Mbappé cambiaría a Deschamps por Ancelotti

El fútbol es un deporte tan mágico y sorprendente que te puede deparar momentos únicos como la victoria de Georgia ante Portugal o la chilena de Bellingham cuando Inglaterra iba a firmar uno de los mayores fracasos de los últimos años ante Eslovaquia. Pero también te ofrece dolores de estómago como los 94 minutos que perpetró la selección de Southgate o el Francia-Bélgica del lunes, donde solamente las virguerías de Doku, la exquisitez de Mbappé y las acciones defensivas de Theo Hernández son dignas de mención. Todo lo demás, miedo y oscuridad en tiempos de zozobra . Ni el fútbol se libra.
A Bélgica se le permite la especulación, pero a Francia se le exige la valentía. Los de Deschamps pueden coleccionar medallas y títulos, montar fiestas y recibimientos en los Campos Elíseos de París, pero no encuentran un relato, porque su juego carece de argumentos más allá que el de arriesgar poco y aburrir mucho, a sus seguidores y a los rivales, siempre a la búsqueda del error (o de la fortuna como el tanto de Kolo Muani) más que a la del acierto. Que esta sea la obra de Deschamps después de diez años y seis grandes campeonatos es una derrota en mayúsculas.
Francia tiene defensores como Upamecano, Saliba, Koundé o Theo Hernández, todos ellos militan en grandes clubes, acostumbrados a ser dominadores, creativos, como se le presupone a Griezmann o el propio Mbappé, un verso suelto que vive (y le da vida a Francia) de sus acciones individuales. En esta Eurocopa, su camino está siendo decepcionante, con tres goles en cuatro partidos, dos de ellos en propia puerta y otro de penalti. Ni una jugada, porque el fútbol no fluye de forma natural, sino con fórceps. Y, al ponerse por delante, trabajo hecho y a echarle la llave al cerrojo: resistió aculada ante el acoso de una Bélgica que pensó que podía haber sido más valiente, que esta Francia no es para tanto, y en apenas cinco minutos creó dos y Doku, cerca del área, volvió loco a Koundé.
Oh, là, là... ¿A cuartos? pic.twitter.com/sZD2G5lgOC
— Relevo (@relevo) July 1, 2024
Seguramente Mbappé, el hombre del campeonato por lo que representa, por su fichaje por el Real Madrid, por esa máscara que le incomoda, cambiaría ahora mismo a Deschamps por Ancelotti, el que será su entrenador (o ya es) oficialmente. Dicho sea de paso, como le ocurre a Francia, la moneda le cae casi siempre de su lado y, a excepción de cuando un City le domina, en el cuadro blanco hay más alegría y dominio, el juego fluye, el equipo quiere el balón y tiene intención, y cualquiera se lo pasaría mejor. Más aún Mbappé, que no solo corre y regatea sino que combina.
Si el fútbol fuera matemáticas, no generaría tanta pasión, y seguramente Deschamps se sabría de memoria las tablas de multiplicar. Pero, afortunadamente, tiene que haber un cierto arte, por eso se deberían minimizar entrenador así, por mucho que ganen. Con lo difícil que es trascender, aunque sea un poco, ¿cómo no intentarlo cuando tienes jugadores para ello?