Tras los pasos de Raúl en Gelsenkirchen: "Te lo encontrabas en el metro con el carrito de la compra; aquí no necesitaba esconderse"
La ciudad que hoy acoge el España-Italia no olvida al '7'. "Lo echamos de menos todos los días", dice un aficionado. El técnico del Castilla también añora al Schalke.

Gelsenkirchen (Alemania).- "¡Es Alonso, Alonso!". Lo grita un camarero en una zona residencial de Düsseldorf, a 60 kilómetros del estadio del Schalke 04, el día previo al España-Italia. Lo dice por Xabi, el entrenador del Bayer Leverkusen, que pasea plácidamente junto a su mujer, con gorra y sin esconderse. Le paran un puñado de curiosos y sigue su camino. Aunque todos le reconocen, casi nadie le molesta. Alemania no es España.
"Todo es muy diferente. Los alemanes me parecen superrespetuosos. Entienden que tienes tu familia y tu vida, que quieres salir a la calle y que mereces disfrutar de todo ello sin agobios". Quien cuenta lo que sabe es Juanan González, canterano del Real Madrid, trotamundos del fútbol y testigo privilegiado de la época de mayor gloria que ha vivido Gelsenkirchen, una ciudad gris y sin bares abiertos más allá de las 22:00: el paso de la leyenda Raúl González (2010-2012) por el Schalke.
El '7' de España dejó una huella imborrable en la localidad y el estadio que hoy acogen a La Roja. Fue su destino después de cerrar una etapa de 16 temporadas en el Bernabéu, movido por la llama de la Bundesliga y la insistencia infatigable de Felix Magath, su entrenador. Gelsenkirchen tembló cuando puso el primer pie: sus camisetas volaron en media hora, miles de seguidores colapsaron los alrededores del Veltins Arena en su presentación y a sus compañeros les podía la admiración al estrecharle la mano. "Jugar con él es un sueño, sólo había visto a gente así en la PlayStation", dijo Alexander Baumjohann. "Darle el balón es lo mismo que confiar nuestro dinero a un banco suizo", comentó Rakitic.
Su rendimiento en sus dos temporadas no defraudó. Más bien todo lo contrario: en la primera ganó la Copa (0-5 al Duisburgo en la final) y llevó al equipo minero a las semifinales de la Champions por primera vez en su historia, con goleada incluida en cuartos al Inter (2-5) en el Giuseppe Meazza. A día de hoy todavía se recuerda como una de las victorias de mayor calado en los 120 años de historia del club. En la segunda levantó la Supercopa, volvió a hacer cifras (21 goles), Guardiola le encumbró como "el mejor jugador español de la historia" por encima de Xavi e Iniesta y el Schalke, en un gesto que Rulo nunca olvidará, retiró su camiseta con el número siete al final del curso. Nunca tan pocos días habían dado para tanto.
Fue una etapa esplendorosa en lo deportivo pero, sobre todo, en lo personal. Raúl estableció su residencia en la capital del fútbol del norte de Alemania: Düsseldorf. Dicen que allí es más fácil cruzarte a un jugador que en ningún otro lugar. Habitan los del Leverkusen, los del Schalke, los del Gladbach, los del Dortmund, los del Hoffenheim y, evidentemente, los del Fortuna Düsseldorf. La mayoría tratan de alejarse de urbes industriales y sin oferta de ocio para instalarse en una metrópoli más abierta, con vida, aeropuerto puntero, prolífica en artistas y que la prestigiosa consultora Mercer, en 2019, catalogó como la sexta ciudad con más calidad de vida del mundo.
"Tiene un encanto único", afirma Juanan, al que las casualidades llevaron a establecer un contacto más que estrecho con quien antes consideró un ídolo. Él militó en el Castilla en la 2009-10 y conoció vagamente a Raúl cuando subía a entrenarse con el primer equipo del Madrid; un año después de que el gran capitán fichase por el Schalke, él firmó por el Fortuna Düsseldorf: "Se acordaba de mí. Es lo normal: cuando te vas a un país extranjero siempre acabas juntándote con los españoles". Raúl no iba de estrella: "Venía a ver nuestros partidos casi siempre que no coincidían con los del Schalke. Después hablábamos y me preguntaba que cómo lo había visto. Ahí ya se empezaba a cocinar un pequeño entrenador".

