OPINIÓN

'Odio eterno' a Mbappé, Bellingham y Barella

Lo mejor de esta primera fase en el Ruhr ha sido el Turquía-Georgia, un partido visceral que se grabó en la retina de los espectadores.

Kylian Mbappé, durante su debut con Francia. /GETTY
Kylian Mbappé, durante su debut con Francia. GETTY

Lo mejor de esta primera fase en el Ruhr ha sido el Turquía-Georgia, un partido visceral que se grabó en la retina de los espectadores.

Düsseldorf (Alemania).- Unas vacaciones en la Región del Ruhr no se las desearías ni a tu enemigo. No sé cómo se las ingenian los publicistas para vender los atractivos de ciudades como Gelserkirchen o Dortmund, cuyo centro no tiene ni historia ni modernidad, con menos detalles que un vestido de malla. Junio es como noviembre, días nublados y lluviosos (cada vez menos, en España, claro), esperando el escocés que se pasea en pantalón y manga corta a cualquier hora que asome el sol y se superen los 21 grados. Y llegue ese verano que será el de San Martín, porque a esta región solo le sienta bien el gris. Hasta Düsseldorf es Florencia si mira lo que la rodea.

Pero en tanta imperfección y rudeza también hay encanto, un elogio a la fealdad que crece especialmente en ese rinconcito verde llamado Westfelstadium, donde se ha visto en esta primera fase lo mejor de la Eurocopa. Y llegó en el día que cayó el diluvio universal sobre la ciudad. Sin duda que no fue un castigo, sino una bendición divina. Y sucedió en el partido menos esperado, un Turquía-Georgia. Un 'spagetti western' que acabó convirtiéndose en un 'Pulp Fiction'. Un partido de culto.

El ambiente generado por los 50.000 turcos fue único. Todos vieron el partido de pie, nerviosos, cantando, animando, desesperándose con la resistencia georgiana, enloqueciendo con Arda Güler y con un 3-1 que fue celebrado como el pase a una final después de que Mamardashvili fuera a rematar un córner y dejara la portería desguarnecida. Fue una fiesta de pueblo. Una imprudencia o una locura que pudo costarle el pase a la siguiente ronda a su selección, que debuta en una Eurocopa. Pero que más da la vida si no hay una dosis de riesgo.

Ver atacar a Georgia embotellando a Turquía en los instantes finales, ante 50.000 gargantas que no paraban de silbarles hasta quedarse sin aliento. Ver a Kvaratskhelia pedirla a cada instante y jugársela casi siempre con éxito. Ver un ejército rojo asustarse ante el arrojo georgiano, que lanzó por tierra, mar y aire, sin éxito. Ver jugar sin plan ni orden, con la camisa abierta en tierra hostil. Jugar desde el corazón y no desde la cabeza.

Contrasta esa lujuria con el bostezo del Francia-Austria, donde solo la lesión de Mbappé captó la atención general en un equipo que gana tanto como aburre, que liquida de un plumazo los partidos cual funcionario alemán del Ruhr. O apreciar que Inglaterra apuesta por el mismo camino aunque tenga el mejor elenco de entrenadores en la Premier, con un tanto de un superdotado físico como Bellingham. No han servido mucho las enseñanzas de Guardiola, Klopp o Arteta. Y a dormir. Incluso la Italia de Spalletti que silenció a los albaneses en 15 minutos, tras ese 0-1 que fue otro de los momentos mágicos de esta primera fase, especuló en el segundo tiempo bajo la batuta del fino Barella.

Los campeonatos se ganan desde la cabeza y no desde el corazón, pero partidos como el Turquía-Georgia te quedan para el recuerdo desde una tribuna de prensa. Por el ambiente, por lo que sucede en el césped, por la improvisación y por ese fútbol visceral, donde todo fluye sin neuronas. 'Odio eterno' a Mbappé, Bellingham y Barella. Al menos en esta primera jornada. Gloria al Turquía-Georgia. Quizás será cosa del Ruhr.