en el Delirium, que a partir del minuto 25 ya no levantó cabeza. Cayó la noche y, a menudo que los vasos se acumulaban, se vislumbraba una pequeña opción de remontada, sobre todo, tras la entrada al césped de Griezmann, y, especialmente, de Barcola y Giroud, los más jadeados de la noche. Un espejismo. Tenía que ver más con la ingesta de alcohol que con los méritos futbolísticos de la selección francesa.
"Ves como te dije que era un milagro haber llegado así hasta semifinales", recordaba el chaval de la camisa de flores. Poco antes del pitido final, volvió a cantarse La Marsellesa a modo despedida, de la Eurocopa y de una velada descafeinada por la España de Lamine Yamal y Dani Olmo, la envidia de la mayoría de los presentes.
"Esta derrota tiene que servir para que echen Deschamps. Es el fin de su era", se despachaba un señor de mediana edad que llevaba pintada la bandera de Francia en la mejilla mientras enfilaba hacia el coche. Su sensación, generalizada entre la mayoría, era que Francia se había enfrentado al próximo campeón de Europa. Quizás por eso, no hubo drama en las más de mil personas que se juntaron en los bares que hay entre el bulevar Georges Clemenceau y la avenida Maréchal Lecrec de Perpignan, buena parte de las cuales siguieron bebiendo y también bailando, sin duelo, hasta más allá de medianoche.