La joya de la quinta de Rodri y Theo que renueva su ilusión en Tercera: "Me queda la tristeza de haber estado cerca"
Róber Mañas, compañero de generación de ambos y todavía máximo goleador histórico de la Youth League, juega ahora en el Móstoles y seguirá el partido por la tele: "Disfruto por ellos".

Múnich (Alemania).- Rodrigo (28 años) y Theo (26) comparten algo más que el apellido. Mediocentro y lateral esbozarán una sonrisa cuando se crucen este martes (21:00, La 1) en el pasamanos del España-Francia de Múnich, un marco incomparable para jugarse un billete hacia la final de la Eurocopa. Ambos, aunque Theo (1997) es unos meses menor que Rodri (1996), empezaron sus carreras en el Rayo Majadahonda y las siguieron después en las categorías de base del Atlético de Madrid hasta que el centrocampista decidió peregrinar en solitario en busca de su sueño y emigró a Vila-real. Armando de la Morena, técnico de la Academia durante 17 años, es quien descubre que en la camada de ambos había otras perlas que destacaban: "Los mejores de aquel equipo, sin despreciar a los demás y a chicos como Andrés Mohedano (ahora en el Santa Coloma), podían ser Rodri, Theo, Lucas (Hernández y hermano de este último)... y Róber".
Habla de Roberto Núñez Mañas (Talavera, 1996), una de las grandes joyas de la cantera colchonera que ahora, de vacaciones, lamenta no haber conseguido un hueco para escaparse al Allianz y vivir el partidazo: "No iré, por desgracia". Semanas antes del arranque de la Euro visitó la redacción de Relevo para charlar sobre su carrera, su amistad con los dos cracks (es íntimo de Theo, con el que comparte vacaciones y confidencias) y su nueva realidad. Las lesiones, alguna decisión que no salió como esperaba y varias decepciones le tienen hoy en el CD Móstoles de Tercera Federación, con el que acaba de renovar para volver a pelear por el ascenso la próxima temporada. Aunque hoy sus colegas valgan 120 millones en Transfermarkt (Rodri) o tengan Champions a sus espaldas (los dos) y él siga sus evoluciones desde la distancia deportiva, pone por delante la alegría de saber que ellos, que tuvieron más suerte, lo disfrutan.
"Mis inicios lo recuerdo como lo mejor de mi vida", cuenta. Pasó por el equipo del colegio (Pablo Iglesias), el Nuestra Señora del Prado ("me llamaron") y se hizo ver en el Talavera. "En un torneo en Madrid me llamó el Atleti y me dijo de ir a probar tres días. No me lo creía". La emoción fue mayúscula porque es un colchonero de pro. "Crecí con la habitación llena de pósteres de Torres; en mi familia somos todos del Atleti, no hay ovejas negras". Ir al Cerro en edad alevín supuso "lo más" y dio rienda suelta a un sueño: "Aguanté hasta los 21. Todavía recuerdo mi primer día: llegué con botas de cuatro tacos y me dijeron que esas no las podía usar, que tenían que ser de seis".

Su impacto en Majadahonda tuvo efecto inmediato. Los goles se le caían de los bolsillos y congenió a la perfección con los cracks de la época: "También jugué con Toni Moya, que está ahora en el Zaragoza". Fue el killer de las ligas de categoría infantil, cadete y juvenil… con el punto negro de haber perdido muchas ante el Madrid: "Alguna les quitamos, pero nos costaba ganarles. Tenían jugadores increíbles. Me acuerdo mucho de José Ángel Pozo (está sin equipo), un delantero top y que impresionaba a todo el mundo en aquella época". El que marcó a Róber, sin embargo, fue Rodri: "Tenías que verlo cuando vino: viajaba desde Villanueva de la Cañada en un autobús de línea y se metía siempre en el vestuario con su mochilita. Un crack".
