Gavril Balint, el 'vampiro del área' que se enamoró de Burgos y era íntimo de Hagi: "Es una pena que le diesen la incapacidad"
El Burgos fichó al delantero rumano en la temporada 90-91 por 800.000 dólares.
Resulta difícil olvidar los goles Gavril Balint (Sângeorz-Băi, Rumanía, 61 años) con la camiseta del Burgos. El delantero rumano destacó en el Steaua de Bucarest, donde desarrolló gran parte de su carrera y arrebató una Copa de Europa al Barça en la 85-86, y llegó a El Plantío como "un galáctico". "Su fichaje por el Burgos fue un bombazo", recuerda Víctor Caballero, trabajador del club burgalés desde 1983 que coincidió con Gabi, como se le conocía en el vestuario, durante su etapa en el fútbol español. "Se convirtió en el fichaje estrella. La gente esperaba mucho de él por lo que había conseguido y por lo que el Burgos pagó, que no fue poco [risas]", desliza.
Por partes. Antes de llegar al Burgos, Balint brilló en un Steaua de Bucarest que era considerado uno de los equipos más importantes de Europa. Allí levantó ligas, copas y, por encima del resto de cosas, una Copa de Europa frente al Barça en el Sánchez Pizjuán, en una tanda de penaltis agónica en la que el conjunto rumano se impuso al azulgrana gracias a las paradas de Helmuth Duckadam ("se acordaba mucho de él y decía que le debía mucho"), al que bautizaron como el 'héroe de Sevilla'. También alzó la Supercopa de Europa la siguiente temporada.
En la temporada 90-91, un Burgos recién ascendido fichó a Gabi por 800.000 dólares (se convirtió en el fichaje más caro del club): "Venía un campeón de Europa al Burgos y la gente estaba expectante. Había muchas esperanzas depositadas en él y es de esos fichajes que no te crees que haga un club modesto". Además, su buena relación de amistad con Gheorghe Hagi "hacía que la expectación fuese mayor y daba más énfasis a su fichaje". Ambos coincidieron en LaLiga a principios de los 90 y "ayudaron a que la gente entendiese que el fútbol rumano iba en serio".
"Se creó una peña con su nombre. La gente le adoraba"
En sus tres temporadas en El Plantío, anotó un total de 35 goles en 90 partidos. "La gente lo quería mucho y estuvo con él, pero vino con la presión de meter muchos goles y eso en algunos momentos siempre pesa", señala Víctor Caballero. En el caso de Balint, su impacto en sus dos primeros cursos con la casaca del Burgos fue notable ("estábamos encantados con él"), pero las lesiones marcaron su tercera campaña en el fútbol español, mermaron su progresión y le obligaron a retirarse: "Es una pena que le diesen la incapacidad, tuvo muchas cosas en la rodilla".
El Plantío, el frío de Burgos... y la pasión de su padre
Balint sólo estuvo tres años en el Burgos y no logró adaptarse al frío de la ciudad ("aquí hace mucho frío y mucha rasca..."), algo de lo que siempre hablaba en el vestuario. En aquel entonces, El Plantío no contaba con ningún anexo ni instalaciones deportivas para ejercitarse. El campo de entrenamiento era ese: el terreno de juego. "Venía de Steaua y de la selección de Rumanía y la diferencia es abismal. No le gustaba mucho El Plantío [risas]", indica Víctor Caballero, que añade que acude de manera ocasional a la Ciudad Deportiva.
"Teníamos el peor campo de Primera división, El Plantío. No teníamos tampoco dónde entrenar. Había unos terrenos fuera de Burgos donde pegaba el viento que ahí no se podía jugar al fútbol", explicó el propio Gavril Balint en una entrevista a JotDown en 2016. Pese al frío y a las instalaciones del club, "guarda buen recuerdo de Burgos y de su gente": "Se involucró mucho con el equipo y se enamoró de Burgos, le caló hondo".
Gavril Balint.
— Olympia (@olympia_vintage) May 7, 2017
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Aunque sus compañeros de equipo en el Burgos se referían a él como Gabi, su padre le puso Pelé como segundo nombre. "Era fanático de Pelé. Años después le escribió una carta, pero no le contestó", dijo a JotDown. Además, también confesó que supo que quería dedicarse al fútbol desde que su padre le puso "una pelota en el pie", nada más empezar a andar.
Gabi se retiró con 30 años. Lo hizo en el Burgos, después de que las lesiones le impidiesen encontrar una regularidad cada vez más necesaria en el fútbol. Pese a lo amargo de su despedida, antes de lo esperado y con las molestias en la rodilla como compañía principal, "en Burgos es un ídolo". Después, probó suerte en los banquillos, como primer entrenador y también como segundo, se muestra crítico con el fútbol moderno y disfruta de la que es ahora su gran pasión: las motos.