EUROCOPA | ESPAÑA - GEORGIA

Ni falsa modestia ni milongas: 804 millones demuestran que hay un mundo entre España y Georgia

El discurso de prudencia, respeto y humildad de De la Fuente se impone alrededor de la Selección para los octavos, pero la realidad es que hay diferencias que avisan a la Roja: pasar es obligatorio.

Lamine, con Joselu detrás, celebra uno de los goles de España a Georgia en el 1-7 de noviembre. /GETTY
Lamine, con Joselu detrás, celebra uno de los goles de España a Georgia en el 1-7 de noviembre. GETTY
Alfredo Matilla
Jonás Pérez

Alfredo Matilla y Jonás Pérez

Aasen (Alemania).- Luis de la Fuente ha conseguido lo más difícil en esta Eurocopa: poner de acuerdo a casi todo el mundo, prensa incluida, con su discurso de prudencia, partido a partido y ni una palabra más alta que otra. Por eso hace ocho meses, cuando España se enfrentaba por segunda vez en la fase de clasificación para esta Eurocopa a Georgia, había porras para acertar la goleada y ahora, sin embargo, el respeto al rival de octavos en Alemania es máximo hasta el punto de la exageración. Si golear a Georgia hace meses era lo normal, tras el 1-7 en Tblisi y el 3-1 en Valladolid, ahora España se mide más o menos a la Brasil del 70.

Sagnol, sobre España.

Y ni una cosa ni la otra. Georgia (74ª en el ranking FIFA) se ha ganado el derecho a tenerla en cuenta tras pasar la fase de grupos y después de tumbar a Portugal (2-0). Y más teniendo en sus filas al portero más en forma (Mamardashvili) y al pichichi de la competición (Mikautadze). Pero, aun así, las diferencias entre un equipo y otro siguen siendo abismales. Empezando por los presupuestos. La federación de Georgia es de las más modestas del campeonato -está más cerca de los 50 millones de euros que de los 100-, mientras que la RFEF, la casa de esta Selección (8ª en el ranking FIFA) cuenta con un presupuesto de cerca de 400 millones de euros. Normal que en la concentración de Georgia el tema de conversación a estas horas sea aferrarse a la defensa de cinco para el domingo, mientras que en la de España, aunque sea a lo bajini como dice Nico Williams, el personal ya va reservando los billetes y el hotel en Stuttgart para los cuartos de final.

Los datos, las estadísticas, las sensaciones y al realidad obligan a abandonar la falsa modestia, los contragafes y cierta sobreactuación. España es favorita y todo lo que no sea pasar de ronda sería un tremendo fracaso. Los propios jugadores lo reconocen en privado, aunque no lo puedan verbalizar para no salirse del redil. A fin de cuentas Georgia nunca ha jugado un Mundial, esta es su primera participación en una Eurocopa y en Liga de Naciones sólo compitió en la Liga D (ganó) y dos veces en la C (terceros y victoria). Mientras, para el que lo haya olvidado, España tiene una estrella bordada en el pecho (2010), tres Eurocopas (1964, 2008 y 2012) y una Liga de Naciones (2023). La historia obliga.

Mirando el valor de mercado de las dos plantillas es que no hay ni debate. La actual plantilla de Georgia, en global, vale 161 millones de euros según los portales especializados en la materia como Transfermarkt. Y esa cifra está prácticamente acaparada por un par de jugadores: los 80 de Kvaratskhelia y los 35 de Mamardashvili. Sólo Mikautadze, Davitashvili, Kvaratskhelia y Mamardashvili juegan en una de las cinco grandes ligas en su primera categoría. Nada que ver con España, que tiene un valor de mercado de 965,5 millones de euros, 804 más que su adversario dentro de un par de días. Rodri vale 120, Pedri 80, Lamine 90… Y, claro, todos sus jugadores menos Laporte (Arabia) han militado esta temporada en una de las cinco grandes ligas.

Luis de la Fuente y Miguel Ángel España llegando en bici a un entrenamiento en Aasen.  RFEF
Luis de la Fuente y Miguel Ángel España llegando en bici a un entrenamiento en Aasen. RFEF

En cuanto a la experiencia en grandes competiciones, tampoco hay color al comparar a Georgia con España. Y eso, pesa. Ningún jugador georgiano ha competido en rondas finales de Champions o Europa League. Kvaratskhelia, como mucho, llegó a los cuartos de final. En España no hay más que gloria: Nacho y Carvajal tienen seis Champions, Navas es el rey de la Europa League y Rodri tiene su Orejona en el bolsillo. Los internacionales españoles están más que acostumbrados a competir en el más alto nivel y coleccionar títulos.

Los datos no engañan

Pero sobre todo hay que mirar a los enfrentamientos directos para ver que el duelo, por mucho que se diga, es descafeinado. España y Georgia han jugado siete veces a lo largo de la historia con seis triunfos de España y solo uno de Georgia. Aquel traspié llegó en un amistoso disputado el 7 de junio del 2016 y y acabó 0-1 en el Coliseum de Getafe. El balance general de goles es de 19-4. En septiembre, la Selección ganó 1-7 y en noviembre 3-1. Si ahora se han recortado las diferencias es, sobre todo, por dos realidades: debido a la ilusión de la expedición georgiana es arrolladora -con una afición volcada y unos medios de comunicación que vibran y lloran alrededor del equipo- y también porque las noticias escasean en torno a la Selección y su retiro monacal y hay muchas horas de tertulia que rellenar.

De la Fuente, sobre Georgia.

Las diferencias están ahí. Y existen hasta en los banquillos. Pese que a De la Fuente hasta hace nada era casi un desconocido a nivel mundial porque la mayor parte de su carrera la ha desarrollado en las categorías inferiores. Aún así, ya le lleva una ventaja considerable al seleccionador de Georgia, Willy Sagnol. De la Fuente ha ganado varios campeonatos de Eurocopa con la Sub-19 y la Sub-21 y es plata en unos Juegos Olímpicos, más allá de haber levantado el último título de la Absoluta en la Nations el verano pasado en Rótterdam. Sagnol, por su parte, tiene una Supercopa de Alemania como segundo entrenador con el Bayern, donde llegó a hacer de interino en una ocasión en la temporada 2017-2018.

Pero si el seleccionador español insiste en la prudencia y la lleva por bandera, conviene no llevarle la contraria. Hasta ahora todo le ha salido a la perfección. De hecho, hasta España está imbatida. Y ya se sabe: lo que funciona no hay que tocarlo.