Al cerebro del City le copió el orden y el rigor ("no faltaba a un entreno y siempre daba el máximo"), aunque Róber el ejemplo lo tuvo en casa: "Mi madre es mi heroína". Juntos, y casi sin dormir, cogían el primer bus Talavera-Madrid para que el ariete pudiese continuar su proyección: "Los fines de semana salíamos a las 05:00 de la mañana, tardábamos una hora y media y, en función de dónde jugásemos, pillábamos trenes, metros o transbordos. Una locura. Se lo debo todo". En el día a día le salvaron otros: "Jorge Pulido, del Huesca, es de Talavera. Había más chicos de la ciudad que nos desplazábamos y nos pusieron transporte. En mi primer año tuve que entrenarme con Óliver Torres, que es dos años más grande y de Navalmoral de la Mata, por el tema del coche".
Entretanto y con obstáculos varios subió peldaños: destacó en cada división y sobresalió sobremanera cuando alcanzó el Juvenil A, con el que se convirtió en el máximo goleador histórico de la Youth League (15 tantos en 19 partidos), un récord que todavía ostenta junto a Borja Mayoral (los consiguió en 14 con el Madrid) y Charlie Brown (en 16 con el Chelsea). Él se quita mérito. "Nunca he estado muy pendiente de eso. Yo me divertía jugando y, bueno, la verdad es que lo de marcar no se me daba mal". En la Champions juvenil vivió momentos memorables (un póker en un 0-9 al Astana o un doblete en Rusia para ganar 3-4 al Zenit) y parecía no tener límites. Simeone le llamó a filas con 19 años.
"Me convocó para Reus, un partido en Copa (el Atleti venció 1-2 con dianas de Vietto y Saúl)", evoca. Su debut se produjo la temporada siguiente y por todo lo alto. "Volví a ir en Copa, en una eliminatoria contra el Guijuelo, y metí gol a los 20 minutos de salir por Carrasco". Aquella cita en El Helmántico culminó un deseo vital: "Desde el momento en que vas en el autobús, miras para un lado y ves a Torres, tu ídolo; miras al otro y te encuentras a Gabi, una leyenda… ni te lo crees. Estaba feliz, feliz, feliz". El Niño le ayudó a integrarse y le regaló alguna que otra anécdota para contar a sus nietos: "Un día me senté en su sitio, vino y… me comentó que ese era el suyo (risas). Me puse de pie a esperar si quedaba alguno libre y me dijo: 'No, no, no te preocupes, ponte aquí a mi lado'. Imagínate… Es un tío muy simple, inteligente y simpático, como Filipe o Giménez".
Hacia el Cholo se deshace en elogios ("no te deja ni media, y no porque seas un canterano; si le tiene que decir algo a Griezmann, se lo dice"), pero con él se le quedó una espina: "Venía entrenándome bien, salí en Salamanca y marqué, ganamos 0-6… y en la vuelta en el Calderón no se llevó a nadie del filial. Sigues trabajando, pero dices: 'Joder, ¿qué raro, no?'. El porqué da que pensar". En su última frase se esconde una parte del dolor. La ida se celebró en noviembre y el segundo choque, que el Atlético solventó con un 4-1, a finales de diciembre. El proceso de renovación de Róber se había estancado en su segunda temporada como miembro a todos los efectos del B y eso, sospecha, le lastró.
"Ese año fue duro duro. Tuve algún problema con el club y jugaba poco. La verdad es que jugaba poco". Casualidad o no, su crecimiento y su participación se ralentizaron. "Prefiero no... No darle más vueltas…", desliza con timidez. Al final, y tras tirarle en varias ocasiones de la lengua y sortear su coraza, se abre: "Sucedieron cosas extrañas. Muchas veces iba a entrenarme con el primer equipo y el Cholo me preguntaba por qué no jugaba con el filial. Yo no sabía qué decirle. Si el entrenador del primer equipo te llama para entrenarte o para ir convocado y tú en tu equipo no tienes minutos… Sí que te remueve, la verdad".
Hay ejemplos que corroboran lo peculiar del caso: "Recuerdo un partido contra el Aravaca en el que hice un hat-trick. En la jornada siguiente fui desconvocado. Había cosas ahí que... fueron raras. El técnico (Óscar Fernández) me decía que me veía con mucho peso en la mochila, con demasiada responsabilidad, pero si un día metes tres goles y al siguiente no entras en la lista… igual no van por ahí los tiros". En aquel momento el representante del delantero era Pablo Barquero, ahora (y entonces) agente de Rodrigo.
