CROACIA 1 - ITALIA 1

Las lágrimas de Modric desde dentro: la camiseta de Fagioli, los aplausos tristes y el "amo Croacia, pero no sé..."

El '10' croata se había conseguido un baile más en Alemania, pero Italia lo reventó en el 98': "Tengo que pensar con mi familia", dijo.

Luka Modric conduce el balón durante el Croacia-Italia de la Eurocopa de Alemania 2024./REUTERS
Luka Modric conduce el balón durante el Croacia-Italia de la Eurocopa de Alemania 2024. REUTERS
Sergio Fernández

Sergio Fernández

Leipzig (Alemania).- Luka Modric nunca se quiere ir de un campo de fútbol. Hay que echarlo, como hizo ayer Zaccagni con crueldad en el último segundo de partido. "No sé de dónde ha sacado el árbitro esos 8 minutos", lamentó el '10' ante la prensa de su país. Ya se veía con una oportunidad más de jugar con su país, en octavos. Mordía su camiseta nervioso en el banquillo sin fiarse un pelo de Italia... y hacía bien.

Modric sigue el partido contra Italia desde el banquillo. EFE
Modric sigue el partido contra Italia desde el banquillo. EFE

Rodeado de jugadores croatas lamentándose en el suelo, Modric salió a felicitar a los rivales. Fagioli le pidió la camiseta y él, casi como un autómata, se la cambió. De ahí, después de recibir el abrazo de Donnarumma, comandó a sus compañeros para ir hacia la grada de los croatas a recibir, seguramente, la ovación más amarga de su carrera. Con el cerebro funcionándole a borbotones, cuando tres minutos antes estaba casi celebrando el pase a la siguiente ronda... muchas emociones.

Llegó el señor de UEFA con el trofeo de MVP y casi le daban ganas de tirarlo al suelo. Las fotos del momento son un poema. Y lo que es peor: le obligaba a ir a la sala de prensa, que seguramente era lo que menos le apetecía del mundo. Allí, a pesar de recibir una nueva ovación (por dos veces) de los compañeros de prensa croata, apenas estuvo dos minutos. "El fútbol tiene estos momentos de crueldad", zanjó, sin meterse a hablar de su futuro y de si había sido, o no, el último partido con la selección.

Después, todavía un par de entrevistas obligadas con las televisiones que pagan: "Hay que descansar y ver qué pasa en el futuro. Tengo que ver qué decisión tomo, verlo conmigo mismo, con mi familia y mi gente cercana importante. Es difícil, yo amo Croacia, me encanta y amo jugar con la selección pero todavía no te puedo decir nada", dijo en Teledeporte. Un poco más de una hora de vestuario, en paz. Salió por una puerta distinta a la del resto de sus compañeros y rodeó su autobús para marcharse. No quería ni una foto más.

Minutos antes todo era felicidad... y cerveza

Los aficionados croatas más exaltados, además del gorrito de waterpolo, tienen la costumbre de lanzar lo que les quede de cerveza al aire cuando su selección marca. Contra España no marcaron, y luego pudo parecer un accidente o un despiste contra Albania, pero el diluvió que cayó tras los 33 segundos mágicos de Luka Modric ayer en el Red Bull Arena no fue ni medio normal. No pasa nada, no es un drama, a partir de ahora con sentarnos a cubierto... pues ya está. Aunque a ver cómo le explico yo a mi jefe, a la vuelta, el tufillo cervecero de mi portátil cuando vaya a cambiarlo.

En realidad es que en ese momento el gol era como para volverse un poco loco. Nada más fallar un penalti, cuando empezaba a parecer que la defensa italiana era lo que suelen ser las defensas italianas: inexpugnable. Nunca nadie había marcado en una Eurocopa con casi 39 años (38 y 289 días), pero vaya que es un récord que no le va a consolar en absoluto. Las cifras quedan, por ahora, en 178 partidos y 26 goles con Croacia. Lo lógico es pensar que así se van a quedar, pero en un futbolista que ha renovado un año con el Real Madrid al máximo nivel con casi 39... pues es mejor no jugársela. Sería llegar al Mundial siguiente a tiro de los 41 años.

La otra cara de la moneda fue ver el partido "en la parte italiana". Porque ahora UEFA permite seleccionar en qué sitio te sientas (lluvia de cerveza no garantizada). Y, si no eliges, pues lo hacen ellos. Y te puedes imaginar... nervios, quejas por perder tiempo, desesperación cuando el reloj se acercaba a los 90... El gol de Modric les llegó todavía en pleno subidón por la parada previa de Donnarumma en el penalti. Un poco cruel sí que fue... pero el minuto 98 lo compensó todo. "Tirad más cerveza ahora", les gritaban algunos compañeros a los croatas de antes. Lo que es el karma... 

Su partido

Modric empezó algo mejor que en los dos partidos anteriores. Sin ser decisivo ni dejar ningún momento de magia, sí que tocó mucho más de primeras que hasta ahora, metió ritmo en el juego croata y posibilitó que empezasen jugadas potencialmente peligrosas, que por culpa del desacierto posterior no llegaban a nada. El que sí estuvo brillante, esta vez, fue el portero deseado por el Villarreal, Livakovic. Sacó un balón a Bastoni cuando el 98% de los fratellis d'Italia ya lo estaban celebrando. Porque lo lógico es que ese balón hubiera entrado. Para eso existen los porterazos y el croata lo es.

Los de Spalletti, mientras, seguían con su plan establecido: patadones sin demasiado cuidado y a pelear arriba, lejos de Donnarumma. Modric, que sabía que eso era una trampa, nunca se alejaba mucho del centro y no paraba de colocar a todo el mundo. Un segundo que te despistas y te destrozan, eso lo sabe cualquiera que le haya dado un metro a Italia. Un cero a cero muy peleado al final de la primera parte, que a los italianos les iba genial. Las urgencias vestían de rojo y blanco. A quince minutos de que terminase el partido Dalic sacó a Modric del campo justo después de que volviera a generar una jugada de peligro que por milímetros no terminó en la cabeza de Budimir. Pensaba que en ese punto ya sólo necesitaba aguantar. Salió fatal.

No sé si habré visto el último partido de Modric con Croacia ayer en Leipzig. Creo que sí, pero la verdad es que del Mundial de Catar ya me fui pensando que qué pena no volver a verlo con la arlequinada. Y mira, tres partidos: una paliza de España el primero y dos goles en el último suspiro contra Albania e Italia. La carrera del '10' con Croacia merecía (y merece) otro final.