Raúl eligió para vivir el barrio del zoológico, al otro lado del río Rin, alejado del centro y con una calma absoluta para pasar prácticamente desapercibido. Publicaciones alemanes de aquella época como Kicker guardan algún reportaje sobre su día a día como vecino de Düsseldorf: paseos en bici a la panadería Bastians en la céntrica Carlsplatz para llevarse un par de barras, trayectos en metro con el carrito de la compra y cenas frecuentes en el restaurante italiano Saittavini, de guía Michelin y con carta de más de 1.000 vinos. Sus entrañas, compartiendo mesa, mantel y confidencias con el juventino Michelangelo Saitta, dueño del local, sirvieron de refugio para Raúl y su familia. Su mujer Mamen y sus hijos Jorge, Hugo, Héctor, Mateo y María fueron otros de los grandes beneficiados del cambio.
"Él decía que aquello era radicalmente distinto a España. Salía a jugar al parque con sus hijos, convivía con los demás padres… y podía estar tranquilo. Claro que te lo encontrabas con las bolsas en el metro, aquí no necesitaba esconderse. Un día, sorprendido, me comentó que iba a los restaurantes y que la gente le esperaba fuera a que terminase de comer para no molestarle", relata Juanan. "Un sábado por la tarde, el día que todos salen a las calles principales para ir de compras, podía bajar perfectamente con su familia. No pasaba nada. Le pedían alguna foto que otra, pero nada más. Ese nivel de vida es agradable para sus hijos".
"Un día me dijo que iba a los restaurantes y la gente le esperaba fuera a que terminase de comer para no molestarle. Le sorprendía"
Exfutbolista de Castilla o Fortuna DüsseldorfDüsseldorf fue un oasis, el lugar idóneo para reconectar con el mundo y dejar atrás 16 años preciosos en Concha Espina en los que no pudo pisar Madrid a cara descubierta. Sólo el trayecto diario de casi una hora a Gelsenkirchen perturbaba mínimamente ese sosiego. En lo deportivo, con compañeros como Neuer, Jurado, Huntelaar o Farfán, todo salió también a pedir de boca. Raúl acabó tercero en Bundesliga en la temporada de su despedida, la 11-12. "Lo echamos de menos todos los días", cuenta Max Müller, un aficionado que trata de hacerse con tickets de reventa para el España-Italia a la desesperada. "Recuerdo perfectamente su debut en un amistoso contra el Hamburgo. Estaba emocionado. Nos dio dos años de gloria. Ahora estamos en la m…, en un pozo", lamenta.
Raúl puso rumbo en 2012 al Al-Sadd catarí y colgó las botas en 2015 en el New York Cosmos. En 2019, en la cantera del Real Madrid, inició una trayectoria como técnico que le llevará en la 24-25 a cumplir su sexta campaña consecutiva a los mandos del Castilla. Mientras trata de hacerse con un hueco en la élite de los banquillos y sueña con sentarse en el Bernabéu, 'su' Schalke atraviesa por su peor momento: han evitado de milagro el descenso a Tercera y su deuda de 165 millones amenaza con comprometer su viabilidad. La posibilidad de desaparecer y reiniciarse en el fútbol amateur sigue sobre la mesa para un siete veces campeón de Liga, cinco de Copa y uno (en el 97, tras batir en semifinales al Tenerife) de la UEFA.

"Ojalá vuelva a entrenarnos y nos saque de esta", expresa Müller. Su deseo es más eso que una realidad: Raúl quiere seguir en Madrid y su cabeza sólo pasa por dirigir al Castilla el curso que viene, a pesar de que el Schalke, según Bild, le tentó por última vez en octubre. Si algún día se dan las circunstancias, al '7' le encantaría volver a vivir en Düsseldorf.
La guarida de Carvajal y Joselu
La capital de Renania-Westfalia, por cierto, siempre ocupará un lugar especial para dos de los protagonistas españoles que saltarán hoy al césped del Veltins: los cuñados Carvajal y Joselu. Ambos coincidieron en Düsseldorf en la 12-13, cuando el primero militó en el Leverkusen y el segundo en el Hoffenheim, y se reencontraron con Juanan, su compañero en el Castilla. "Carvajal, como no hablaba el idioma, se cogió una casa al lado de la mía en el centro y estábamos todo el día juntos", rememora Juanan desde su retiro en Palma de Mallorca tras colgar las botas en 2021.
"También estaban Sergio Escudero (Schalke), Álvaro Domínguez (Gladbach), Palop (Schalke)… Todos vivíamos en Düsseldorf, pero el único que jugaba allí era yo", asevera entre risas. "Solíamos comer en El Lazo, un restaurante español. Nos ponían carne a la parrilla, paella y un chupito de ron canario con miel para acabar. Nos encantaba". Aquel paso por Alemania disparó a Carva y maduró a Joselu, a los que Raúl seguirá hoy por la tele con una mezcla de nostalgia y orgullo. En Gelsenkirchen sigue siendo una leyenda y sabe que allí siempre tendrá un hogar.