Pubs, un trayecto en Uber y el "Nothing to lose": recorriendo Londres mientras Inglaterra pasa a la final de la Eurocopa
Un paseo por Londres permite recordar que el fútbol, cuando se vive con intensidad, es parecido en todas partes. Y que los orígenes del fútbol no son como los cuentan.

Londres.- En Inglaterra la tradición es algo importante, más importante que en otros lugares. Las cosas se miden por siglos y haber existido mucho tiempo es un signo de reputación. Si su empresa ha hecho los zapatos desde que se inventaron los zapatos su prestigio será siempre indudable, sin importar siquiera si los zapatos son buenos.
A veces, muchas veces, existe una fuerte tradición... que es en sí misma bastante falsa. Para entender esto, si uno es futbolero, puede ir a la Freemasons Tavern y ver dónde empezó todo, el lugar en el que se codificó un deporte que terminaría teniendo millones de seguidores. El problema es que esa taberna ya no existe como tal, hay una cerca llamada parecido -Freemasons Arm- que tiene de camino al baño un texto en el que se cuenta la historia de aquel primer reglamento. Y poco más, se supone que es la Meca del balompié, pero la original la destruyeron por el camino, muy probablemente porque nadie pensó que aquello que estaban pensando esos señores aquella tarde en aquel lugar iba a ser años más tarde el producto de ocio más exitoso de la historia de la humanidad.
Se podría pensar que es el lugar perfecto para ver una semifinal de una Eurocopa en la que juega Inglaterra, pero resulta ser el único pub de todo el Covent Garden medio vacío y sin prácticamente ingleses. Ellos saben que no es el lugar para ver fútbol y el foráneo que ha ido allí buscando emociones fuertes entiende rápido que no las va a encontrar. La gente que hay, que no es muchísima, no parece tampoco muy interesada por Inglaterra, un país que ellos visitan como turistas.
🤯 La locura inglesa.
— Relevo (@relevo) July 10, 2024
📌 Así se ha vivido el gol de la victoria en una pub del centro de Londres.
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Toca improvisar, en los alrededores hay decenas de bares deportivos y pubs con pantalla, según afirma Google. Y es verdad, existen, pero la mayoría están llenos hasta la bandera y con personal de seguridad en la puerta para no dejar pasar a nadie más. Desde lejos se oyen algunos gritos, aunque reina el silencio por encima de todo. Lo que se ve son miradas de preocupación y nervios, quizá porque Inglaterra no ha dado en esta Eurocopa hasta ese momento ningún motivo para la euforia. Ante la incapacidad de encontrar un sitio a la altura de las expectativas en el centro turístico de Londres hay que tomar una decisión. Seguro que en algún barrio exterior habrá un bar con nombre de animal en el que los locales se tomarán sus cervezas y verán a Bellingham y a Foden.

Un Uber aleja al reportero del centro, las calles están absolutamente vacías, no se escucha un alma, se tarda en llegar al nuevo lugar -The Spotted horse, en Putney- aproximadamente la mitad que lo que costaría cualquier otro día a esa hora. El conductor, de origen indio, le cuenta al viajero todas las bondades de Nico Williams y Lamine Yamal y le asegura que lo normal es que el domingo sea España la que gane la final.
The Spotted Horse, un Putney, es un pub de los de toda la vida, con tiradores de cerveza, muchas televisiones y el sonido de la retransmisión a toda pastilla. Hay gente, pero no es agobiante, se ven bastantes más camisetas de Inglaterra que en la Freemasons. Un pub tiene algo de genuino y autóctono, pero no deja de ser en un bar. Hay una pequeña terraza exterior, también con televisión, donde unos pocos locales miran a la televisión. Alguna pareja de Tinder rompe el hielo ajena a la posibilidad de que Inglaterra dé un paso más para acabar con su gafe histórico en las Eurocopas. Hay familias, parejas, algún que otro joven que encadena pintas.
Londres es una ciudad enorme y diversa. A unos kilómetros de ahí, en el O2, The Killers cantan en los tradicionales concierto veraniegos. En otro lado, en el bar de periodistas de Wimbledon, se ve el partido en ambiente internacional. Cada barrio tiene su historia. En Putney son locales y, en principio, calmados.
Un pub es un lugar para socializar. Todos tienen las sillas dirigidas hacia las distintas pantallas, pero la atención al partido es relativa. Es posible que en el Triskel, en Madrid, la gente a la misma hora esté más enchufada que en este sitio. Mientras ataca Saka se escuchan conversaciones cotidianas, de relato del día o de la semana. Un hombre trajeado con el peinado de Jordan Pickford se acerca a la barra, pide una Peroni, vuelve a su silla y da un beso a su acompañante. Da un respingo con el gol anulado a la selección para después continuar mirando la pantalla sin mirar, mucho más atento de su conversación que de lo que ocurre en Dortmund.
En la barra el reportero busca la imagen de alegría -o rabia- de un gol, como Márquez buscaba grabar un puente volando en Territorio Comanche pero sin todas las dosis de romanticismo y valentía que tiene un corresponsal de guerra. Cuando llega hay una explosión de júbilo. Qué menos. Unos chavales se levantan y empiezan a cantar. Las diversas parejas del local se abrazan y se besan. El fútbol en esto es universal, cuando se marca el gol de quien te acuerdas es de esa gente que comparte tu vida y con la que hablarás de ese partido durante el resto de tus días.
Inglaterra ha pasado, The Killers para su concierto para celebrar y los jóvenes se lanzan a esas calles que un rato antes estaban absolutamente vacías. No muy lejos del pub hay una terraza exterior donde un buen grupo de chicos ha visto el partido con la angustia propia de estas ocasiones, pues no hay persona en el mundo tan tranquila como para no sufrir con esto, más todavía si se tiene en cuenta el larguísimo historial de desdichas del que puede presumir la selección inglesa.
En esa última terraza arranchan los cánticos. Ahí sí es posible ver a chicos y chicas con camiseta. La música está muy alta y quien no tiene una cerveza en la mano es porque ya se ha pasado a las copas. Suena el 'Freed from Desire' de Gala a toda pastilla y los lugareños lo rebautizan. Si hace unos años fue célebre el 'Will Grigg is on fire' esta semana se va a transformar para darle un hueco a 'Watkins is on fire'. Un héroe es un héroe. La repiten una, dos y tres veces seguidas. La calle se empieza a llenar de cláxones y las camisetas inglesas aparecen por todas partes.
Se parece mucho a cualquier otra celebración, quizá con un porcentaje mayor de mejillas sonrojadas. Cuando terminan los cánticos sobre Watkins se escucha, en bajito y solo por parte de unos pocos un cántico nuevo. 'Nothing to lose, we have nothing to lose', se oye. Es decir, "nada que perder". Esa es la actitud y también la amenaza. Se han plantado en Berlín en medio del bochorno general, con la sensación de la prensa y los aficionados de que la catástrofe era inevitable. Pero no, ahí están y, si se les hace caso, es posible que realmente tengan "nothing to lose".