En la Francia de los 80, los hijos de españoles tenían voz y voto... y los Camacho y compañía picaban a Luis Fernández para provocarle
En el Mundial '82 y en la Eurocopa '84 el seleccionador, Michel Hidalgo, era hijo de catalán y los Luis Fernández o Giresse, Amorós... eran insustituibles

Eran otros tiempos, pero en el fondo la situación tiene las mismas raíces. La selección francesa que ahora para fortalecer su nómina pesca en caladeros futbolísticos africanos o en sus departamentos de Ultramar (Guayana, Guadalupe...) en los años 80 se nutría de un buen número de jugadores de origen español, ya fuera de primera generación o segunda. Y con muy buenos resultados, por cierto. Hasta un seleccionador de reconocido prestigio internacional, Michel Hidalgo, hijo de barcelonés, y al que en el colegio llamaban 'el españolito', estuvo al frente de les bleus en los Mundiales 78 y 82 (semifinalista) y en la Eurocopa 84 (campeón).
En aquella década de los 80 era la Francia del gran Michel Platini, por supuesto, pero también era la Francia de los Luis Fernández (nacido en Tarifa), Manuel Amorós, Alaín Giresse, Jean Castaneda, Christian López, Jean François Larios, Gerard Soler, Daniel Bravo... Todos con sangre española en sus venas. Más adelante, pero ya no con tanta profusión, tomaron el relevo jugadores como Eric Cantona (hijo de italiano y catalana), Daniel Bravo, Gregori Pujol... y los técnicos Raymond Domenech, seleccionador entre 2004 y 2010, que todavía tiene familia en Rubí; y Rudi García, cuyos abuelos eran de Almería y en repetidas ocasiones ha declarado que le gustaría entrenar en el fútbol español antes de retirarse.
La primera gran remesa de futbolistas con apellidos españoles llegada a la selección francesa fue, precisamente, en el Mundial jugado en nuestro país, en 1982. No se debe considerar casualidad que el técnico fuera Michel François Hidalgo, hijo de un barcelonés trabajador de la metalurgia que cruzó la frontera y que en sus tiempos de jugador fue compañero de Raymond Kopa en el Stade de Reims que disputó la final de la primera Copa de Europa contra el Real Madrid (1955-56), marcando un gol de cabeza.
El técnico, a quien se consideró el inventor del 'carré magique', el cuadrado mágico que formaban Luis Fernández, Giresse, Tigana y Platini en el centro del campo francés, tenía en muy alta estima el fútbol español desde sus tiempos de futbolista, como siempre reconoció públicamente, y tiró de hasta seis jugadores con apellidos netamente hispanos. Todos, en mayor o menor proporción, hicieron carrera en el fútbol francés: Amorós, Giresse, López, Castaneda, Larios y Gerard Soler. Solo Larios tuvo una experiencia en el fútbol español... Fichó por el Atlético de Madrid (1983) pero no llegó a jugar ningún partido.
La sangre española de Giresse
Los padres de Manuel Amorós eran de Alicante. Llegó a la selección con 20 años. Ya era titular en el Mónaco. Nació en Nimes (1962) y decidió adoptar la nacionalidad francesa cuando tuvo que hacerse el pasaporte y salir del documento familiar. El ojeador que le llevó al Mónaco se llamaba Alberto Muro, de apellido español pero argentino, y, como ha reconocido en varias entrevistas, nunca tuvo la tentación de jugar en la Liga: "Todo me iba demasiado bien en Francia como para aventurarme en buscar otra experiencia". Amorós jugó 82 partidos con la selección. Dos Mundiales, 1982 y 1986 (tercero), y ganó la Eurocopa del 84. En la final de París contra España jugó la segunda parte. Una expulsión le hizo perder la titularidad, que parecía tener asegurada.
La vinculación española de Alain Giresse, uno de los grandes centrocampistas de la historia del fútbol francés, llega por parte materna. En Fuenteguinaldo, comarca de Ciudad Rodrigo, nació su madre. En una entrevista en El País, el ex del Girondins recordaba cómo fue la final del Parque de los Príncipes: "Contra España no jugamos bien. Necesitamos el error de Arconada en la falta lanzada por Platini para ganar y conseguir el éxito. Yo en el campo no me di cuenta de qué había pasado. Ni siquiera de que había sido gol. Arconada era un gran portero. Debía estar escrito que Platini fuera diabólico hasta el final. El día del partido no pude ni dormir la siesta. Teníamos muchísima presión. Había electricidad en el ambiente. Nos visitábamos en la habitación, pero no hablábamos. Platini no dejaba de fumar ni Fernández de hacer el payaso. Jugamos supernerviosos. Por eso jugamos mal".