Su salida
Róber, que entremedias (abril de 2017) entró en la convocatoria para un Real Madrid-Atleti de Liga decisivo en el Bernabéu ("ese día ni comí, para que te hagas una idea"), optó por abandonar el equipo de su corazón como agente libre y tras ascender con el filial a Segunda B. "Me ofrecían seguir ahí (en Segunda B) y yo tenía ofertas de Primera de Portugal y de Bélgica. Cuando te tiras 11 años en un club, debutas y no te ofrecen algo más, incluso una cesión… es mejor marcharte, porque al final tampoco quería estancarme. Tenía 21 años recién cumplidos". El Amberes, que empezaba a cocinar su proyecto de Champions, le convenció para cambiar de aires. Pero la aventura no terminó de funcionar.
"Desde el primer día hubo problemas. No por el club, que es fantástico; sino porque firmé el último día de mercado y allí tienen una manera de trabajar un poco rara. ¡Me tuvieron más de un mes y medio entrenándome solo! Me llevaban todas las mañanas a un bosque a correr con la gente nueva. Y, claro, si fichas sobre la bocina y estás casi dos meses al margen… es imposible jugar". Los métodos del técnico László Bölöni tampoco parecían del todo convincentes: "Yo en mi vida había visto esa manera de jugar: un hombre a hombre por todo el campo. O sea, si el extremo izquierdo se iba al centro del campo, el lateral derecho tenía que ir con él. Y me costó. Era todo muy físico. Jugué poco".
Después de un curso sin apenas minutos (no llegó a debutar en Liga), Roberto optó por "dar dos pasos para atrás" para intentar coger impulso: "Fiché por el filial de Las Palmas. Y el primer año fue bueno, pero el segundo no. Me hice daño en el ligamento, estuve bastante tiempo de baja… y vino la pandemia y se paró todo". Tras dos campañas irregulares en Gran Canaria junto a Kirian o Álex Suárez, y con propuestas de Maldivas y torneos exóticos, decidió firmar por el Águilas, en Tercera. "La gente más cercana a mí me decía que era joven todavía, que lo intentara por aquí, que ya habrá tiempo de ir fuera. Era un proyecto de ascenso". Se consiguió el objetivo… y volvieron los percances.
"Nunca había visto la forma de jugar de mi entrenador en el Amberes. Me llevaban todas las mañanas a correr a un bosque"
Jugador del Móstoles y canterano del Atleti"Discutí con el presidente por un tema de impagos y estuve prácticamente todo el segundo año en la grada. Tenían que lesionarse los tres delanteros para que yo pudiera jugar algo. La temporada anterior me había roto dos veces y querían rescindirme, no cumplir y no darme lo que me pertenecía; de ahí el castigo. Iba a entrenarme por las mañanas y me decían: 'Róber, haz el calentamiento y salte'". Por aquel entonces, y tras cortar su relación profesional con Barquero al salir de Bélgica, el ariete ya no tenía representante.
Fue el último varapalo antes de pasar unos meses en el Athletic Torrellano y volver a Madrid el verano pasado para reforzar al Móstoles, con el que volvió a reencontrarse con su fútbol en la 23-24: aunque los contratiempos físicos le frenaron, asombró en varios tramos (marcó en tres encuentros seguidos entre las jornada 19 y 21) y ayudó al equipo de El Soto a luchar por el salto a Segunda Federación hasta el final (cayeron en el playoff). Y acaba de renovar para pelear por conseguirlo en la 24-25 y regresar a una categoría más profesional.
Es su meta, porque él no pierde la ambición. "He tenido mala suerte con las lesiones", acepta con la misma naturalidad con la que habla de los amigos que sí acarician la élite y de su sentimiento al seguirles por la televisión: "Yo disfruto viéndoles. Es verdad que por otra parte estás triste, porque lo has tenido cerca y, por unas cosas o por otras, cada vez se aleja más, pero a día de hoy sigo luchando, intentando cuidarme lo máximo posible y haciéndolo todo para subir hasta donde pueda durante los años que me quedan de fútbol". Rodrigo y Theo volverán a estar pendientes del Móstoles el curso que viene. Antes, un España-Francia para abrir boca.