Jean Castaneda, cuyo padre nació en Barcelona y jugó en la cantera del Barcelona, también portero, cambió el Juan paterno por el Jean y perdió la 'ñ' por el camino cuando su familia abandonó el país por la Guerra Civil y la figura paterna terminó alistándose en el ejército francés para combatir contra los alemanes en la Segunda Guerra Mundial. Juan acabó en el campo de concentración de Mauthausen, donde, según contó después a su hijo Jean, le vino hasta bien haber sido futbolista. Algún privilegio tuvo en el periodo que estuvo de prisionero. Al ser liberado, estuvo un tiempo en Suiza para recalar en Saint Etienne, donde nació Jean en 1957. Castaneda jugó 9 partidos con Francia, uno de ellos, la consolación del Mundial de España contra Polonia, que ganó 3-2.
Christian López y Gerard Soler, también de familia española, nacieron en Marruecos y Argelia respectivamente y desde allí dieron el salto a Francia, teniendo sus respectivas oportunidades en la selección. El primero, defensa, jugó 39 partidos y marcó un gol; el segundo, delantero, 16/4. También Jean-François Larios vivió una situación parecida. Sus antepasados se instalaron en Sidi Bel-Abbès (Argelia), pero sus orígenes estuvieron ligados a la provincia de Málaga. De hecho, en sus comienzos le apodaban el Español o el Gitano. Su salto a la fama internacional se debió más a un asunto extrafutbolístico, pues se le descubrió una relación amorosa con Chantelle, la esposa de su compañero de selección Platini. Eran los años 80, los dos jugadores dejaron de hablarse y en el país vecino se aseguró que Michel puso a Hidalgo en la disyuntiva de o uno u otro. Al final, la elección fue evidente: Platini.

Para la Eurocopa 84, de la que ahora se cumplen 40 años, dos nuevos jugadores de origen español aparecieron en la selección francesa. Uno de pleno derecho, Luis Miguel Fernández Toledo, nacido en Tarifa, y otro, Daniel Bravo, cuyo padre huyó de Barcelona cuando tenía ocho años. La familia se instaló primero en Toulouse, donde él nació en 1963, para después quedarse definitivamente en Montpellier. Fue 13 veces internacional francés y formó parte de los convocados en la Euro 84, pero no llegó a jugar.
Luis Fernández: “Quería hacer valer que Francia no se había equivocado conmigo”
Luis Fernández, con seis años y de la mano de su madre y sus cinco hermanos, abandonó Tarifa para desplazarse hasta Venissieux, en las afueras de Lyon. Sus primeros pasos medio profesionales fueron con ficha de extranjero hasta que al entrar en la órbita de los bleus ya alcanzó la nacionalidad francesa. Diez años como internacional, con 60 partidos, y una anécdota. Jugó cinco veces contra España, ganó cuatro y empató una. De sus seis goles, dos se los marcó al combinado patrio. Uno en Burdeos en el 88 y otro, con Platini de seleccionador, en la fase de clasificación para la Eurocopa 92 en el Benito Villamarín (1-2).
En una de nuestras muchas conversaciones, Luis Fernández reconoció un día un medio secreto que no le había gustado airear con anterioridad. En la final de la Eurocopa del 84, en París, contra España, lo pasó bastante mal. No por lo apretado del resultado, que también, sino porque los jugadores españoles, conociendo su fuerte carácter, le estuvieron buscando las cosquillas todo el partido.
"Tuve enfrente jugadores que me estuvieron picando, metiéndose conmigo porque era español y estaba jugando con Francia. Parecían no entender que yo tenía que entregarme y ser honesto con un país que me había permitido ser futbolista. Me decían de todo, pero no lo quiero comentar más. Los he visto después, hablamos y todo está olvidado… Yo dentro del campo tampoco era un niño. Tenía mi fuerza y carácter y por eso podía entender que me pusieran las condiciones difíciles para jugar. Ganamos, pero nos costó mucho. Estábamos en casa, pero España plantó cara. Pasaban a mi lado y me decían algo: hablando, picando. ¿Camacho? Y alguno más que no era Camacho. Ese día quería hacer valer que Francia no se había equivocado conmigo. Jugar con Giresse, Tigana y Platini tenía sus exigencias, tenía que hacer mi trabajo y no me molestaba correr, pelear, recuperar, dar y llegar. Estaba contento con ese puesto y orgulloso de demostrar a los españoles que tenía capacidad para jugar al fútbol. En la tribuna del Parque de los Príncipes estaban mi madre, mis hermanos, toda la familia, y esa era mi afición, mi estadio. Quería demostrar más que nunca que los franceses no se habían equivocado al darme la nacionalidad".